𝘁𝗵𝗲 𝗱𝗼𝗼𝗿𝗺𝗼𝘂𝘀𝗲 ; alice in borderland

uno. the police station

La estación de policías estaba muy ajetreada ese día. Oficiales uniformados marchando por los pasillos, ruido de papeles en los escritorios de los detectives y un borracho estaba siendo sacado de una celda por las payasadas que hizo la noche anterior.

Michiko observó todo lo que sucedía mientras esperaba, sentía que varios ojos observaban detalladamente cada uno de sus movimientos en caso de que ella intentara huir. Dejó escapar un resoplido de impaciencia, jugueteando aburrida con el anillo en su dedo. Habían confiscado su teléfono junto con alguna chuchería que había robado al azar y su preciada patineta. No tenía nada más con que entretenerse mientras esperaba, a menos que robara algo del escritorio del oficial Nakajima, aunque sólo fuera para fastidiar al hombre. Pero pensó que ya estaba en suficientes problemas.

Justo cuando sintió que sus piernas comenzaban a entumecerse, una voz masculina interrumpió su aburrimiento.

- Esta es la tercera vez que te veo este mes, Michiko. Pensé que ya habías aprendido la lección - el hombre apareció a la vista, tenia el ceño fruncido y su cabello negro apenas comenzaba a encanecer, un regalo de sus años en la fuerza.

Hiroshi Nakajima, también conocido como el oficial que generalmente procesaba a Michiko cada vez que la traían. Era un hombre amigable, a Michiko le agradaba, a pesar de querer patearle el trasero la mayor parte del tiempo porque era demasiado amable.

Michiko le sonrió inocentemente. - ¿Aprendido a no ser atrapada?

Nakajima se sentó, golpeando un archivo en el escritorio. Su archivo. - No, Michiko, creía que ya sabías que robar está mal. Esta es la tercera vez que te traen por robar en tiendas de conveniencia, sin mencionar las dos veces el mes pasado por vandalismo - ella lo miró divertida. Esas pinturas suyas eran ciertamente obras de arte. - Escucha, me agradas, pero no puedo hacer mucho para evitar que te metas en problemas. Por la forma en que te diriges, estarás en un centro de detención juvenil. Y no quiero verte en eso.

Michiko resopló y puso los ojos en blanco. - Al menos eso me alejará de la señorita Mahiru.

Un golpe en el escritorio la sobresaltó, Nakajima la miró enojado y levantó la voz. - ¡Lo digo en serio! Necesitas dejar de actuar así, o no podré ayudarte más.

- No pedí tu ayuda - murmuró. Michiko no podía mirar al hombre a los ojos. Sabía que él tenía buenas intenciones, pero simplemente no se podía encontrar en sí misma para seguir su consejo.

Nakajima solo suspiró y se frotó la frente. - Bueno, supongo que la próxima vez, no te echaré una mano porque claramente no la quieres.

Un silencio incómodo descendió entre los dos, interrumpido solo por el ajetreo y el bullicio del resto del personal en la estación. Michiko no se atrevió a soltar ningún comentario sarcástico, nunca había visto al oficial Nakajima tan frustrado. Casi se sintió mal, ella no quería terminar en la cárcel, pero sabía que era exactamente hacia donde se dirigía si no cambiaba su actitud.

El mundo nunca había sido amable con ella, dieciséis años había estado viva y no muchos de ellos habían sido buenos, apenas tenía recuerdos que valgan la pena. Si el mundo nunca le había mostrado ni una pisca de amabilidad, entonces, ¿por qué ella debería mostrar bondad al mundo? Tal vez su destino era terminar en el reformatorio antes de cumplir los diecisiete.

La tensión se cortó cuando otra voz entró en la conversación, ella había llegado.

- Lo siento mucho, oficial. Llegué aquí lo más rápido que pude - Michiko puso los ojos en blanco ante la voz falsa y enfermizamente dulce que se disculpaba con el oficial Nakajima.

- Ah, buenas tardes, señorita Mahiru - el hombre se levantó para saludar a la mujer a cargo del hogar grupal de Michiko. Le hizo una seña para que lo siguiera y se apartaron de la adolescente para hablar en privado. Sus voces se desvanecieron a medida que avanzaban, pero Michiko todavía captó algunos fragmentos.