Aquel grito enfurecido, seguido de un sonido seco me hicieron salir del trance. Alcé la vista del reporte que había estado leyendo segundos antes. Sin percatarme, había irrumpido en la oficina del gerente.
Una vez más te vi frente a mí. Analizando la situación, era fácil de describir lo que sucedía. Mi mirada paso de verlo a él bajando el brazo, a verte a ti.
La bofetada había sido tan fuerte que te había volteado la cara al costado, tus ojos se tornaban vidriosos, y tu rostro empezaba a adquirir una tonalidad rojiza. Te vi soltar una lágrima.
La ira empezaba a apoderarse de mí. Internamente me debatía si merecía la pena morirme de hambre por unos meses al ser despedido por golpear a jefe de la empresa, o dejarlo pasar, y ese fue mi primer error, dejarlo pasar.
A mi salida noté tus ojos rojos e hinchados, era evidente lo que había sucedido. Tomé valor y te saludé, a pesar de todo, me sonreíste. Santo Dios, mi corazón dio un gran latido, disimulaste descaradamente que todo iba bien.
Sabía que mantenías un perfil serio en el trabajo, más esa sonrisa que me mostraste nunca apareció de nuevo, o al menos no como yo quisiese.
Sin pensarlo, cada mañana me paraba a una gran distancia de la entrada principal, apenas te vía aparece volteando la calle, caminaba lentamente a fin de coincidir en la puerta principal, no sabía el motivo exacto de mi actuar, pero en esas pequeñas "coincidencias" como lo llamaba, me di cuenta de que sufrías, tu mirada era sombría mientras tus gestos y palabras trataban de mostrar lo contrario.
En cambio, prefería ser inconsciente, prefería estar contigo.
"Veo que hay algo que se quema dentro de ti"
"Se que te duele sonreír, pero intentas"
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
