Worst Day Ever

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Él no creía en la mala suerte. Gatos negros, pasar bajo una escalera, romper un espejo; todo eran simples y vagas supersticiones para la gente incapaz de afrontar los malos tratos de una vida hija de puta. Él, en cambio, siempre estuvo dispuesto a ser perseverante sin importar qué, haciendo limonada cuando la vida le tira limones, aguantando todo para llegar a la meta pero hoy-... Hoy la vida estaba hecha una peculiar molestia en el culo y esos limones estaban secos como el amor de su ex-esposa por él.

Comenzó el día con el pie izquierdo y, para ser más específico, sobre los bloques de lego que Shōto decidió olvidar guardar en su sitio. El dolor es una perra, lo sintió al punto de creer que podría caminar rengo todo el día con el toque punzante directo a su tendón.
Los niños ya estaban grandes y Fuyumi, su única ayuda en este desastre de padre soltero, era quien recordaba a todos e incluso al mayor de ellos a prepararse para sus clases pero el desastre que el desayuno dejaba atrás era algo comparable con un huracán.
Podía ver con desgano todo lo que le tocaba hacer sin siquiera haber probado un bocado todavía. Las sartenes con masa pegada, la mantequilla derretida, la miel pegoteada, el mantel con manchas de jugo y-... Touya se había tomado su café... De nuevo.
No entendía por qué necesitaba tanta cafeína pero sus orejas declaraban que se había quedado toda la noche despierto y sospechaba que no había sido por hacer la tarea... Lo que sí le sorprendió fue lo apresurado que estuvo por irse y en un inicio, como un novato ingenuo, no le prestó atención... Grave error.
Cuando oyó a Fuyumi apresurándolos para subirse al auto y fue directo a tomar sus llaves... No estaban. Touya se había llevado el auto nuevo, probablemente para pasar a recoger al mocoso de su mejor amigo, que aunque pareciera impresionante, tenía más ojeras que él. No le quedaba otra que la vieja carcacha, un Volkswagen Sedan bastante viejo, con un aire acondicionado que sólo expedía mal olor como si tuviera una comadreja muerta dentro, la pintura desprendida, llantas a medio desinflamar y asientos incómodos y pequeños donde su inmensa personalidad no cabía del todo bien. Por si fuera poco, el auto se quedó a unas pocas cuadras y debió empujar para no recibir una multa por dejarlo tirado.

Él alcanzó a Shōto de la mano hasta la primaria y como para hacerlo sentir más ignorado que de costumbre, no tardó en dejarlo de lado sin siquiera saludarlo para correr tras su amiguito. Prácticamente el único niño con el que hablaba, un enanito de cabellos y ojos verdes que le iluminaba el rostro cada vez que se veían y, si bien su hijo menor no era muy charlatán, al menos con ese otro niño sí que expresaba palabra.
Entró a la secundaria de al lado, sólo para hallar que les habían recortado el presupuesto de nuevo y la cafetera del salón de profesores ya no existía.
Dejó su pobre almuerzo, lo poco que logró tomar de la heladera siendo esto un yogur con frutas y un emparedado simple en la heladera compartida, con su nombre escrito en él, todo para apresurarse a dar clases. Odiaba desperdiciar tiempo y, sobre todo, hacer perder valiosas horas de enseñanza a los mequetrefes obsesionados con su propio reflejo en la pantalla del celular.

Algunos rumoreaban en voz alta, incluido su propio hijo, con ese tremendo vozarrón y su gusto por llamar la atención. Parecía burlarse de su mejor amigo, el muchacho ojeroso de blancos cabellos y ojos rojizos, mientras señalaba a un chico de la fila del otro extremo, de cabellos negros y ojos azules. Poco sabía del muchacho salvo que había sido transferido hace poco menos de una semana pero parecía adaptarse más fácil que él mismo a este día de mierda.
Si resultaba que Touya estaba acosando alumnos otra vez tendría que tener una charla seria con el cabeza hueca.

Costó más que de costumbre hacer a la clase callar, el único dispuesto a estar completamente atento a su lección era Takami, cuyos ojos dorados lo seguían de un sitio a otro como si fuera la presa de un inmenso halcón. No importaba hacia donde se moviera, si estaba hablando o corrigiendo, él mantenía esas canicas sobre sí mismo como si fuera el objeto más brillante en este preciso momento pero incluso así, el chico sabía cómo enervar su paciencia.

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⏰ Última actualización: Mar 14, 2023 ⏰

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