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-He conocido a un nuevo chico, es hijo próximo al trono en la potencia vecina, aunque tú no eres sucesora inmediata, por qué es tu hermano, serías reina si te casas con él. Mis dos hijos serían reyes. - dijo el Rey emocionado, le gustaba tener todo bajo control.

-Pero...- Clara trato de oponerse, pero sus intentos como siempre, eran nulos.

-Pero nada hija, te casarás con él, es atractivo, educado, tiene todo lo que busco para ti, ya está decidido Clara. - dijo el Rey a modo de última palabra.

-Aunque, también decidí que salgas a los territorios del reino, lo más probable es que después de tu casamiento te vayas a reinar con tu esposo, ya no tendrás recuerdos buenos de mi hermoso Reino, así que puedes salir durante esta semana después de medio día. -dijo el Rey y salió por la puerta.

La princesa, aunque estaba devastada, no se quería casar por interés, su sueño era casarse por amor cómo lo decían todos esos libros de romance que leía. Pero la idea de salir del palacio sola, le fascinaba. Obviamente cambiaría un poco las reglas, no saldría solamente a las orillas del reino, ahí no había nada que no había visto. En donde si lo había era en los terrenos de los plebeyos, jamás había visto lo que había ahí, pues para su padre era incorrecto e innecesario cruzar palabras con ellos, pero aun así se imaginaba una aldea en donde todos vivían justos pero felices.

Y aunque su papá no lo vio necesario, para la princesa era importante contarle las cosas importantes de su vida a su madre.

-Reina mamá. - dijo Clara al entrar a la puerta de la alcoba de su madre.

Su mamá río con delicadeza, cómo acostumbraba, dejo de lado lo que hacía y puso atención a su hija, sabía que le diría algo importante, tal vez revolucionario.

-Como ya lo sabes y debes de saber, me casare. - inicio la princesa un poco desanimada, pero guardando la compostura.

-Lo se hija. -hablo con un hijo de voz la Reina.

-Pero papá, bueno, el Rey, dijo que podría salir después de medio día durante toda la semana a explorar. - dijo tratando de mejorar la situación con esa noticia.

-Estoy enterada hija, y no le digas así a tu padre, sigue siendo tu papá hija mía. -su mamá hablaba en un tono dulce, algo tranquilizante, sabía lo que se venía y necesitaba que su hija estuviera tranquila.

-A él le gusta que le digamos a si madre. -dijo la princesa en resignación.

-Lo sé, pero hija...-inicio su madre.

- ¿Enserio te casarás?, Se que tu papá lo desea, pero también sé que no es lo que quieres, te veo leer esos libros y ahí veo tu ilusión.

-Si lo sé mamá, pero...

-...Pero hija pronto serás mayor y serás reconocida como tal, puedes no hacerlo mi niña. -interrumpió a su hija mientras la acariciaba.

A la mañana siguiente, después de medio día, la princesa se encaminó al a la entrada del palacio.

-Buenas tardes princesa. -dijo uno de los dos guardias que se encontraban ahí, eran de confianza para Clara, aunque estaban manejados por las órdenes de su papá.

-Hace mucho tiempo que no le veíamos princesa Clara, se ve hermosa. -dijo el otro un poco sonrojado, para la princesa ese gesto se vio sumamente tierno, por lo que le dio un abrazo.

A su papá no le gustaban sus muestras de afecto con el personal del palacio, él tenía la idea de que la familia Real no se podía rodear de gente inferior o de servicio. Pero Clara no conocía nada más, y su corazón estaba lleno de bondad para todos, ya sean nobles o plebeyos.

Hace mucho tiempo no salía del palacio, no tenía razones merecedoras del permiso de su padre. Solo convivía con los guardias cuando su hermano salía a expediciones o encargos de su padre, se quedaba mirando como se iba, mientras convivía con sus amigos los cuidadores de esa gran puerta.

-Si lo sé, pero al fin saldré de aquí. Me verán todos los días el resto de esta semana. -dijo la princesa emocionada.

