𓂀 CAPÍTULO 6 - El Juicio de Osiris 𓂀

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Duat / Amenti, Inframundo egipcio


A medida que Thutmes avanzaba en compañía de Anubis y se acercaba hacía la Gran Sala de la Doble Verdad para el Juicio de Osiris sentía que su pecho se agitaba con mayor rudeza. Parecía como si su corazón se quisiese salir de su lugar habitual y lo hacía sentirse mucho más desconcertado y con cierta falta de oxígeno. Sus oídos zumbaban sin permitirle escuchar el ruido del exterior y nada más que el correr de su sangre por su cuerpo. 

Estaba nervioso, o más bien, aterrado.

Una gran puerta cubierta de oro se abrió frente a ellos y entraron. La gran sala estaba totalmente cubierta de oro, mucho más que las anteriores, en cada pequeño espacio donde era posible colocarlo el oro destacaba y brillaba como el sol, y mientras Thutmes más se maravillaba del lugar, empezaba a parecerle casi exagerado. 

Se escuchaban canticos para Osiris que venían de todas partes y sobre todo de lo que parecían ser cientos de sirvientes que estaban postrados de rodillas y con la frente tocando el suelo frente al trono donde se encontraba el Dios Osiris, cubierto de vendajes de momificación y con su piel entre tonalidades verdes y grises. Frente a Él se encontraba lo que sabía perfectamente que era la Balanza donde sería pesado su Ib y a su diestra, supo reconocer a la Gran Diosa Maat de la Verdad y la Justicia, y por supuesto, a su padre Thoth, quien se encontraba a servicio del Dios Osiris actuando como escriba en el juicio. 

El semblante del dios Osiris irradiaba firmeza y determinación y en cuanto fijo su mirada sobre él, Thutmes notó claramente cómo en su mirada aparecía un brillo de reconocimiento y de disgusto. Volvió su mirada hacia Thoth para buscar en su mirada ayuda, pero él solo asintió y Thutmes confió en que todo saldría bien.

— Oh, alma que llegaste hasta aquí... —empezó a hablar una voz invisible que retumbaba y hacia eco en toda la sala. — Has recorrido el Amenti para encontrarte frente a nuestro Señor Osiris, dios de la resurrección y de la regeneración del Nilo. Aquel que revivió y vive para siempre. Aquel que hace frente a Seth y juzga a las almas de los muertos... Decidle cual es tu nombre —ordenó.

— Thutmes, mi Señor —contestó de inmediato e hizo una reverencia hacia Osiris, quien no despegaba su mirada de sobre él. —Heme aquí que  llego a contemplarte y para regocijarme con el espectáculo de tu belleza... ¡Salve, oh Príncipe del Amenti!

Volvió su mirada hacia el dios y este no dijo palabra alguna, simplemente asintió con la cabeza y la voz invisible habló una vez más. 

— Thutmes ha sido tu nombre sobre la tierra de Egipto y nuestro Señor Osiris así te ha reconocido... pues ahora tú, Thutmes, mostradle a nuestro Señor tu corazón —indicó y Anubis se movió de su lado para presentarse frente a él. Puso su mano sobre su pecho y le miró fijamente.

— Estoy tomando tu Ib, Thutmes —dijo Anubis. — El centro de tus sentimientos, la sede de tus pensamientos, tu moralidad, tu memoria, tu inteligencia, tu conciencia, tu imaginación, tu valor, tu fuerza vital y tus deseos... lo tomo para que seas juzgado. —habló y mostró sobre su palma un escarabeo que representaba a su corazón. — Ahora, Thutmes, decidle a nuestro Señor Osiris todo aquello que te hace limpio, pues lo que digáis con tu boca será afirmado con el peso de tu corazón —Anubis se movió a su lado una vez más y esperó.

Thutmes se arrodillo frente a los presentes y sintiendo como el miedo le carcomía por dentro empezó a hablar.

—Salve, Dios Grande, Amo poderoso... pues he llegado hasta ti y te traigo mi corazón en el cual solo habita la Verdad y la Justicia porque he sacado de él todo el mal. —recitó y postró su frente sobre el suelo. — Yo no he hecho mal a los hombres... Yo no empleé la violencia con mis parientes... Yo no reemplacé la injusticia a la justicia... Yo no frecuenté a los malos... Yo no cometí crímenes... Yo no blasfemé de los dioses... Yo no hice sufrir a otro pues mi corazón detesta la brutalidad. Yo soy puro, ¡Soy puro! Pues he sido purificado. 

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