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Scaloni le ofrece la noticia como cosa de cualquier día, sin siquiera mirar el rostro de Lautaro mientras habla.
"Julián te va a reemplazar," le explica con rostro pétreo. No es una vista extraña, Lionel acostumbraba a tener facciones pétreas por largos ratos. No por sufrir de amargura, sería más bien culpa del comportamiento poco profesional de los jugadores al escaparse de entrenamientos para enredarse entre ellos, o las variadas ocasiones en la que los alfas acosaban a los omegas.
A Scaloni le interesaba, como máximo, poco lo que hiciera la selección mientras continuase jugando bien los partidos, pero seguía mostrando desafío el ocultar las acciones de los futbolistas a los medios. Lautaro recordaba todavía los primeros días donde su DT era atraído por la idea de un ambiente agradable entre ellos — desistió al tropezar con la escena de un sollozante Lo Celso siendo despedazado por demás alfas a su alrededor, reconociendo que no había límites que no pudieran sobrepasar en aquella selección.
Para Lionel, sin embargo, es más importante traer la gloria a Argentina que debatir sus principios morales. Razón por la que no mostraba dudas ni incomodidad al sustituir un alfa con un omega, quienes se decían eran más complicados de controlar en partidos por la cantidad de alfas en el campo que confundían sus sentidos. La línea entre rival y una posible pareja se difuminaba al notar las características de un buen alfa, no era secreto para nadie lo fácil que se entregaban los omegas a sus instintos.
Pero Julián era diferente. En todos los días que el plantel se había mantenido en compañía, Álvarez huía de las invitaciones de otros a 'reuniones', escapaba de los entrenamientos minutos antes y evitaba formar amistades con los de casta dominante. Parecía sufrir de un miedo que escaseaba de ser irracional; los rumores de alfas que obligaban a omegas a ser sumisos bajo su mano cobraban vida en los pasillos y el comedor y las habitaciones del plantel. No había lugar allí que no hubiera sido profanado por palabras sucias y toques que iban más allá — a Julián no le faltaban razones para dudar de su propia seguridad al lado de un alfa, especialmente después de escuchar por parte de Emiliano como doblegaron a su mejor amigo a la fuerza.
Lautaro aguarda la memoria como suya por razones extrañas que se desconocen en cara de lo correcto y lo bueno. Como una fotografía, recuerda claramente el arco de las cejas curvadas en preocupación, sus brillantes ojos oscuros parpadeando en terror ante la pareja de alfas.
"¿...Enzo?" el otro omega no tiene la valentía para sacar los ojos del suelo. Lautaro lo tiene agarrado del cuello, presionando los dedos en su glándula para mantenerlo dócil. También parece hacerlo más sensible, en vista a las rápidas lágrimas que llegan a sus ojos, o tal vez es el sentimiento que todavía permanece de su cuerpo siendo degradado a poco más que un juguete sin valor.
