Jacinto

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Los zapatos de tacón resonaban furiosos contra el mármol a cada paso que daba. Toda persona en el castillo sabía que sólo significaba una cosa, la princesa estaba furiosa. Generalmente la princesa es de carácter agradable y dulce, aunque un poco caprichosa, pero nadie quiere interponerse en su camino cuando está furiosa. Así que en cuanto escuchaban como se acercaba, todo el mundo se apartaba de su camino, ocultándose donde podían, dentro de armarios, cuartos, detrás de las cortinas e inclusive dentro de jarrones.

Pero sí hay alguien que puede enfrentarse a ella en este estado, además de sus padres, ese era Ezra. El segundo príncipe, su hermano y mejor amigo.

-Vamos Angela, por favor.. agh... detente- Apenas podía hablar mientras iba tras de ella. Nadie se dió cuenta en qué momento se había escabullido para correr a toda velocidad tratando de alcanzar su hermana- no puedo.... aj,aj...respirar.-

-¡Pues entonces no me sigas! Eres muy ¡molesto!- le gritó desde la puerta de su habitación antes de azotarla con tal fuerza que el ventanal contiguo se resquebrajó en miles de pedacitos. Ezra se detuvo al instante cubriendo sus oídos y encogiendo los hombros del susto.

Cuando finalmente pudo llegar a la habitación de Angela, se tomó un momento para recomponerse por completo antes de tomar la perilla de la puerta y finalmente entrar.

El cuarto es grande, muy grande, sin embargo luce un poco vacío, al punto de que pareciera no estar en uso, dando la impresión de un simple cuarto de invitados. Todo se encontraba en orden, en la cama solo se observaba una simple sábana blanca perfectamente planchada, mientras que las pesadas cortinas no permitían pasar el mínimo rayo de luz mientras permanecían cerradas. Otra persona se hubiera retirado pensando que nadie se encontraba dentro, pues no había rastro de la princesa a la vista, pero su familia la conocía demasiado bien. Así que yendo directamente hacia la cama, se recostó en el suelo y rodó hasta que su espalda topó con la de Angela. No dijo nada por un minuto. Fue hasta que su hermana soltó un pesado suspiro que habló. Sin voltear ni moverse.

-¿Cómo te sientes?-

-Meh... podría estar mejor- sonaba un poco cansada.

-... No deberías reprimirte.-

-La ventana no opina igual, je.-

-An, sabes a lo que me refiro.-

-Lo sé... Lamento haber gritado.-

-No importa.-

-Sí importa, te grité, me desquite contigo y no estuvo bien.-

-Básicamente te desquitaste con la pobre puerta, no conmigo, yo estoy bien.-

-Gracias, Ez.-

Esta vez Ezra volteó un poco la cabeza para ver a su hermana.

-¿Puedo hacerte dos preguntas?-

-Esa es la primera, ¿cuál es la segunda?-

-Tú... ¿lo odias?-

Siendo sincera, esa pregunta la tomó por sorpresa ya que sabe exactamente a lo que se refiere. Se volteó cuidadosamente para quedar de frente a Ezra, posiblemente buscando un poco más de confidencialidad.

-Algunas veces quisiera hacerlo, de verdad quiero odiarlo y jamás volver a verlo. Pero simplemente no puedo, no sólo porque sea nuestro padre biológico, sino porque a pesar de todo es una buena persona y... agh... buen padre. No quiero admitirlo pero... no, olvida lo último.-

Su hermano sonrío al darse cuenta de lo que trataba de decir.

-Lo aprecias.-

-¡¿Quién dijo eso?!- Angela no pudo evitar sentirse avergonzada cuando se vio descubierta por su hermano.

Lirios color lavanda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora