Entre el tumulto de personas que corrían y gritaban desesperadamente por las calles con el único fin de llegar al fuerte que los salvaría de una muerte segura, algunos se caían y eran pisoteados por zapatos y tacones apresurados, otros avariciosos y egoístas empujaban sin piedad a cualquiera que se les cruzara por el camino, y algunos otros se aseguraban de que toda su familia llegará a salvó, por último se encontraba una joven abatida con el alma hecha pedazos buscando la mirada azul de su amado, al que no ha podido ver en varios días a causa de su cruel padre.
Al sentir que los minutos pasaban y no había rastro alguno de su novio comenzaba a sentir un nudo formandose en su garganta, pero está vez no dejaría que la tristeza la consumiera, decidida comenzó a correr ya gritar con todas sus fuerzas el nombre de él, hasta que desafortunadamente un tipo de complexión ancha la empujó al suelo. Debido a esto la joven se sintió completamente consumida por la desesperanza, a tal punto de llegar a creer que moriría ahí mismo, pisoteada por las personas, al fin y al cabo nunca la habían tratado bien, ni su hermana, ni su madre, y mucho menos su padre, pero él, su prometido de mirada cálida como el cielo azul de primavera la había tratado de maravilla desde el primer momento.
Aún derrotada y con lágrimas recorriendo sus mejillas sonrosadas por el frío se levantó y con ojos ansiosos los buscaba una vez más entre la caótica multitud. Está vez si tuvo éxito, a unos metros de encontraba él con el rostro lloroso y angustiado, entonces sus miradas se encontraron y colisionaron en una epifanía que les decía que el amor entre ellos era inevitable y verdadero, mientras los demás a su alrededor buscaban su propia salvación, ellos se buscaban y se encontraban para comprobar una vez más que su amor era fuerte e inmenso que cualquier adversidad.
Entre el caos él grito el nombre de ella, y ella grito con el nombre de él mientras corrían con efusiva necesidad hasta estar frente a frente. Fue él quien dió el primer paso y rodeo a su amada con sus brazos, ella lo correspondió entusiasta y se abrazaron con tal intensidad que ya nada importaba, ni siquiera necesitaban pronunciar palabra alguna, el sentir la calidez de sus cuerpos abrazados profanaba todo el amor que se tenían. Se separaron lentamente por un momento para contemplarse, tal vez, por última vez. Ella a ver los tiernos ojos azules de él sintió tranquilidad y supo por completo que el amor de él le dió todo cuando no tenía nada ni a nadie.
Las lágrimas que adornaban sus rostros eran, está vez, de felicidad absoluta se abrazaron aún más fuerte, el calor de sus cuerpos reconfortaba sus almas, que hasta hace un momento estaban afligidas y angustiadas. Al mismo tiempo se escuchó que algo caía, no les sabría decir si fue una bomba o un meteorito. El estruendo fue abrumador, aterrador e insoportable, luego de eso solo quedó la cosfosis.
Después de tantos años sigo sin estar segura si fue consecuencia de la guerra o del apocalipsis, sin embargo de lo único que estoy segura es de que aquella joven de vida miserable, mirada frágil y melancólica de alma marchita, siempre se sintió querida, fuerte y protegida estando en los brazos del único hombre que hizo su existencia valiosa y significativa. Es por ellos que no le dió miedo irse de aquel mundo que había sido tan cruel con ella, y que al mismo tiempo la había hecho dichosa por regalarle a un chico de mirada cálida y dulce con la capacidad de transmitir paz incluso en los momentos más hostiles.
Los hechos transcurrieron tal cual se los he contado, pues en estos años no me he permitido que el recuerdo del amor que nomás me perteneció, pero del que fuí testigo, se esfumará. Soy una sobreviviente de un conflicto que se llevó la vida de miles de inocentes, y también soy testigo del amor más puro y reconfortante que haya podido existir alguna vez.
Entre aquellas tantas vidas que se fueron estaban las de mi hermana y cuñado...