Capítulo 3

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Aria

I'm stuck in the dark but you're my flashlight

You're gettin' me, gettin' me through the night

~Flashlight, Jessie J~


La puerta se abrió mostrando a mi hermano mayor vestido con jeans y camisa con una taza de café y una mirada como si no hubiera dormido en décadas. Blake se fue de la casa apenas cumplió dieciocho y desde entonces se ha esforzado por conseguir su sueño: estudiar arquitectura con una beca todo pagado en la universidad más prestigiosa, y más costosa de todo el país.


De los dos, Blake siempre fue el más sociable, por eso no me sorprendió saber que apenas ingresó en la universidad conoció a Hiro, el dueño del pent-house. Se hicieron mejores amigos y él le ofreció vivir junto con él y otros dos chicos, compartiendo la renta entre los cuatro.

―¿Mamá otra vez? ―cuestionó Blake aunque lo dijo más como una afirmación. Sabía que eso lo molestaba, tenía sus manos en puños y se mordía el labio inferior con fuerza. A pesar de que él se mudó nunca perdimos la comunicación entre ambos, por eso él sabía lo que me hacía nuestra madre desde hace meses. Él fue al comienzo quien me propuso ir a vivir con él, Hiro, Andrew y Thomas, pero yo me negaba pensando que Denisse se calmaría y todo volvería a ser como antes. Qué ingenua.

―Me fui de la casa ―dijo la voz robótica de la aplicación del celular de Blake después de escribirlo en el teclado. Le devolví su celular y me encogí de hombros. Hiro creo esa aplicación cuando supo que me quede muda y la instaló en el teléfono de mi hermano y el mío. Desgraciadamente, mi maravilloso ladrillo fue lanzado hacia la pared por Denisse hace un mes.


―¡¿Quién está en la puerta?! ―preguntaron a todo volumen los gemelos Andrew y Thomas asomando sus dos cabezas pelirrojas por el umbral de la puerta― ¡Aria! ―gritaron como unos niños pequeños cuando me vieron y se lanzaron sobre mí haciéndome caer. Qué bella bienvenida.


Ambos se levantaron y después me ayudaron a mí a hacerlo. No importaba cuantas veces haya visto a esos dos locos todavía me sorprende que tan jodidamente idénticos son. Mismo metro noventa, mismos hombros anchos pero delgados, mismos ojos miel y mismo cabello pelirrojo zanahoria que obviamente es teñido, yo lo sé. Ellos son todo lo contrario a Blake y a mí, ya que ambos somos castaños de ojos verdes y más calmados que Andrew y Thomas.

Los tres chicos me guiaron dentro del pent-house que compartían, y no pude evitar formar una "o" con mi boca. El departamento de Hiro era todo lo que alguien podría desear: Paredes blancas, piso de caoba, un televisor que cubría toda una pared, un tobogán que llegaba al segundo piso, sillones de cuero blanco, una mesa de centro de rey y una cocina para morirse. Sentí que había muerto y estaba en el cielo.

―Hola Aria ―me saludó Hiro desde la cocina haciendo alarde de su destreza con las artes marciales mientras hacia el desayuno―, Blake no dijo que vendrías, pero no importa. Ven, ayúdame con el desayuno para estas bestias que queman hasta un vaso de agua ―les lanzó una mirada a los gemelos que me habían quitado mi mochila e investigaban lo que había en ella. Ellos se acercaron a mí caminando a lo simio y se colgaron de mí.


―No, es nuestra ―dijo Thomas, el mayor de los gemelos abrazándome como un oso polar. Desde la primera vez que me vieron los gemelos, ellos decidieron que yo sería la hermana menor que ellos nunca tuvieron. Debo admitirlo, al principio me aterraba la idea de pasar siquiera un minuto con ellos o con cualquier chico. Sí amigos, Aria la zorra fue en su momento una chica tímida con miedo a los chicos.

―Aria es la única de los aquí presentes que sabe cocinar un hotcake como Dios manda así que déjenla cocinar ―habló Hiro haciéndome señas con la espátula para que me acercara. Reí. Desde que el moreno asiático descubrió que yo trabajaba en un restaurante como cocinera no para de pedirme que le cocine a él y a todos.