-Nos hemos enterado princesa, vaya con cuidado, el pueblo sigue teniendo maldad, recuérdelo.

Clara guardo esas sabias palabras, era inteligente y sabía que la bondad no siempre era el único camino.

También recordaba las palabras de Isabela, su Nana, o bueno así la veía ella en realidad era la cocinera de la familia. Pero siempre había sido muy dulce con Clara y su hermano, ella y su mamá le dieron una bella crianza, y le dio mucha de la felicidad a su niñez.

-Mi niña linda, no quisiera que te cases por interés, el amor es uno de tus mayores sueños, y lo sé por qué me has enseñado tus escritos. El interés se puede acabar, pero el amor verdadero perdurará. - le dijo Isabel cariñosamente, mientras la veía con ojos de alguien que te ha conocido toda la vida y quiere lo mejor para ti.

Aunque la princesa pensaba que ya era tarde para ella y que todo ya estaba decidido en su vida, guardo las palabras de su Nana en su corazón.

Por otra parte, recordaba con cierta incomodidad las palabras de su única amiga, de Victoria, la única amiga que veía con buenos ojos su padre, aunque tampoco es como si tuviera muchas personas que presentarle. Siempre habían sido Victoria, su hermano y ella.

Victoria venía de una familia adinerada, claro estaba, se conocieron por una expedición de su hermano, y desde ahí se hicieron inseparables, aunque como todas las personas a las que les agradaba a su padre, su amiga tenía sus propios intereses.

-Tranquilízate Clara, te casaras con un hombre fornido y apuesto, y no solo eso, te casaras con un próximo Rey, serás Reina mi Clara, y gobernaras a tu gusto. ¿Qué eso no te hace feliz? -dijo Victoria victoriosamente, su nombre le hacía justicia.

Pero por supuesto que reinar de esa manera no le hacía feliz, en algún momento ella reinaría a su pueblo, así que no tenía necesidad de ser reina de otro y mucho menos antes de tiempo. Y aún no conocía a su dichoso prometido, tal vez era pura habladera lo que decían de él, tal vez no era tan atractivo como lo hacían parecer y podría utilizar eso para negarse. Aunque en el fondo, sabía que eso no importaba para ella y lo dejaría pasar.

A pesar de todos esos pensamientos que merodeaban en su mente, los dejo pasar y se encaminó fuera del palacio y de las áreas adineradas del reino, rompiendo las reglas impuestas por su padre.

Durante los primeros tres días su estadía en el pueblo se basó en ser cautelosa, tampoco podía dejar que se supiera que la princesa desobedecía al Rey, fue muy amable con los campesinos y con cualquier persona que se cruzaba, todos los días llevaba dos libros con ella, el que estaba leyendo y uno para regalarlo cómo muestra de afecto a quien se le cruzase.

Al cuarto día, la princesa seguía esperando algo mucho más emocionante, y eso mismo paso.

Mientras caminaba se encontró a un campesino, de espaldas se veía joven, el chico estaba llevando una carga de comida enlatada, pero en un tropiezo por parte de él, la carreta donde llevaba los alimentos freno bruscamente por el descuido y tiro muchas latas.

Clara por curiosa, estaba alejada del palacio y donde se encontraba no había tanta gente, estaba lejos incluso para las personas del pueblo, era una zona de campo donde las mujeres no acostumbraban a divagar.

-Tranquilo, te ayudaré. -dijo la princesa mientras se acercaba cautelosa.

El joven sin voltear su cabeza asintió y se agachó a recoger las latas con la princesa, obviamente él no sabía que la heredera al trono era quien le estaba ayudando.

La princesa después de recoger las latas se levantó y se sintió satisfecha al poder ayudar.

-Muchas gracias, sin su ayuda hubiera sido más difícil. -dijo el joven mientras se paraba y se limpiaba la tierra de sus pantalones.

Cuando los dos ya estaban sin una pisca de tierra, se vieron, y ahí es cuando empezó el más bello martirio de la vida de la princesa.

LA DESICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora