Capítulo 1.

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¿A qué se asiste a la universidad?

Esta pregunta la planteo cada mañana antes de levantarme, con ganas de seguir durmiendo hasta el mediodía. Por ende , mi subconsciente me responde:

Pués a estudiar, estúpida, ahora levántate y quítate esas babas.

Tras apagar la alarma con la canción que hace unos meses era mi favorita y se convirtió en un sonido ruidoso, como los que suenan en las películas para comenzar una batalla, logro sentarme en mi pequeña, pero acogedora cama.

¿Les doy un consejo? Si les gusta una canción nunca la utilicen de alarma, acabarán odiándola.

Me aproximo al baño, tambaleándome un poco, no estoy despierta del todo.

Ya dentro, me miro al espejo.

—Anda Anahira, ya hasta pareces el rey león —digo a mí misma observando en el espejo el aspecto de mi cabello castaño, alborotado por todas partes.

Despojándome de mi pijama azul de animalitos me introduzco a la bañera abriendo la ducha, el agua caliente comienza a caer lentamente y por fin estoy en mis cinco sentidos.

Al salir envuelta en una toalla, camino unos pasos hasta llegar al armario, sin mucho interés tomo unos jeans grises y una camiseta blanca que pone el letrero "Love Myself" en el centro y por supuesto, mi sujetador rojo con mis bragas de unicornios.

No me critiquen, son cómodas.

Termino de vestirme y maquillarme, solo un poco con un simple rubor y un lápiz de ojos, busco mi móvil para ver la hora: 7:00 a.m

Las clases comienzan en treinta minutos, salgo de la residencia para dirigirme a la entrada de la universidad.

Hay una gran multidud de personas, mi escuela es grande. Busco entre la cantidad de estudiantes a una cabellera castaña con rizos que conozco muy bien y tras unos segundos logro encontrarla no muy lejos y sin más comienzo a dirigirme a su dirección.

Ezra Baker, moreno de ojos verdes del tamaño de un poste de luz, no exagero.

Ah, y mi mejor amigo.

Ya a unos metros de distancia, el ojiverde levanta la mirada, anteriormente fija en su móvil hacia mi persona.

—Hola, ¿te conozco? —pronunció después de unos segundos observándonos fijamente, con una sonrisa pícara.

—No, lo siento, me he equivocado. —Me giré fingiendo marcharme, pero no tuve tiempo de dar un solo paso, cuando ya no sentía mis pies apoyados en el suelo—. ¡Suéltame, pesado!

—¿A que ahora sí no te has equivocado? —se burlaba mientras me sostenía en sus brazos dando vueltas.

—Venga ya —manifesté entre risas—. ¡Tú has comenzado! ¡Ya bájame! —Estaba forcejeando, pero la verdad era en vano—. ¡Ezra!

Finalmente me posicionó en el piso, bufando —Le quitas lo divertido a la vida, pitufa —Sí, porque así me llamaba el muy poste de luz.

—¡No soy pitufa! Tú eres el que mide dos metros cuadrados —me quejé, indignada y con poca estabilidad en el suelo por el arrebato de antes.

—Desde allá abajo todo se ve gigante, ¿no es así?

—Te odio. —Le miré con los ojos entrecerrados.

—Sé que piensas que soy genial —expresa con su típica sonrisa de lado, en modo: Me amas, lo sé.

—Ugh, olvídalo. —Rodeé los ojos—. En fin, ¿cómo va el primer día de clases? Solo nos queda un año —informé en lo que paseábamos por el lugar.

La Voz de tus Ojos-En Curso. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora