Aria
Never meant to be the bad guy
But now I'm lost
~Dark Side, Zara Larsson~
Desperté con los molestos rayos del sol quemando mi cara atrapada por varios brazos y piernas. Gruñí y tapé mi cara con mi antebrazo intentando aminorar la terrible resaca que tenía e intentar recordar qué pasó ayer.
¿Con cuántos dormí anoche? Ah sí, eran trillizos.
Salí con facilidad fuera de la cama mostrando mi anatomía como Dios me trajo al mundo. Di un suspiro y empecé mi caminata por el departamento, que no era mío, desnuda buscando mis cosas, digamos que el pudor no es un valor que tenga, para irme rápido y antes que los tres chicos con los que estuve anoche despierten.
Nada es más molesto que una zorra en tu departamento por la mañana después de una resaca, tengo experiencia.
Encontré mi vestido que le quedaría pequeño a una niña de ocho años negro, mis tacones y mi ropa interior. Me vestí lo más rápido que pude decidida a largarme, tenía trabajo hoy día. Estaba a punto de irme cuando se me ocurrió una idea. Busqué un papel y un lápiz en la mesita de la sala y escribí una dulce carta a Louis, el mayor de los tres hermanos.
Me la pasé increíble anoche Louis, de los tres hermanos fuiste tú el que me folló más fuerte mmm, de solo pensarlo ya me estoy mojando otra vez...
Si quieres repetirlo tienes mi número bombón, te puedo dar TODO lo esa noviecita tuya no puede darte.
A.N
Me río de la estupidez que escribí y la dejo en la mesita para que cuando la novia de Louis llega sea lo primero que vea. Es una risa silenciosa pero satisfactoria.
Salgo del departamento y veo a una chica morena de ojos grises aproximarse, ella no me presta atención pero yo sé quién es: La novia de Louis. Me coloco mis lentes de sol y salgo del edificio para pedir un taxi. Deben ser las seis de la mañana más o menos y no hay muchos taxis alrededor.
―Señorita, ¿la puedo ayudar en algo? ―pregunta el conductor de un taxi amarillo frente a mí―, yo podría llevarla, claro, si usted me da algo que yo quiero ―el taxista me miró de pies a cabeza con una mirada lobuna. Lo más sensato sería huir del lugar pero si espero a que otro taxi aparezca... además de que no tengo billetera...
Le pasé la dirección escrita al taxista y me subí al asiento de atrás intentando no sentirme sucia por lo que haría. Le doy también otro papelito que dice que me lleve directo a ese lugar a menos que no deseé su "paga". Gracias a Dios el taxista no planea otra cosa y llegamos rápido. Le indico con mis manos que pare a unas cuadras de donde vivo y lo hace. En ese preciso segundo siento como sus manos se acercan a mi cuerpo y besa mi cuello. Es un señor un poco mayor y gordo pero todavía conserva su fuerza. En pocos segundos me quita el vestido y empieza a desvestirse.
Aquí vamos de nuevo, pienso cuando observo su mirada de lujuria puesta en mí.
{...}
Mi casa era pequeña pero acogedora o bueno antes lo era. Dos pisos, cinco habitaciones, una cocina pequeña, una sala y dos baños. Mi familia no era pobre pero tampoco millonaria, estábamos en ese punto medio entre ser muertos de hambre y ser millonarios con perros diminutos en un bolso. Desde que mi hermano se fue a la universidad y yo tuve ese maldito accidente nuestra pequeña casa color café dejo de ser la misma de antes, poblada de risas, a estar llena de gritos e insultos. Y papelitos, papelitos que tenían escrito mi parte de la discusión con mi madre. Como ahora.
Traspasé el umbral con sigilo y me asegure que el cierre de mi vestido estuviera cerrado completamente. Mis tacones hicieron eco en el suelo de madera.
―¡Dónde mierda estuviste Aria! ―me gritó furiosa mi madre y así sin más me lanzó una bofetada.
Cogí un papel y un lápiz que estaban en la mesa junto al bol con las llaves y escribí de manera desenfrenada. ¿Qué mierda te pasa?
―Estoy harta de tus saliditas nocturnas que te hacen ver como la puta que eres y que no vayas a la universidad. Perdiste la voz ¡supéralo!, porque esta nunca volverá Aria. Nunca. No quisiste ir al psicólogo pues bien. Arréglatelas sola.
Le lance una bofetada. Ella podía ser mi madre pero no tenía derecho a hablarme de esa manera o golpearme o mucho menos hablar sobre la pérdida de mi voz. Esa fue la gota que colmó el vaso.
Todos estos meses mi madre, no, Denisse, no ha dejado de criticarme, gritarme e incluso pegarme por la forma de vida que llevo pero haber dicho eso sobre mi voz no se lo voy a tolerar.
Escribí en la parte de atrás del papel y se lo lancé por su puta cara. Tú ganas, me largo de aquí
Subí las escaleras corriendo y me encerré en mi cuarto, las lágrimas no tardaron en caer. Lágrimas silenciosas, sin ruidos, silenciadas por el estúpido hecho de ser muda.
{...}
Siento que he pasado horas llorando aunque solo hayan sido minutos. Me levanto y me veo en el espejo. Mis ojos están hinchados y rojos. Muy rojos. Tengo que salir de aquí.
No pierdo tiempo y alisto mi mochila con lo esencial: Ropa de puta, ropa común, unos libros, seis discos, mi libreta de canciones y lo poco de dinero que tengo siendo cocinera en un restaurante y niñera.
Antes de irme le doy una última mirada a lo que fue mi cuarto por más de dieciocho años. Las paredes de un color beige están llenas de letras de canciones y notas, como mi cuaderno de canciones, un escritorio con una silla y una lámpara, un armario pequeño, un estante con libros, una cama sencilla con un edredón color pastel y un estéreo viejo que no puedo llevar conmigo.
Tantas cosas buenas que se han ido a la mierda.
Rompo el resto de las cosas con mucha rabia. Las cosas no tenían que acabar así, mi vida no tenía que acabar así, teniendo relaciones con el primer hombre que veo. Denisse tiene razón: soy solo una puta que merece todo lo que le está pasando.
Siento mis ojos hinchados otra vez y calmo mi enojo lo mejor que puedo. Aprieto el agarre de mi mochila y empiezo el descenso por las escaleras. Veo a mi madre todavía molesta pero un poco preocupada en la planta baja. Me pregunta a donde voy y le escribo que lejos, lo que ella no sabe es que lejos es la casa de uno de los amigo de Blake, mi hermano mayor. Denisse me ordena que no me vaya con lágrimas en los ojos y yo le señalo la mancha roja en mi mejilla y mi dedo medio. Esa mujer no me va a humillar más, ya no. Cierro la puerta con fuerza
Las lágrimas caen antes que pueda evitarlas. Mi madre, la que me tuvo nueve meses en su vientre, la que me llamaba princesa, la que curaba mis heridas cuando jugaba con Blake, la que me llamo puta, la que me dijo que mi voz nunca volvería.
Llego al pent-house antes de lo que esperaba. Compruebo el reloj y veo que son las siete de la mañana. Gruño presiono el timbre de mi nuevo hogar y a mi nueva vida. Solo espero que esta sea mejor que la anterior.
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La niñera es una zorra
Romance¿Qué sucede cuando todos tus sueños y aspiraciones desaparecen? ¡Bingo! Te vuelves una zorra. ¿Qué sucede cuando te largas de tu casa y no tienes dinero? Trabajas de... ¿niñera? ¿Y qué sucede cuando te enamoras de alguien pero no puedes hablar? ¡...