| Prólogo |

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—Creaste aquello que podía matarte, Voldemort.

Es importante mencionar que todos los derechos de autor de Harry Potter pertenecen a su autora, J.K. Rowling. Este fanfic es simplemente una adaptación de su historia y no pretende ser otra cosa.

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Dumbledore bajó la mirada, sumido en sus pensamientos. Sus ojos, empañados por la melancolía, recorrieron los empedrados caminos de Godric's Hollow, que se desvanecían en la neblina de la lluvia persistente. De vez en cuando, los relámpagos rasgaban la oscuridad de la noche, iluminando brevemente las sombras y salpicando el suelo con destellos fugaces. En su mente, resonaba el eco de una noche fatídica: la noche de Halloween de 1981. Un aniversario que llevaría consigo el sacrificio de James y Lily Potter, y el nacimiento de un niño cuyo destino cambiaría el curso de la historia. Harry Nigellus Potter.

La mirada de Dumbledore se posó en el niño, pequeño y frágil, con la piel tan pálida como la nieve. Sus ojos esmeralda brillaban con una intensidad hipnótica, llenos de una curiosidad inocente. Una lágrima se asomó tímidamente en los ojos cansados de Albus, pero antes de que pudiera caer, la luz vacilante de la vela la desvaneció. Sin embargo, cuando la oscuridad volvió a envolver la escena, la lágrima emergió nuevamente, esta vez frente a Privet Drive, donde su destino comenzaba a escribirse.

"Buenas noches, Minerva", murmuró Dumbledore, su voz quebrada, como si el peso de los años lo estuviera desgarrando.

Desde lo alto, sobre el techo de un automóvil estacionado, un gato negro observó con atención. Sus ojos brillaron con una intensidad inhumana, reflejando una sabiduría antigua y profunda. En un parpadeo, el felino comenzó a transformarse, su cuerpo retorciéndose con una rapidez sorprendente. En segundos, se erguía ante él una figura humana, de movimientos fluidos pero decididos.

"Albus", susurró Minerva McGonagall, su tono grave y pesaroso. "Ellos..."

"Muertos", completó Dumbledore, sus palabras cargadas de una dolorosa certeza.

Albus Dumbledore había sido, sin lugar a dudas, un mago de gran poder. Enemigo de muchos, pero con la suficiente fuerza para infundir miedo en cualquiera que se atreviera a desafiarlo. Había presenciado numerosas muertes a lo largo de su vida, algunas más dolorosas que otras, pero ninguna tan devastadora como la de James y Lily Potter. Esa pérdida, más que ninguna otra, había dejado una marca indeleble en su alma, una cicatriz invisible que no lograba sanar.

Minerva McGonagall bajó la cabeza, sus ojos reflejando una tristeza profunda mientras el recuerdo de James y Lily se cernía sobre ella. Con un suspiro ahogado, sacó un pañuelo y, con manos temblorosas, secó las lágrimas que amenazaban con caer, luchando por mantener el control de sus emociones.

"Harry... ¿lo mató? ¿Es cierto, Albus?" susurró McGonagall, la voz quebrada por la incredulidad y el dolor.

"Más de lo que puedo creer", murmuró Dumbledore, sus palabras vacilando como si no quisiera aceptarlas. Su mirada no se apartaba de Harry, que dormía ajeno a todo lo que sucedía. "No sé qué ocurrió exactamente... el cómo, el porqué... Hay cosas que aún no comprendo. Pero lo que sé, Minerva, es que debemos protegerlo. Harry... no debe conocer este mundo tan peligroso."

"¿A qué te refieres, Albus?" preguntó McGonagall, su voz cargada de confusión.

"Harry no debe conocer su historia", respondió Dumbledore, y aunque sus palabras eran firmes, en su tono se podía percibir la desesperación contenida. Como si no quisiera decir lo que su corazón le gritaba, como si estuviera luchando con cada sílaba que salía de sus labios.

| Harry Potter | El Legado del InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora