Mientras observaba el cielo nocturno, divisé una nave gris en llamas que se desplazaba a simple vista. Me sentí intrigado y, con curiosidad, decidí seguir su posible trayectoria. Armado con una linterna, me adentré en el bosque, escuchando el mugido de las vacas y sintiendo el viento acariciando los maizales. La oscuridad del bosque dificultaba mi orientación y me obligaba a avanzar con precaución, tratando de encontrar algún punto de referencia.
Realmente no sé en qué estaba pensando, tengo mucho tiempo libre, tal vez sea eso. Las pocas personas que conozco dicen que debería trabajar más y no perder en tiempo en cosas nada productivas. Por mi parte no creo que sea algo malo, tal vez inusual, aunque sea algo negativo, me gusta ser así.
Pasados unos veinte minutos las nubes ocultaron la luna llena y el viento gélido golpeó mi pecho, al abrochar mi chamarra logré ver el cráter que ocasionó la caída de la nave, me acerqué con cuidado al borde para observar, sin tener tiempo de reacción la tierra se soltó, resbalé y caí. Me levanté lo más rápido que pude, la única seguridad era la luz de la linterna que ahora no encontraba.
Me agaché y tanteé el suelo, hasta que di con ella, encendí y apunté a la nave la cual era del tamaño de un auto familiar, con forma de huevo. Sentí una inmensa curiosidad, antes de dar siquiera un vistazo un sonido metálico surgió del interior de la nave huevo, con celeridad vi 2 masas rosas saliendo por un orificio redondo, sin comprender aún la escena, estas reptaron en mi dirección. Trepaba como podía por el cráter, no obstante, la tierra estaba muy suelta y resbalé.
El cacarear de los gallos me despertó, perplejo miré a mi alrededor, mi habitación, todo en orden, el reloj en la mesa de noche marcaba las 7:17 de la mañana. Comencé a recapitular la noche anterior, nunca tengo sueños tan vividos. Algo andaba mal...
Me cepillé los dientes, luego me lavé la cara, me vi en el espejo, tenía cortes en la cara, me observé las manos, igual, pequeñas heridas. Limpié todas las heridas y salí a la cocina, me petrifiqué, el olor del tocino inundaba la casa, yo vivo solo.
Asustado y sin saber que pensar, tomé un pequeño martillo que usé hace unos días para colgar unos cuadros holográficos. Caminé sin hacer ruido hasta la cocina. Una mujer esbelta y de cabello largo estaba preparando el desayuno, silbaba mientras volteaba los huevos. Mediría cerca de 1.60, sería una persona normal, de no ser por la piel rosa.
-Buenos días, ya está listo el desayuno.
Su tono de voz me era demasiado familiar.
- ¿Quién eres y por qué estás en mi casa?
Nos miramos a los ojos fijamente, fue un silencio muy lúgubre. Comencé a sudar frío, un escalofrío nacía en mi espada para terminar en mi nuca. Dio un paso, luego dos, yo no me moví, estaba congelado del miedo.
- ¿De qué hablas Polk?
Sabía mi nombre y no solo eso, ahora tu tono de voz era condescendiente ¿Qué hago? Me conocía y estaba en mi casa.
-Eres la cosa que salió de la nave, eres un alíen, desde la escuela nos enseñan que no debemos ocultarnos. Me van a matar...
Era cierto, si el gobierno sabía que fue en búsqueda de una nave, era cárcel segura. Pero aún, ahora lo tenía en casa, la acusación sería bajo el cargo de conspirar contra la humanidad.
La cosa sirvió el desayuno, ignorándome. Se sentó y comenzó a comer.
-Te sabrá malo si lo comes frío.
Luego de decirme eso, tomó un sorbo de café. Un alíen en casa, comiendo.
-Esto es un sueño muy extraño, nunca he comido en un sueño.