El padre de mi compañero

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Me dijo que esperase en el salón, que tenía algo para mí, que volvía enseguida. Puesto que estaba envuelto en una bata de baño, pensé que iba a vestirse.

Ya llevaba un rato esperando, pensé que debajo de la bata estaba completamente desnudo, vi parte de su pecho y piernas, parecía más joven y fuerte, me tumbé imaginando como sería el resto de su cuerpo. Entonces noté como mi pené comenzaba a llenarse de sangre.

Ese era el momento en el que me veía frente a la ventana, que vergüenza si él llegara ahora y notase mi erección, metí mi mano por la cintura para colocarme él pene, fue entonces cuando de reojo note su presencia justo detrás de mí, me quede paralizado con la mano dentro del pantalón, no había notado su llegada, quería que la tierra me tragara, cerré los ojos. Intuí que él quería algo de mí, que ahora era cuando me iba a dar lo que me había prometido, note que me envolvía en sus brazos y la cabeza comenzó a darme vueltas.

Pensé que él se había dado cuenta de mi tristeza, de mi necesidad de cariño, del rechazo de su hija, que quería consolarme, darme ánimos. En un momento mi pené perdió su erección y todo mi cuerpo se puso en tensión. Él me apretó contra su cuerpo suavemente, pero con firmeza. "Tranquilízate" me dijo. Saco mi mano del pantalón y beso la palma. Poco a poco me fui relajándome, abandoné mi cuerpo en sus brazos, el calor volvió a mi cuerpo, apoyé mi cabeza en su hombro, abrí los ojos y mire como el viento agitaba las hojas de los árboles, en unos minutos la luz casi se había ido, la habitación en penumbra, reflejos de las llamas de la chimenea, el calor del cuerpo que me envolvía, me sentí muy bien, quise que el tiempo se detuviese, cerré de nuevo los ojos, quería que él me acariciase, que me dijese palabras tranquilizadoras.

Lentamente, desabrocho los botones de mi camisa y me sacó de mi pantalón, y una de sus manos acaricio mi cintura, mientras, sus labios rozaban mi cuello.

Note que mi pené comenzaba de nuevo su erección, ahora sus dos manos acariciaban mi pecho y mi cintura, la punta de sus dedos, ponía duros mis pezones. Me sentí muy halagado al saber que a él le gustaba tocarme, que alguien sintiese deseos de mí.

Especialmente si ese alguien, era un ser fuerte, inteligente, culto y sensible, con una mujer muy guapa, que seguro podía tener a la mujer que él quisiera.

Después me descalzo, y me desnudo completamente, yo me dejé hacer, estaba dispuesto a todo lo que él quisiera, sabía que no me iba a hacer daño sino todo lo contrario, que estos momentos cambiarían toda mi vida.

No se me paso por la cabeza que lo que me estaba haciendo tuviera que ver nada con la homosexualidad. Que me estuviera haciendo algo malo. Ahora se había abierto la bata, y su cuerpo desnudo acariciaba por detrás el mío, su peno duro sobre mis nalgas, y una de sus manos acariciaba la cara interior de mis piernas, y la otra mis mejillas, mi frente, mis labios.

Comenzó a hablarme dulcemente junto al oído.

Que yo era un chico bueno, guapo e inteligente. Que no me debía preocupar, porque todavía no hubiera ninguna chica enamorada de mí. Que las chicas, como su hija, no sabían cuáles eran los chicos mejores. Que yo le gustaba mucho, y que con frecuencia pensaba en mí. En que le gustaría ser mi amigo, hablar conmigo, besarme y hacerme el amor. Que tenía unos ojos un poco tristes, que siempre parecían estar pidiendo ser amado. Que tenía un cuerpo fuerte. Que sería un buen atleta. Que, aunque me gustase lo que él me hacía, que eso no significaba que yo fuese marica. Que era natural a mi edad, en chicos inteligentes y sensibles. Que al también cuando tenía mi edad le hablan hecho algo parecido y que lo recordaba como lo más hermoso que le había ocurrido nunca.

Luego me dio la vuelta y envolvió nuestros cuerpos desnudos con su bata, nuestros penes se rozaban, yo me abracé a su cintura y acaricié con mi mejilla el vello de su pecho, era sedoso y cálido.

Levantó mi mejilla e hizo que mirase directamente a sus ojos, él me sonreía, esta vez fui capaz de mantener su mirada. Y yo también sonreí tímidamente, acerqué mis labios a los suyos, pero sin atreverme a rozarlos, él fue el que me beso por primera vez en mi vida, creo que ese momento fue él más hermoso de mi vida.

Tócame si quieres, no te dé vergüenza, me dijo. Su cintura, su espalda, su cuello, sus piernas, no me atrevía con su sexo.

Él tomó mi mano y la coloco sobre él.

Te gustará, me dijo, vas a ser muy buenos amigos. Su pené era como él, a la vez suave y fuerte. Mi mano lo acariciaba tímidamente, luego sus testículos. Entonces, con ayuda de mis dos manos, junté nuestros dos sexos, el suyo más grueso y grande que el mío. El entonces me volvió a besar, ahora con más fuerza y pasión que la primera vez, introduciendo su lengua en mi boca. En ese momento, noto que me voy a correr, noto que él también, lo noto en mis manos que los sujetan, los dos aumentan de tamaño a la vez y entrecortadamente lanzan el semen.

Ahora yo también junto a mi lengua a la suya, y nuestras bocas no pueden ahogar un gemido, que, como un grito largo de agonía desesperada, crece y crece desde el fondo de nuestras almas, y llena hasta el último rincón de aquella hermosa casa.

FIN

FIN

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