Prólogo.

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Aroma nuevo
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Las persianas metálicas de la carnicería del barrio se alzaban una vez más, como todos los días. El calor del verano era menos denso entre más se acercaban los mediados de marzo, aún así, Lisandro no dejaba de transpirar a pesar de la hora madrugadora que solía mantener debido a su trabajo.
Su familia le heredó aquel negocio, no le molestaba, estaba acostumbrado a aquel trabajo y ser independiente le daba tiempo a utilizar sus horas libres en otras cosas que disfrutaba aún más.

Un negocio heredado, su padre le dió aquella carnicería y él debería dársela a sus hijos. Pero, por más que quisiera, lo último era difícil de concretar. Había dos grandes razones que le impedían cumplir con la tradición.

La primera; Lisandro tenía un aroma particular, desde pequeño, incluso antes de descubrir que era un alfa. Todos hablaban de aquel olor amargo que desprendian sus glándulas y que inevitablemente terminaban por apartar a todo omega que se acercara a él con otras intenciones.

La segunda; Lisandro no tenía una relación formal hacía más de siete años, ni un amorío, ni un amante, ni besos descuidados.

"¡Buen día, Licha!"
Nahuel dejaba la vieja bicicleta que usaba desde la adolescencia en la puerta, era su ayudante; aunque ayudar era lo último que hacía. Funcionaba más bien como una compañía para la solitaria jornada laboral, el menor siempre tenía los mejores chismes del vecindario.

La mañana de ambos comenzaba entre mates y sahumerios que limpiaban las malas energías acumuladas durante la noche, o las que ellos mismos podrían haber traído al lugar de trabajo. Lisandro siempre hablaba de aquellas creencias espirituales, y poco a poco Nahuel fue contagiado por la pasión extraña que los unía al olor del palo santo.

"Lisandro."
Una voz retumbó en el local, era baja, susurrada. Tenía un deje de cansancio
mezclado con la melancolía inaudita en aquel acento cordobés, tan raro escuchar su voz tan exhausta.
Aún así, Lisandro sonreía sin preocupaciones, porque sabía muy bien el motivo de las ojerosas orbes marrones del joven que ingresaba.

"Tenés vomitada la remera."
Le avisó, como si no fuese obvio para el nuevo cliente, Nahuel mientras barría el piso impecable.

"Cuatro churrascos, Licha."
Julián ignoró completamente al morocho, llegando al mostrador arrastrando sus pies con lentitud por culpa del sueño.

"¿Todavía le cuesta dormir?"

"¿A quién?"

"A Olivia, ¿cómo a quién? Toma, te cobra el negro."
Lisandro le entregó una bolsa con lo pedido, y Nahuel se acomodó rápidamente tras la caja.

Aroma cordobés | Lisandro & Cristian Donde viven las historias. Descúbrelo ahora