Ladrones de mercado

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-¡Alto ahí ladrones!- gritaba el dueño del puesto de pan, mientras sacaba un palo y se disponía a correr.

-¡Abbey! No me sueltes la mano o nos alcanzaran- exclamó el niño mientras apretaba con fuerza la mano de su hermana pequeña.

-¿De nuevo esos niños?- se podía escuchar desde los otros puestos en el mercado-¿Dónde están los guardias?- decían otros-La gente pobre solo es un problema para el reino- comentaban algunos de los clientes en las calles.

Abbey y Matt corrían sin parar por el mercado mientras zigzagueaban entre callejones y personas, dejando atrás el griterío y a sus perseguidores.

-Creo que ya los perdimos- dijo Matt, soltando un largo y cansado suspiro mientras le entregaba la gran parte de un pan a Abbey. La pequeña niña estiró los brazos y con sus frágiles manos agarró su porción del día. Tras una hora de caminar llegaron a las afueras de la ciudad donde el paisaje era preocupante. Cientos de personas durmiendo en las calles o al borde de las murallas. Mujeres desnutridas con bebés en los brazos, hombres mutilados por la guerra, que apenas parecían ser ellos mismos y decenas de niños sin compañía, algunos parecía que no iban a levantarse al otro día y otros con mirada amenazante avisaban que no se les acercaran. Al llegar a un par de barriles destrozados con pedazos de madera sostenidos por palos de los que se encuentran tirados, Abbey se acostó en una sucia tela mientras Matt se convertía en uno de los niños con mirada amenazante.

-Hermano, tengo hambre- comentó después de un largo silencio - me gustaría comer una manzana- dijo Abbey mientras se le asomaban unas lágrimas.Matt se dio vuelta y estirando la mano para acariciarle el pelo, con una voz dulce y sincera respondió -Perdón que esto sea todo lo que puedo darte, le prometí a mamá que te cuidaría, pero ha sido más difícil de lo que pensaba.- 

-¿Me puedes seguir contando historias de cuando jugabas con mamá y papá?-Sonriendo de oreja a oreja Matt comenzó a contarle de sus pasadas aventuras en su antigua casa, con sus padres. Cómo mamá le explicaba que iba a tener una hermanita y como papá le enseñaba a usar la espada. Nunca olvidaba que Abbey de pequeña lloraba sin parar y no se calmaba a menos de que se durmiera tomándole el dedo, y ella siempre lo negaba entre risas.-Galleta, cuentame de galleta.- insistía Abbey cada dia

-Galleta era un gato, peludo y cariñoso, su pelo por arriba era café y en toda la parte de abajo, desde su nariz hasta su cola, era blanco, mamá lo trataba con más cuidado que a mi a veces.- dijo Matt entre risas -Mamá con galleta en los brazos mirando por la ventana hacia el lago es una imagen que nunca olvidaré- Matt se quedó en silencio y al darse cuenta que Abbey dormía y la noche ya estaba por llegar se acurruco junto a su hermana y juntos pasaron otra fría noche en la capital.

Ya amanecía y se escuchaba como la ciudad comenzaba a cobrar vida. Los hermanos, al igual que muchos del sector, se levantaron con la esperanza de entrar en calor con el sol de la mañana. Una vez se les acabaron las sobras del pan del día anterior, comenzaron a caminar entre callejones y con mucho cuidado de que nadie notara su presencia.

El mercado quedaba a 8 kilómetros aproximadamente y tenían que intentar usar la menor cantidad de energía posible para llegar, así al conseguir lo que buscaban, podían correr sin parar hasta estar a salvo. Mientras avanzaban se iban envolviendo en viejas túnicas tiradas que encontraban en el camino y una vez en el sector del mercado observaban el movimiento de los guardias para saber donde atacar y hacia dónde correr. Abbey era extremadamente atenta y para ella resultaba entretenido contar cuánto se demoraba en volver el guardia al principio de su ruta y gracias a su excelente memoria, sabía además que guardia prefería hacer que cosa y cuál era la mejor forma de evitarlos.

Historias en el continente de CrexturDonde viven las historias. Descúbrelo ahora