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Kazuki estaba de regreso a su apartamento que compartía con Rei, había pasado por algunos víveres necesarios, ya que debido a que vivía con dos personas demasiado consumistas de alimentos, la comida realmente no duraba demasiado.

Más ahora que Miri tenía 8 años y era toda una niña de primaria sana y fuerte, ella no sólo había aumentado su tamaño, también su apetito se agrandó con el paso de los años. Vaya, era increíble que ya habían pasado cuatro años con la pequeña hija adoptiva que tenían, se sentía como un suspiro.

Apenas hace unos años era una chiquilla que corría desprevenida por los rincones de la casa y hacía pucheros adorables a sus dos padres cada vez que algo no salía cómo ella quería, o tiraba todas las cosas que tocaba pidiendo disculpas luego de realizar su travesura.

Era un alivio que todos esos desastres ya no fueran parte de sus vidas, ahora sus mayores problemas eran ayudarla con las tareas que ella no comprendía, aconsejarla porque algún compañero de clase la hizo sentirse triste o peinarla para asistir a sus clases perfectamente aseada y tan radiante como una linda princesa.

De repente un golpe atravesó en sus pensamientos y recayó sobre su pecho.

A decir verdad, extrañaba mucho tener a un pequeño ser dando vueltas por toda la casa, y llamándolos "papá" con una adorable voz aguda.

Y no es que se estuviera quejando de Miri, por supuesto que no, ella siempre sería su niña hermosa, su princesa, ahora de primaria.
Y Miri realmente les había traído luz a sus vidas, incluso había ayudado mucho con su relación con Rei, porque con el tiempo ellos se dieron cuenta de que su mutua compañía y el rol familiar que habían adoptado los hacía sentirse muy bien. Kazuki había descubierto que amaba muchas cosas en Rei, además de el propio Rei. Y Rei, aunque costó, también lo había aceptado y le había abierto su corazón.

Ahora él tenía todo lo que había deseado, una familia.

Tenía una bella niña inteligente y bondadosa que día a día le hacía crecer una necesidad de protegerla y amarla para siempre, una pareja a la cual adoraba demasiado y día y noche, en cada oportunidad palpable, se lo recordaba, con besos o con caricias se lo demostraba, y durante rutinas domésticas, laborales o íntimas, lo volvía a confirmar.

Él era pleno, era un orgulloso padre de familia y un afortunado Alfa que tenía a el más atractivo Omega y a su amada niña. Lo tenía finalmente.

Pero mentiría si dijera que no había empezado a extrañar la sensación de un bebé en casa, un lugar en el fondo de su corazón se había quedado con el deseo de ver a su pareja cargando con su bebé en su vientre, yendo juntos a los ultrasonidos y las clases prenatales, poder sentir a su hijo o hija en el redondo vientre de su progenitor y esperar juntos su llegada al mundo.

Él había perdido eso con su difunta esposa, y tenía esa pequeña espina en el corazón. Jamás pudo cumplir con ese deseo completamente, él de verdad quería volver a vivir esa sensación de la increíble espera.

Sabía que probablemente estaba siendo algo nostálgico o tonto para querer tener esa experiencia otra vez. Pero es que con Rei como pareja, Miri como su hija, y él finalmente agradecido con su familia, quería dar ese paso de nuevo. Un nuevo comienzo.

Kazuki ya no sufría por la muerte de su esposa, pero tampoco la había olvidado del todo, era un recuerdo apacible que ahora no era una pesadilla. Él había aceptado que las cosas ya no serían iguales jamás.

Yuzuko estaba descansando tranquilamente, y él podía iniciar de nuevo.

Quería que su camino se agrandase, quería avanzar y aprovechar las oportunidades que le diera la vida. Por ejemplo, no tener solo una hija con Rei ¿Por qué no dos? Incluso tres.

¡I WANT A BABY!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora