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Ya habían pasado un mes desde aquella charla en la azotea junto al Itoshi menor. Un mes donde pude conocer al nuevo Rin y acostumbrarme a tenerlo a lado durante el recreo y en los cambios de clases. Si,ya me había vuelto muy cercana a él y eso me emocionaba de cierta manera,me gustaba mucho tenerlo cerca mío. Su presencia se hizo bastante cómoda a mi parecer,tanto que en vez de pensar ya hablaba en voz alta sobre cualquier cosa que me pasara sobre la cabeza. No me sentía juzgada,ya que Rin solo se limitaba a escucharme en silencio y alguna que otra vez intervenía para hablar sobre el tema.
Y aunque todo parecía ir perfecto con nuestra amistad,no era del todo cierto ni mucho menos de color rosa.
Ya que no sé cuándo ni cómo,mucho menos el por qué,pero dentro de mi comenzó a florecer lo que parecía ser algo más que un sentimiento de comodidad y seguridad,si no un endulzamiento extraño pero satisfactorio de lo que podía ser el sentimiento más prejuicioso de los humanos,el amor.
Maldita oxitocina.
Si,hace unas semanas me di cuenta que mis pensamientos por el chico habían cambiado.
Me pude dar cuenta cuando cada vez que nuestras miradas se conectaban en un flechazo sentimental,podía sentir como sus orbes verdes me llegaban a transmitir lo que las palabras nunca podrían expresar. Aquellos ojos en los que sólo podía concentrarme aún siendo abanicada por sus grandes y bellas pestañas.
Quería consolarlo,pero ninguna palabra salía de su boca sobre la tormenta constante que había en su cabeza.
Si,hace unas semanas me di cuenta que mis pensamientos por el chico habían cambiado.
Me pude dar cuenta cuando cada vez que nuestras miradas se conectaban en un flechazo sentimental,podía sentir como sus orbes verdes me llegaban a transmitir lo que las palabras nunca podrían expresar. Aquellos ojos en los que sólo podía concentrarme aún siendo abanicada por sus grandes y bellas pestañas.
Quería consolarlo,pero ninguna palabra salía de su boca sobre la tormenta constante que había en su cabeza.
Quería acariciarlo,las mejillas pálidas que se convertían en unas rojizas cuando le decía palabras afectuosas, me llamaban para poder mimarlo,como si de un niño pequeño se tratase. Pero no quería incomodarlo y mucho menos hacerle sentir mal ya que este parecía no querer nunca estar muy cerca mío.
Quería abrazarlo,sentir sus brazos un poco musculosos por sus entrenamientos de fútbol rodeando mi cintura,abrazo donde podría prometer que no necesitaba más en este mundo. Pero no me atrevía,no quería que me viera como una empalagosa y no se fijara en mí de la misma forma en la que sus ojos verdes lo hacían.
