En realidad cuando me senté en mi habitación e intenté concentrarme en la lectura del tercer acto de Macbeth, estaba atenta a ver si oía el motor de mi coche. Pensaba que podría escuchar el rugido del motor por encima del tamborileo de la lluvia, pero, cuando aparté la cortina para mirar de nuevo, apareció allí de repente.
No esperaba el viernes con especial interés, sólo consistía en reasumir mi vida sin expectativas. Hubo unos pocos comentarios, por supuesto. Jessica parecía tener un interés especial por comentar el tema, pero, por fortuna, winn había mantenido el pico cerrado y nadie parecía saber nada de la participación de Kara. No obstante, Nia me formuló un montón de preguntas acerca de mi almuerzo y en clase de Trigonometría me dijo:
—¿Qué quería ayer Kara Danvers?
—No lo sé —respondí con sinceridad—. En realidad, no fue al grano.
—Parecías como enfadada —comentó a ver si me sonsacaba algo.
—¿Sí? — mantuve el rostro inexpresivo.
—Ya sabes, nunca antes le había visto sentarse con nadie que no fuera su familia. Era extraño.
—Extraño en verdad —coincidí.
Parecía asombrada. Se alisó sus rizos oscuros con impaciencia. Supuse que esperaba escuchar cualquier cosa que le pareciera una buena historia que contar.
Lo peor del viernes fue que, a pesar de saber que él no iba a estar presente, aún albergaba esperanzas. Cuando entré en la cafetería en compañía de Nia y Winn, no pude evitar mirar la mesa en la que Eve, Alex y kelly se sentaban a hablar con las cabezas juntas. No pude contener la melancolía que me abrumó al comprender que no sabía cuánto tiempo tendría que esperar antes de volverlo a ver.
En mi mesa de siempre no hacían más que hablar de los planes para el día siguiente. Winn volvía a estar animado, depositaba mucha fe en el hombre del tiempo, que vaticinaba sol para el sábado. Tenía que verlo para creerlo, pero hoy hacía más calor, casi doce grados. Puede que la excursión no fuera del todo espantosa.
Intercepté unas cuantas miradas poco amistosas por parte de Lauren durante el almuerzo, hecho que no comprendí hasta que salimos juntas del comedor. Estaba justo detrás de ella, a un solo pie de su pelo rubio, lacio y brillante, y no se dio cuenta, desde luego, cuando oí que le murmuraba a winn:
—No sé por qué Lena —sonrió con desprecio al pronunciar mi nombre— no se sienta con los Danvers de ahora en adelante.
Hasta ese momento no me había percatado de la voz tan nasal y estridente que tenía, y me sorprendió la malicia que destilaba. En realidad, no la conocía muy bien; sin duda, no lo suficiente para que me detestara…, o eso había pensado.
—Es mi amiga, se sienta con nosotros —le replicó en susurros winn, con mucha lealtad, pero también de forma un poquito posesiva. Me detuve para permitir que Nia y Angela me adelantaran. No quería oír nada más.
Durante la cena de aquella noche, lionel parecía entusiasmado por mi viaje a La Push del día siguiente. Sospecho que se sentía culpable por dejarme sola en casa los fines de semana, pero había pasado demasiados años forjando unos hábitos para romperlos ahora. Conocía los nombres de todos los chicos que iban, por supuesto, y los de sus padres y, probablemente, también los de sus tatarabuelos. Parecía aprobar la excursión. Me pregunté si aprobaría mi plan de ir en coche a Seattle con Kara danvers. Tampoco se lo iba a decir.
—Papá —pregunté como por casualidad—, ¿conoces un lugar llamado Goat Rocks, o algo parecido? Creo que está al sur del monte Rainier.
—Sí… ¿Por qué?