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Nadya Fischer




"Esta noche podremos presenciar una pelea épica que no se pueden perder, nuestro dios favorito se enfrenta con el monstruo de California. ¡Será una noche llena de suspenso y mucha-"

Apago el radio, la verdad no me interesa ver como dos orangutanes se pelean por un trono tan ridículo, nunca entenderé el objetivo de ese "deporte".

Me dirijo al gimnasio que es mi lugar seguro, al levantar una pesa siento que cualquier miedo se va y sólo existo yo. Llevo mi conjunto negro que consiste en un short corto y una camisa pegada a la cintura manga larga. Al entrar muchos ojos se posan en mi pero después de Frank no me interesa nada ni nadie.

Frank fue mi mejor amigo y compañero de entrenamiento cuando recién entré al gimnasio, compartíamos todo juntos y hasta llegamos a vivir juntos. Todo se fue a la basura el día que decidió convertirse en boxeador, se volvió un hombre violento e irrespetuoso. Comenzó con pequeños insultos luego empujones o gritos para terminar en una tremenda golpiza que me dejó dos meses interna. Se levantó una denuncia y una orden de alejamiento pero al ser un boxeador tan famoso nunca se le penalizó. Decidí mudarme de ciudad, cambiar de empleo y de vida para poder sanar mi corazón y mi cuerpo.

—"¡Bienvenida, Nadya!"— La dueña del gimnasio y las demás entrenadoras que estaban reunidas cerca de la entrada me saludan, sólo les devuelvo el saludo agitando mi mano junto con una leve sonrisa.

Observo caras nuevas y que las entrenadoras están comiéndose con la mirada a un hombre bastante musculoso y alto. Puedo notar sus tatuajes que me parecen geniales y que tiene unos brazos gigantes. Decido irme al otro extremo y comenzar mi rutina de pierna.

Al terminar tomo una ducha y me cambio, salí en cuestión de veinte minutos cuando escucho un llanto cerca de los casilleros. Normalmente no presto atención a los demás pero quizás ocupa ayuda y yo pueda dársela. Me encuentro con una cabellera morada y ojos verdes en bolita llorando sin parar.

—"¿Estás bien?"—Le pregunté y al verme su mirada se suavizó, dejó de llorar para luego levantarse y abrazarme. Me quedo quieta y no sabía cómo responder a ese abrazo, llevaba meses sin recibir uno pero decido devolvérselo levemente.

—"Me siento tan flaca y sin forma. Llevo meses en este gimnasio pero nada me hace subir de peso y ningún entrenador lo ha logrado."—Siento mucha lástima ya que puedo notar su constante lucha con su cuerpo y peso. Empezamos a discutir ciertas rutinas y menús, decidí ayudarle con todo desde mañana.

—"Muchas gracias, soy Luna, espero podamos llegar a ser grandes amigas." —Intercambiamos números y le dije mi nombre.


[...]

Son las nueve de la noche y empiezo con mi meditación para poder dormir tranquilamente pero mi teléfono suena e interrumpe mi paz. Veo que es Luna y le contesto.

—"H-hola Nadya, no sé dónde e-estoy pero estoy mareada."— entro en pánico y comienzo a hacerle preguntas del lugar, ella vagamente me dice la dirección y recuerdo que Frank peleó un par de veces en ese ring. No se encuentra en una zona bonita de Miami pero iré a rescatarla. Me pongo una camiseta gigante, un short negro y tennis para salir corriendo a mi auto.

Veo muchos carros parqueados en esa calle y un edificio bastante abandonado, toda pelea debe ser en un lugar ilegal y no visible. Me acerco al guardia de la entrada y me observa con cara de pocos amigos pero se hace a un lado para dejarme pasar. Su mirada seguramente fue porque no estoy vestida para un lugar así. Al seguir avanzando veo un cuadrilátero en medio, sillas al rededor y mucho ruido. Ver todo esto me trae viejos recuerdos y no estoy contenta.

Me muevo entre la gente buscando la cabellera morada de Luna pero entre tanta gente se me es difícil hacerlo. Llamo a su número pero se va directo a buzón y mi preocupación incrementa. Decido seguir un pasillo oscuro que lleva a unos baños y entro rápidamente para encontrarme una Luna dormida en pleno baño. Hago como puedo y la despierto, ella sonríe pero sus pupilas dilatadas me confirman que ella fue drogada. Justo cuando salimos del baño choco con un pecho bastante trabajado y unos ojos azules que me pusieron más nerviosa. Jamás había admirado un hombre tan hermoso. Ambos estábamos viéndonos directamente a los ojos sin decir una sola palabra.

—"¡Pero hombre avanza, ya están por llamarte."— Le gritó un señor a lo lejos. Esto hizo que saliera del trance y simplemente siguiera su camino pero antes de doblar me observó una última vez con una leve sonrisa.

[...]

Dejé que Luna durmiera en mi sofá, le coloqué un basurero a la par y una aspirina para el dolor grave que tendría al despertar. Después de mi rutina de noche me arropé y decidí cerrar los ojos para soñar con esos ojos azules que probablemente nunca volveré a tener cerca.

APOLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora