Capítulo Cuatro

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Me estaba mirando y no sabía cómo comportarme.

-¿De dónde la sacaste? -gruñó, sosteniendo el libro en su mano.

-¿A ti qué te importa? -me acerqué a él tratando de arrebatarle el objeto, pero lo levantó hacia arriba, fuera de mi alcance.

-Te lo pregunto de nuevo. ¿De dónde sacaste este libro? -me miró ferozmente a los ojos.

-No es asunto tuyo, maldito. ¡Devuélvemelo ahora!

-¡Habla!

-¡No! -gritamos tan fuerte que finalmente las guardias bajaron corriendo con sus armas listas.

Ace escondió el libro detrás de su espalda.

-¿Qué está pasando? -preguntó una de ellas.

-Nada, pueden irse. -respondí tranquilamente aunque por dentro estaba hirviendo.

-Escuchamos claramente gritos.

-Dije que se vayan, así que váyanse. ¡No me obliguen a tener que despedirlas! -gruñí.

Obedecieron mi orden y se marcharon.

-Así que, escucho. -se dirigió a mí- ¿Sabes que esto es ilegal? -preguntó, sonriendo maliciosamente.

-¿Y qué, debo pensar que te preocupas por mí? -levanté una ceja.

-Si te meten en la cárcel, me enviarán de vuelta a la selección, así que sí, tengo algún interés en esto.

-Si te digo de dónde lo saqué -señalé el libro en su mano- Entonces tú me dirás quién eres realmente. -sonreí satisfecha con mi plan.

-No hay jodida manera. -sacudió la cabeza.

-Entonces, está bien. -encogí los hombros.

Me sorprendió:

-Bien, te lo diré si me llevas a un lugar específico.

-No puedo llevarte a ningún sitio. -dije seriamente.

-¿Quieres saber sobre mí o no?

-No se trata de eso. Necesito un permiso especial y eso lleva mucho tiempo.

No parecía preocuparse por eso. Este chico parecía tener un plan para todo.

-No eres como las demás. Solo di que quieres el permiso de inmediato. Dudo que alguien se atreva a oponerse a la hija de la presidenta. -tenía mucho sentido, pero había una gran probabilidad de que mi madre se enterara de todo y me haría muchas preguntas. Podría empezar a sospechar y últimamente estaba muy alerta. Ni siquiera sabía qué me pasó por la cabeza para hacer algo ilegal. Como si no pudiera seguir las reglas y no ponerme en peligro, lo que era muy alto.

-¿Cómo puedo estar segura de que no te escaparás cuando estés afuera?

-No tienes esa garantía, pero por ahora no tengo eso en mente. -suspiré, frotándome la frente. No sabía qué hacer. ¿Podía confiar en él? Por supuesto que no. Es un hombre y además sospechaba que era un rebelde.

-¿Tenemos un acuerdo? -preguntó, extendiendo su mano hacia mí.

Dudé un momento antes de tomar una decisión, pero finalmente apreté su mano. El chico sonrió ampliamente, pero la felicidad no llegó a sus ojos.

-Si haces una sola tontería, estás acabado. -gruñí, señalándolo con el dedo.

-Por supuesto, cariño.

Como sospechaba desde hace tiempo, mi amiga Lizzy vino a visitarme. Sabía que la principal razón era Ace, pero aun así estaba muy contenta de verla. Quería hablar con alguien normal por fin.

El Rebelde - Orquesta 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora