Grupo sanguíneo

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Me dirigí a clase de lengua a un en las nubes, tal era así que al entrar ni siquiera me di cuenta de que la clase había comenzado.

—Gracias por venir, señorita Luthor—saludó despectivamente el señor Masón.

Me sonrojé de vergüenza y me dirigí rápidamente a mi asiento.

No me di cuenta de que en el pupitre contiguo de siempre se sentaba Winn hasta el final de la clase. Sentí una punzada de culpabilidad, pero tanto él como Jimmy se reunieron conmigo en la puerta como de costumbre, por lo que supuse que me habían perdonado del todo. Winn parecía volver a ser el mismo mientras caminábamos, hablaba entusiasmado sobre el informe del tiempo para el fin de semana. La lluvia exigía hacer una acampada más corta, pero aquel viaje a la playa parecía posible. Simulé interés para maquillar el rechazo de ayer. Resultaría difícil; fuera como fuera, con suerte, sólo se suavizaría a los cuarenta y muchos años. Pasé el resto de la mañana pensando en las musarañas. Resultaba difícil creer que las palabras de Kara y la forma en que me miraba no fueran fruto de mi imaginación. Tal vez sólo fuese un sueño muy convincente que confundía con la realidad. Eso parecía más probable que el que yo le atrajera de veras a cualquier nivel.

Por eso estaba tan impaciente y asustada al entrar en la cafetería con Nua. Le quería ver el rostro para verificar si volvía a ser la persona indiferente y fría que había conocido durante las últimas semanas o, si por algún milagro, de verdad había oído lo que creía haber oído esa mañana. Nia cotorreaba sin cesar sobre sus planes para el baile —Lauren y Angela ya se lo habían pedido a los otros chicos e iban a acudir todos juntos—, completamente indiferente a mi desinterés.

Un flujo de desencanto recorrió mi ser cuando de forma infalible miré a la mesa de los Danvers. Los otros cuatro hermanos estaban ahí, pero él se hallaba ausente. ¿Se había ido a casa? Abatida, me puse a la cola detrás de la parlanchina Nia. Había perdido el apetito y sólo compré un botellín de limonada. Únicamente quería sentarme y enfurruñarme.

—kara danvers te vuelve a mirar —dijo Nia; interrumpió mi distracción al pronunciar su nombre—. Me pregunto por qué se sienta solo hoy.

Volví bruscamente la cabeza y seguí la dirección de su mirada para ver a Kara, con su sonrisa picara, que me observaba desde una mesa vacía en el extremo opuesto de la cafetería al que solía sentarse. Una vez atraída mi atención, alzó la mano y movió el dedo índice para indicarme que lo acompañara. Me guiñó el ojo cuando lo miré incrédula.

—¿Se refiere a ti? —preguntó Nia con un tono de insultante incredulidad en la voz.

—Puede que necesite ayuda con los deberes de Biología —musité para contentarla—. Eh, será mejor que vaya a ver qué quiere.

Pude sentir cómo me miraba al alejarme.

Insegura, me quedé de pie detrás de la silla que había enfrente de Kara al llegar a su mesa.

—¿Por qué no te sientas hoy conmigo? —me preguntó con una sonrisa.

Lo hice de inmediato, contemplándolo con precaución. Seguía sonriendo. Resultaba difícil concebir que existiera alguien tan guapo. Temía que desapareciera en medio de una repentina nube de humo y que yo me despertara. Él debía de esperar que yo comentara algo y por fin conseguí decir:

—Esto es diferente.

—Bueno —hizo una pausa y el resto de las palabras salieron de forma precipitada—. Decidí que, ya puesto a ir al infierno, lo podía hacer del todo.

Esperé a que dijera algo coherente. Transcurrieron los segundos y después le indiqué:

—Sabes que no tengo ni idea de a qué te refieres.

crepúsculo ( supercob gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora