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Todos decían que era la mejor tienda de posiciones del condado de Dawn, si tenías algún problema y si te sobraba el cambio, lo mejor era que fueras a la ver a Madame Herrera para remediar tu situación. Desde artículos para sanar corazones rotos hasta pequeños dijes de dragón que te permitían hacer regresiones generacionales y arreglar algún problema antiguo que atormentase a tu familia, aquella señora lo tenía todo. Se decía incluso que había sido aprendiz del gran Solomon, un hechicero que combatió las Huestes Oscuras durante la Tercera Expansión. O eso era lo que había escuchado. Pero la casona de ladrillos rojos que se hallaba frente a mi parecía muerta, las ventanas y las puertas que daban a los balcones en el segundo piso habían sido dejados a su suerte hace mucho tiempo y las protecciones de herrería habían sido corroídas por el ambiente. -¿Esta es la dirección correcta? —me pregunté mientras veía en mi cristal las notas que me habían dado. La dirección era la correcta, pero por alguna razón, no terminaba de entender como un establecimiento tan aclamado se podía ver así.

Sin darle muchas vueltas abrí la reja de hierro y entré en el pequeño jardín, subí los escalones y toque la puerta. Nada. Volví a tocar la puerta, esta vez con más fuerza, pero el resultado fue el mismo. Nada. Comenzaba a pensar que aquella historia sobre la "asombrosa tienda de Madame Herrera" era mentira y que solo perdía mi tiempo mientras más tiempo pasara ahí y el tiempo, no era algo que tuviera de sobra. Dí media vuelta y me encamine hacía la salida cuando el chillido de una mujer me detuvo.

—¡Alto! —gritó la mujer desde dentro. —¡En un momento le atiendo!

Lo siguiente que escuche fue una serie cómicamente larga de seguros ser abiertos. Voltee hacía la puerta de madera y comencé a percatarme de ciertos detalles que no había visto la primera vez como quemaduras o manchas de pequeñas explosiones, así como varias marcas de garras.

—¿Esas? Seguro fueron dejadas por clientes insatisfechos, siempre hay personas que no pueden aceptar su situación.

—Sabe, eso es justo lo que estaba pensando. Yo...

Tuve que alzar la vista para poder hallar los ojos de la mujer que había atendido a mi llamado. Si alguien la hubiera visto a simple vista, hubiera pensado que se trataba de una jugadora de basketball, su piel morena brillaba con los rayos del sol y su cabello rizado caía hasta sus caderas, pero lo más hipnotizante de su apariencia eran sus ojos que cambiaban de color como si fueran un caleidoscopio, aveces amarillos, luego verdes y cafés, y en algunas ocasiones incluso azules. Vestía shorts de mezclilla y una camiseta con grandes letras amarillas que rezaba "Golden Patrols B.B.C" que en un principio debía de ser azul, pero que se hallaba manchada de tantos colores que apenas se veía su tono original. Debió haberme leído el pensamiento porque adivino justo lo que pasaba por mi mente.

—Sí juego basket, aunque no tanto como antes ¿puedo ayudarlo con algo? —sus ojos brillaron con intriga, como si supiera la respuesta y estuviera esperando a que la dijera.

—Puede que sí, puede que no. ¿Es usted Madame Herrera?

—Sí, sígame por favor. —dio la vuelta y se interno dentro de la casona, no me quedaba de otras más que hacer lo que me decía, tenía la sensación de que en aquella casa, desobedecer a las ordenes de Madame, podría ser peligroso. Atravesé el marco de la puerta e inmediatamente fue como si entrará en una dimensión completamente diferente, por fuera podía parecer solo un edificio antiguo y dejado a su suerte, pero por dentro tenía la apariencia de un palacio.

Seguir a Madame Herrera era complicado. Para empezar, aquella mujer caminaba muy rápido y cambiaba de dirección constantemente, estaba claro que aquella casa era mágica, pero esto era ridículo —¿Quien necesita tanto espacio? —pensé mientras seguía a la hechicera a través de las salas de lo que llamé un palacio de ladrillo.

—Ahora entiendo porque tardo tanto en llegar a la puerta, —dije en voz alta para que me escuchara. —¿quien en su sano juicio podría vivir así?

Al parecer no me escuchó o si lo hizo decidió ignorarme, siguió caminando hasta que nos topamos con unas grandes puertas de madera oscura, incluso con las pesadas puertas cerradas se podía percibir un aroma dulce que emana de lo que fuera que estuviera dentro del cuarto.

—Muy bien, chico. —dijo mientras me miraba con aquellos ojos de color miel tan hipnotizantes. —respira hondo. —hizo una seña con la mano y las puertas se abrieron de par en par, dejando salir un inmensa cantidad de humo de varios colores y olores. Sentía que mi cabeza se aligeraba y que mi visión se ponía borrosa e inclinada. 

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⏰ Última actualización: Mar 13, 2023 ⏰

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