Aquel hombre de ojos azules.
Por más cálculos, adivinaciones o presentimientos que hubiesen podido llegar a inquietarme, jamás hubiese logrado prever aquello que se me aproximaba; por mi cerebro nunca se hubiese cruzado ni la más remota noción de que aquel día, un día como cualquier otro, caracterizado por su monótona sencillez rutinaria, sería en el que mi vida se vería marcada inevitablemente en un antes y un después. Pues claro, ¿quién en su sano juicio llegaría a una conclusión tan fantasiosa? —Un creyente de la astrología, tal vez—.
Los recuerdos del inicio de nuestra convivencia juntos, como compañeros de trabajo, siguen intactos en mi memoria, tan frescos y vívidos como si hubiesen ocurrido hace tan solo unos pocos minutos atrás.
Nunca podría yo, ni aunque fuese despojado por completo de mis memorias, olvidar esa vez que crucé la puerta del bar para encontrarme con mi superior, Kyutaro, en aquella ocasión tan particular; había sido citado puntualmente ya que se me asignaría un colega, con quien me guste o no, me vería obligado a relacionarme únicamente con fines laborales.
Ingenuo de mí en aquel entonces, totalmente ignorante y ajeno al hecho de que más adelante en el tiempo, el vínculo de menor relevancia entre nosotros dos sería el profesional.
La inconfundible imagen de aquel muchacho, cuya silueta desarreglada no ejercía movimiento alguno, permanece tan clara como el agua en lo más profundo de mi mente, donde aquello más preciado habita.
Tan solo con darle un vistazo fugaz pude deducir que aquel hombre era de edad similar a la mía; su rostro, que abundaba en inexpresividad, lucía facciones marcadas y filosas que le otorgaban un innegable atractivo visual inmediato, pero que era contrastado en su totalidad por el resto de su apariencia —que no era mala, sino más bien, equiparable a la de un vagabundo—.
Cabello negro y largo, recogido en una coleta que no tenía ni la más mínima intención de aparentar cuidado alguno; ojos oscuros y desolados, cuyo paradero era desconocido, demostrando un estado total de disociación con el alrededor; una abundante cantidad de vello facial decorando su barbilla, sin señal aparente de seguir un orden; y también un aura de desamparo puro que en aquel momento no supe descifrar, constituían el resto de su aspecto.
Esos fueron los rasgos que más destacaron de su complexión y que, lógicamente, no me inspiraron exactamente la mejor primera impresión suya.
La preocupación me invadió desmedidamente en aquel entonces, pues temí que su personalidad fuese igual de atípica que su apariencia. Compartir vivienda con una persona de carácter poco común definitivamente era una de las cosas que menos anhelaba, más sin embargo, ¿qué otra cosa se hubiese podido esperar teniendo en cuenta que ambos nos dedicábamos al asesinato a tiempo completo? Pocos son sicarios de nuestro calibre, y de entre esos pocos, muchos menos podían alardear de haberse mantenido cuerdos, libres de traumas o de trastornos.
Sin demorar ni un segundo más, y sabiendo a la perfección que de poco o nada serviría seguir considerando simples prejuicios, me presenté de forma breve y sin lujo de detalle ante su persona, con un tono neutro pero seguro, consiguientemente formulándole una pregunta sencilla, que recibiría una respuesta igual de sencilla, y que igualmente lograría quedar marcada en mí hasta el día de la fecha, por más insensato que pudiese parecer.
—¿Y cuál es tu nombre?
—Rei.
Repito lúcidamente la escena en mi mente, rememorándola sin dificultad alguna, y recordando una vez más la primera vez que oí su voz, carrasposa y carente de todo rastro de humanidad, sin saber que esa misma voz sería la última que oiría antes de que mi último aliento se desvaneciese por completo de la faz de la tierra.
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Inolvidable | Rei Suwa x Male Reader | Buddy Daddies
FanfictionLlegaste a mi vida y la cambiaste por completo de la forma más descarada posible, te tomaste el trabajo de instruirme en todo aquello que nadie más se hubiese molestado en enseñarme y, muy por sobre todo lo demás, me ayudaste a ser capaz de expresar...