prólogo

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Tu más que nadie sabes lo sincera que puedo llegar a ser, mucho más cuando algo empieza a doler.
Siempre fui sincera y te expresé mi amor honesto, te enseñé mis grietas y te deje formar parte de mi vida. Te permití estar conmigo en esas noches frías ¡te entregué mi vida!

Pero la vida me mostró que mi vida no eras tú, entendí que mi vida soy yo, que la vida va mucho más allá del amor, que para amarte primero debo amarme yo. Que para poder compartir sentimientos primero debe haber amor, un amor sin peligro de extinción, un amor que no se sostenga de costumbre. Ni mucho menos de un amor que más que amor sea dependencia y dolor

No faltan las preguntas en cada oración, esas preguntas que me dicen ¿porqué tardaste tanto en parar tu dolor? ¿Porqué te quedabas sufriendo por amor? ¿Porqué el si habían miles buscando tu amor?

Y yo solo puedo responder: por que el me enseñó lo que todo primer amor enseña; a amar, a perdonar, a sanar...

Me enseñó lo que el desamor puede causar y lo fuerte que puedo ser por mi cuenta, me enseño que el amor no solo son besos y caricias con las hormonas revueltas, que la conexión entre dos almas existe sin intensión alguna de tocarse y besarse con esmero

Por que nuestro amor fue sincero hasta que todo se volvió ajeno a lo nuestro, hasta que la confianza empezó a faltarnos y la distancia nos fue afectando. Hasta que nos dimos cuenta de que nos habíamos distanciado, que habíamos cambiado. y ya no eramos dos adolecentes jugando con fuego y miradas retadoras, ahora eramos dos jóvenes aferrados a recuerdos, esos recuerdos donde nos amábamos y arruinavamos lo nuestro.

Dos jóvenes que trataban de recuperar lo que hace mucho habían perdido, creo que eso nos hizo sentirnos vivos en momentos efímeros, recordar lo lindo. Apartar lo malo, y sanar lo roto. Eso hicimos hasta que la realidad nos golpeó el rostro, con fuerza y maldad.

Solo que nuestra fuerza de voluntad era más, y ese supuesto amor podía contra cualquier adversidad, contra todo lo demás.

Hasta con nosotros mismos.

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