Era cosa de todas las clases.Miradas, sonrisitas, toques efímeros en sus manos al entregar algún trabajo. Park Jimin estaba jugando con su cordura, con su control.
El deseo de poseer a aquel joven de cabello rosa como una dulce goma de mascar, y ojos oscuros tan profundos como un abismo, estaba ahí desde que había comenzado el semestre.
Desde que lo vió sentado en uno de los pupitres que se encontraban justo al frente, con muslos gruesos atrapados en jeans azules con rasgaduras en las rodillas.
Desde que su olor a jazmín llegó a sus fosas nasales cuando el chico se acercó a anotar su nombre en la lista improvisada que estaba armando por problemas con la impresora en la sala de profesores.
Desde que escucho su dulce voz al exteriorizar una duda sobre la escala de evaluaciones.
Desde que observó la delicadeza con la que se colocaba bálsamo humectante con sabor a fresa sobre sus gruesos labios, dejándolos con un leve color rosado, tan apetecibles a la vista.
Desde que supo de su existencia. Ahí, desde ahí supo que tenía que tomarlo.
Pero no podía. Claro que no.
Porque era su alumno, uno de los mejores cabe destacar. Yoongi intentó tomar la mayor distancia posible. Jamás había sentido atracción por alguno, pero tenía claro que era incorrecto, inmoral.
Min Yoongi luchaba todos los días contra el deseo, las ganas, las ansias. Contra sus instintos más primitivos.
Aunque, eso a Park Jimin no le importaba, lo notó desde que captó aquella mirada profunda sobre su persona cuando todos sus demás alumnos trabajaban en silencio, perdidos en su propio mundo. Pero Jimin lo miraba, sin pena, sin importarle que ya hubiera sido descubierto.
Era descarado, y su mirada atrayente le dificultaba el trabajo de mantenerse al margen.
Así todas las clases, hasta ahora.
El semestre había llegado a su fin, y probablemente no se verían otra vez, más que de casualidad dentro del campus. Eso a Yoongi le aliviaba, tal vez si no lo veía, esa sensación de querer ponerle las manos encima desaparecería sin más.
Había rogado por que fuera de esa manera, pero desgraciadamente para su desdichada existencia no fue así. Las primeras tres noches de las vacaciones tuvo sueños húmedos, donde unos labios pomposos y suaves eran protagonistas de las más obscenas felaciones que su mente pudo proyectar.
En la cuarta noche tuvo que hacer uso de su mano derecha para brindarse placer a sí mismo. Era un hombre de 30 años, por Dios, se sentía patético por haberse masturbado pensando en aquel muchacho de hebras rosadas. Pero no tenía otra alternativa de todos modos.
Jamás se casó. Nadie había logrado atraparlo para hacerlo prometer fidelidad y amor por el resto de sus días. Le parecía abrumante, fantasioso, irreal. ¿Amor eterno?
Demasiado peso con el cual cargar.
Y en la quinta noche, cuando regresó a su departamento después de tomarse unas copas con su mejor amigo y colega, Jung Hoseok, estaba dispuesto a tomarse un baño caliente, comer algún ramen instantáneo que tuviera en la alacena y dormir hasta tarde porque no tenía planes al siguiente día, pero el sonido de una notificación en su celular cambió el rumbo de las cosas.
Se sentía algo mareado, era buen bebedor pero no había comido durante la tarde, por eso el alcohol hizo efecto en él más rápido de lo normal. Y por eso, porque el alcohol es un bendito desinhibidor, respondió rápidamente aquel mensaje que había hecho a su corazón latir con fuerza dentro de su pecho.
Park Jimin le había escrito.
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More 🍓 | YOONMIN
FanficPark Jimin había encontrado la forma más sencilla para conseguir lo que quería. Todos eran así de sensibles al final. Su profesor de Literatura Grecolatina no sería la excepción. "Ya eres mayor, apuesto a que te has olvidado de como es tener una er...