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- ¡Bastardo!

Una rutina de media mañana, se presentaba Lovino entrando enfurruñado al café vacío de la calle en Madrid, con fuertes pisotones avisando a cierto castaño de su presencia.

- ¡Lovi, buen día!

Una voz animada lo saluda enérgicamente con ese apodo vergonzoso, aumentando su enojo. Bufando, toma lugar en un sitio cerca del mostrador reposa en una mano su mentón inclinándose hacia delante observando la entrada a la cocina esperando la presencia del bastardo español. - ¿Otra vez un mal día?

- ¡Mhm-mh!

Chasquea su lengua con inquietud, las pisadas ligeras le avisan que España está acercándose. - ¿Quieres algo de tomar? -

Antonio aparece con una dulce sonrisa, los ojos achicados formando media lunas, las mejillas abultadas y rojas junto a una mirada que proyectaba calidez a través del esmeralda. Lovino parpadea, su ceño fruncido desde hace rato se afloja vacilante, rápidamente tuerce los ojos y se recompone.

- Por algo vine, idiota.

Una risita hace eco por todo el lugar, provocando en Lovino una agitación indescriptible en su corazón. - Tienes razón Lovi, ¿Qué quieres de tomar?

Lovino observa fijamente al español, las palabras salen de su garganta, raspando.

- Yo. . .uhm, té. . .quiero té. - murmura, el español sonríe más, acostumbrado al peculiar pedido del sureño. - Dame un momento, Lovi. - el hispano se retira dejando a un cobarde y atontado Romano sólo con sus pensamientos.
Este desvía la mirada hacia un colorido ventanal.

Desde hace varios años ambos adoptaron este tipo de convivencia, Romano al haberse unificado con su hermano se desligó de España volviéndose independiente, al inicio fue tan increíble, tener su propio espacio, poder seguir, hacer y comandar sus ideas pero. . . al pasar los años, sentía un vacío doloroso que crecía, atormentandolo todos los días.

Extraña a España.

Su niñez fue cálida y acojedora como el hombre que lo cuidó, así que cada año que cumplía, sentía que daba un paso más, alejándose de quién fue su tutor, su primer amigo.

Su primer amor.

El enfado y la necesidad de desahogarse son una mentira, lo sabe muy bien, sabe el motivo del por qué una vez a la semana vuelve corriendo a la tierra del mayor desesperado por su compañía.

Como niño mimado y berrinchudo que no comprende lo que es una separación.

¡Es culpa del imbécil de Toño!

¡Si no lo hubiera tratado con esa tolerancia y excesiva melosidad, estaba seguro que no estaría en una situación tan precaria!

Resopló.

Bastardo español.

Si tan sólo fueras culpable.

- Tu té.- Antonio lo despertó de sus nostalgicos recuerdos, giró su rostro encontrandose cara a cara con el mayor, colocó el té de manzanilla delante del italiano. - Tardaste más que la semana pasada.-

- Ser viejo ya me está pasando factura.- la voz baja y suavecita del español endulza los oidos de Romano, amargando su carácter.

¡No había necesidad de hablar así!

¿Con quién estás tratando?

¡Ya no soy un niño!

Lovino toma la taza caliente y bebe un sorbo del té ante la atenta mirada de España, esperando su aprobación disimuladamente.

Bastardo engreído. . .

Siendo sincero a Romano nunca le gustó el té, para él era un sabor insípido tirando a lo amargo, incluso si fuera preparado por el mejor chef con los mejores ingredientes, sería lo mismo. Agua colorida muy aburrida.

Lo que realmente quería decir era complicado, demasiado para alguien que había negado el cariño de otros durante mucho tiempo.

- Mhm, bien.- levantó el mentón con orgullo y valentía mirando fijamente los esmeraldas que tanto atesora. Nuevamente estos se achican sonriendole. - No tienes que fingir Lovi, si no te gusta puedes pedir otra cosa. No sólo preparo té ¿Sabes?

Lovino entiende, todos los días que está de visita sin falta se dirige hasta aquí para pedir té, pero él no quiere té. Lovino quiere otra cosa, quiere pedirlo, pero se resigna a aguantarse.
Sobrepiensa el asunto y luego se le pasa la hora, vienen más clientes, Antonio relata cualquier cosa que haya pasado en su día sin dejarle hablar, etc, etc. Incluso tiene ese pensamiento tonto de que quizás Antonio no lo tome enserio, se confunda, piense mal o. . . lo rechace.

Otro sorbo.

Es demasiado pronto, ambos somos longevos, tengo mucho tiempo.

Otra excusa.

No hace falta apresurarse.

Está vez el trago es largo.

Antonio no se va a ir a ningún lado.

El té se termina.

Bajá la taza y acomoda su abrigo, Antonio coloca la tacita en la bandeja, Lovino se levanta listo para marcharse con la cola entre las patas como un perro desorientado. Romano le da la espalda a Antonio, pero vuelve a voltearse, infla el pecho. - Yo. . .Antonio. . . té. . .quiero, quiero mucho té. - farfulla mirandole la cara al bastardo del hispano, está vez si se dirige a la puerta casi tropezando.

Antonio se queda mirando la puerta, sonriendo.

- Yo también.

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qᴜɪᴇʀᴏ Té, ᴀʟ ʀᴇᴠéꜱ ᴏɴᴇꜱʜᴏᴛ ᴿᵒᵐᵃˢᵖᵃ (ᶠᵃⁿᵈᵒᵐ ᴴᵉᵗᵃˡⁱᵃ!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora