Jubelian acomodo la pila de libros sobre la mesa de la biblioteca y los levantó de un tirón para comenzar a caminar rumbo a su habitación. Su rostro agotado le hacía ver qué tiraría su carga en cualquier momento.
"Estudiar es taaaaan aburrido."
Camino temblorosamente hacia la salida.
"Jamás pensé que estudiaría lo que nunca antes había estudiado"
Negó levemente por su propio pensamiento.
"Estoy haciendo esto para independizarme"
Detuvo su salida al notar de reojo una presencia. Algo curiosa, giro su mirada hacia los sillones.
Su expresión cambio radicalmente al ver a su padre. No parecía haberla notado por su lectura. Era eso o simplemente estaba ignorandola.
- P-padre, ¡Buenos días!
El duque la miro de soslayo con su mirada indiferente.
- Ya es tarde.
Jubel se quedó en blanco. Apretó sus libros contra su pecho.
- Si ya veo, parece que me he equivocado.
Hablo más para si misma, cosa que su padre escucho y simplemente no dijo nada a favor de ver los libros que traía en brazos.
Los títulos le hizo fruncir el ceño con disgusto. Había olvidado que la biblioteca tenia a la mano libros de administración de territorio. Al menos, no había sobrepasado los límites impuestos.
- ¿Esos son... libros de gestión territorial?
- S-si, me preguntaba que tipo de deberes hace padre como señor.
Regis bebió del té y ordenó a su hija sentarse. Por mucho que no quisiera estar con aquella niña, sabía que era necesario preparla para tomar el cargo de duque Floyen.
Hubiese deseado que Lanzel heredará su puesto, pero al ser doncel y prometido del príncipe heredero no sería posible. Su preciado hijo no podría cumplir nada de lo previsto por el y eso lo desesperaba.
Lanzel tenía un futuro prometedor que se vio opacado por su falta de acciones ante los peligros.Ahora su preciado hijo se encuentra en la boca del lobo y el, el no podría hacer nada por revertir la situación. El emperador lo puso en jaque.
- Siéntate. - Jubelian obedeció rápidamente. - ¿Cuáles son los tres elementos de un campo?
No se la dejaria tan fácil a esa insolente niña. Esperaba fervientemente que Lanzel lo perdonará por no tomarlo en cuenta para su preparación como heredero del ducado.
Era pasado el medio día cuando Lanzel despertó. El cansancio que había entumecido su cuerpo se había esfumado como el aire.
Aún así, sentía una pesadez diferente, algo que no podría desvanecer con su magia.Apretó las blancas sábanas al sentir las lágrimas aproximarse.
La impotencia de ser tan, tan débil palpitaba por su cerebro como un recordatorio permanente de su condición.
Era tan difícil controlar sus emociones. ¡Apenas y logró tener una caminata y ya se había desmayado! Era un vergüenza como hombre. Ni siquiera podia ver el mundo arder con este cuerpo tan débil que portaba.
- Si tan solo no hubiera muerto en aquel entonces... - murmuró con pesadez.
Su primera vida había sido un desastre total. Bueno, no es como si hubiera vivido tanto como para considerarlo una vida. Después de todo, había muerto casi a los 5 años debido a un percance.
"Nunca existió una preocupación real por nosotros."
Bajo su mirada.
"Querido padre, ¿Por qué ahora te preocupas por mi cuando no lo hacías antes?"
Algo había cambiado. Sabía que no había retrocedido en el tiempo por la forma tan nostálgica con la cual el duque hablaba de su madre. Era claro que el duque le tuvo un enorme amor a aquella bruja. Uno mayor a la madre de Jubelian.
De solo pensar en esa lamentable mujer se le revolvía el estómago.
La madre de Jubelian nunca logro obtener ese amor característico de su primera vida. Su madre había robado el puesto en el corazón del duque de manera tan discreta que el no logro notarlo hasta que visito la tumba de la bruja.
En aquel primer momento y como todo niño preguntó sobre la difunta duquesa. A lo cual, el duque miro con frialdad un montículo de tierra a unos metros más adelante. No tenía nada, ni una lápida o flores.
Después, solo regreso su mirada a la tumba de la bruja con una expresión de amor y calidez.
Y termino soltando las palabras más crueles que pudo escuchar.
"Esta aquí. Mi único y verdadero amor, Atenea."
Recuerda haber quedado sin palabras. El miedo lo carcomio lentamente al mirar como la tumba de la bruja desaparecía conforme avanzaba su padre.
Esa... Mugrosa. Cómo la odiaba, la odiaba por todo lo que hizo en aquel entonces. Más no la dejaría hacer lo que quisiera está vez.
Eliminaría la maldición impuesta. Regresaría a ser como era antes.
Si ser un juguete era lo que quería esa loca el lo sería, pero no cualquiera. Definitivamente sería indispensable en su juego para que al final, el mismo títere que creyó tener controlado la eliminé de manera definitiva.
Por qué estaba más que seguro. La bruja esa seguía con vida. Aguardando. Observando. Esperando.
.
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Y cuando llegue el momento, la mujer se retorcera en su propia sangre.⊙﹏⊙→
Algo corto, pero quería dar desde un comienzo esa sed de sangre que tiene Lanzel con su madre. Atentos a como el describe a su propia madre.
Jubelian está en camino de ser alguien que podría impactar en los planes de Lanzel.
Y por último, déjenme decirles que Lanzel no es un personaje original de la trama de la novela, el es un personaje de una línea diferente, por eso Jubelian no logra identificarlo. La madre de Lanzel, Atenea, es tan importante para entender todo este embrollo.
Hasta aquí llegó el capítulo de hoy. Gracias por la espera, nos vemos hasta la próxima (;ŏ﹏ŏ)♥️
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Hermano, ¡Déjame uno!
FanfictionJubelian nunca espero tener un hermano menor. En la novela nunca se mencionó un hermano menor y mucho menos uno que Regis amara sobre su propia hija. ¡Era tan apuesto e inocente! No podía siquiera enojarse o hechar veneno frente a el por miedo a que...