―¿Cómo Dios manda? ¿No eras judío? ―inquirió Andrew lanzándose en uno de los puff que estaban en la sala, que era enorme igual que la cocina. Sentí como Hiro se golpeaba la frente y sacudía la cabeza de un lado a otro. Andrew solo mostró más interés y coloco sus manos debajo de su mandíbula engordando su ya regordetas mejillas, de los dos gemelos él era el que tenía las mejillas más obesas.

―No seas idiota Andrew, los chinos no son judíos, son budistas ―le corrigió Thomas ocasionando que Blake, Hiro y yo golpeáramos nuestra frente con la palma de nuestra mano. Si uno estaba mal, el otro estaba peor.

―¡Qué soy de descendencia japonesa malditos idiotas! ―les gritó Hiro saliendo de la cocina y saltando sobre ambos cayendo en el sillón. Ahí los tres empezaron a lanzarse manotazos que casi siempre golpeaban el aire y a gritar como niñas que ven a su ídolo pop por primera vez.

Pensar en ídolos pop me deprime, y pensar que yo pude...

―¡Ella va a hablar conmigo y punto! ―exclamó Blake cargándome como solía hacer de niño hacía su habitación en el segundo piso. Cuando llegamos a su cuarto me lanzó sobre la cama azul y me pasó su teléfono para que pudiéramos hablar.

Sería más fácil hablar por lenguaje de señas pero eso me hace sentir que soy muda y sorda, y ya tengo suficiente siendo la primera.

―Ahora, explícame porque te fuiste de casa. Y no quiero que me mientas Aria.

Le expliqué (tecleé) lo que había ocurrido sin ocultarle nada. Blake es lo único que tengo y no quiero que por ocultarle algo sin importancia lo pierda. Él solo asintió y se quedó en silencio por un tiempo analizando lo que le había dicho.

―Puedes quedarte aquí hasta que decidas que quieras hacer con tu vida Aria. Tú sabes que a mí tampoco me gustan tus ligues de una noche así que controla a tu diosa interna cuando estés aquí, ¿sí?

Lo golpeé con la fuerza de una hormiga en el hombro y reí sin emitir sonido, él también rió. Eso era lo que amaba de mi hermanito, como de una situación seria podía sacar una broma, aunque fuera sobre uno de mis libros favoritos. Lo abracé como agradecimiento.

―¿Por qué? ―preguntó Blake mirándome con sus ojos verdes esmeralda, de cerca se podía ver que tenía pecas alrededor de su nariz y un lunar en el labio. El condenado tenía la suerte de estar sexy, de algún lugar tuve que haber sacado mi belleza, ¿no?

Cogí y tecleé en su teléfono:

Por ser un gran hermano, mejor amigo, psicólogo y comprenderme aunque sea más difícil de entender que tu libro de matemáticas avanzadas. Te quiero hermanote, gracias por dejarme quedar y no abandonarme.

Blake me abrazó de vuelta y fuimos a la cocina, Blake y los chicos ya debían ir a la universidad y yo debía alistarme para mi primer día como niñera de la familia Carter, un trabajo que duraría cuatro arduos meses, y alistarme para mi turno como cocinera en un Wendy's cerca de la universidad de mi hermano.

Fuimos a la sala y desayunamos todos juntos. Hiro me dejo quedar aquí, solo para hacerlo oficial. Pasamos el desayuno normal con alguna idiotez de Andrew o tontería de Thomas, sigo sin que creer que ambos tengan veintiuno, yo tengo diecinueve y por lo menos sé que la ropa interior va debajo y no arriba. Hombres.

Cuando los cuatro fantásticos, solo bromeo, se van, me doy una ducha y me visto con una falda ceñida hasta la mitad del muslo, un top jean que deja mi ombligo al descubierto y el abrigo negro que dejé la última vez que vine al departamento hace unas dos semanas. Estoy en el umbral de la puerta cuando recuerdo que no le pedí a ninguno una copia de las llaves.

Perfecto Aria, perfecto, ahora dormirás en el pasillo donde un mono puede violarte.

Estaba imaginando todas las cosas posibles que podrían pasarme cuando la miro. Una bella letra A de color verde sobre la mesa del comedor. Me acerqué con un intento de sonrisa en el rostro al juego de llaves del apartamento, mi juego de llaves del apartamento. Junto a este había una carta.

Bienvenida a la manada Aria.

Sonreí de manera sincera por primera vez en estos últimos meses. Puede que las cosas estén mejorando.

La niñera es una zorraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora