Rebeca Walsh:
Doy vueltas por el aeropuerto buscando a ese par que tenían que estar aquí hace diez minutos.
¿Quien lo diría?
Yo, quien hace cinco años llegaba tarde a todos lados, ahora soy puntual y quiero que los demás lo sean.
Dios, ¿qué pasó conmigo?
Y como si alguien me quisiera responder escuche una voz que me parecía conocida.
Y aunque no era posible...
No, sí era posible.
Pero, es que sería..., Dios, no.
Me quedo parada sin moverme y se voltea quedando de perfil hacia mí.
Sí.
Es él.
Mierda.
Lo miro fijamente, como si estuviera paralizada.
Y como si se diera cuenta de que lo estaba viendo, se volteó y nos quedamos frente a frente.
Dejándome hipnotizada con sus ojos de un café claro que eran...
No, ya pasaron cinco años, ya no siento nada, absolutamente nada, por él.
No lo extrañe en estos cinco años.
Y nunca pensé en él
Y nunca me imaginé como hubiera sido si el me hubiera pedido que me quedara.
Si no hubiera aceptado su propuesta de fingir ser su novia a cambio de dinero.
Si no me hubiera enamorado de él.
Sí, definitivamente no me puedo mentir ni a mí.
Pero no podía decir que fue un error.
O tal vez sí.
Estaba tan absorta en mis pensamientos, que cuando volví a el mundo él ya estaba más cerca de mí.
Y, mierda, malditos nervios.
Pensé que ya había superado ese efecto que él me producía.
—¿Rebeca? —preguntó, su voz era malditamente fría y a la vez tenia ese tono suave que utilizaba conmigo.
Su mirada tenía un brillo indescriptible.
Y su expresión era de sorpresa.
Yo seguí sin decir nada, simplemente me quedé ahí, sin moverme, sin una reacción.
Hasta que escuche una voz, la voz de mi hija.
Mi amado error.
Ella me abrazó, sin saber que delante de ella estaba su padre.
Me mordí el interior de la mejilla, estaba nerviosa.
—¡Mamá!, ¿por qué tardaste tanto? —exclamó Ada.
—Ya te lo dije, tenia que arreglar unos asuntos en el trabajo. —dije, con voz casi inaudible.
—¿Qué pasa Rebe? —me preguntó mi amiga Ana, quien vino con mi hija a recibirme.
El hombre delante de mí seguía mirándome a los ojos, y después pasó su mirada a Ada.
Y fue cuando Ana lo miró.
—Mierda —siseó.
—Vocabulario —le dijo Ada, como yo siempre lo hacía—, Mamá, ¿Quien es él? —miró a Izan.
—Él es... —trate de decir, pero...
—Soy Izan, un amigo de tu mamá —no pase por alto como dijo la palabra «amigo»—. ¿Cuál es tu nombre? —se agachó para hablar con Ada.
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Seremos felices ✔
RomanceRebeca Walsh, es diseñadora de joyas y vuelve a su país natal después de pasar casi cinco años en Brasil. Izan Roberts, es dueño de una empresa de joyas, y un hombre que dijo que no quería una familia y menos hijos. Izan y Rebeca se vuelven a encont...