Traidora

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 El día en que supo que ese hombre había asesinado a toda la familia del hombre que amaba, fue el día en que decidió que no dejaría las cosas como estaban. La consideraban débil, una chiquilla estúpida y sin ningún tipo de talento, y no era que se equivocasen demasiado. Hasta ese momento fue débil, incapaz de entender por qué él tenía esa mirada distante y vacía que tanto le atraía. No se había dado cuenta de que estaba roto, que su corazón estaba destruido de tal modo que no había forma de repararlo, por mucho que ella lo intentase.

Fue por ello que aquella fría noche de invierno salió de la escuela de magia para no volver. Sabía que estaba prohibido, que su capacidad, fuese o no útil, servía únicamente al rey, y utilizarla para sus propios fines era algo que se castigaba con la muerte pero, ¿cómo iba a dejar que él pasase por ello sabiendo lo que sabía? ¿Cómo podía dejar que él se enfrentase al desafío que suponía ser un desertor, un rebelde, cuando había visto con sus propios ojos el poder que tenía la destrucción? No podía dejar que eso ocurriese, no podía permitir que perdiese más y más cosas.

Por eso cabalgó durante tres días casi sin descansar para encontrar a Loreley, la bruja que no dejaba de atacar la academia de magia. Se rumoreaba que vivía en las montañas del norte, y no le importaba el frío, la nieve o los lobos grises, solo quería salvarle a él.

-Sandrine... esperaba que vinieses.

No sabía por qué conocía su nombre ni le importaba. Se bajó del caballo con el ceño fruncido y una mirada de determinación infranqueable. Le daba igual si tenía que matarla, no pararía hasta acabar con el ser que había destruido la vida del hombre que amaba.

-¿Y bien? ¿Vas a adiestrarme?

-Sí, pero te lo advierto, chica, no volverás a ser la misma nunca más. Si quieres conseguir el poder para hacer lo que quieras, cuando quieras y como lo desees, vas a tener que destruir algo más valioso que ese chico que ronda en tu mente, vas a tener que congelar tus emociones para siempre.

Sabía que eso significaba que no le importaría que él nunca la quisiese, que solo pensaría en una cosa, en vengarse, en conseguir sus objetivos, sin importar las consecuencias, pero... ¿estaba dispuesta a entregar hasta la última gota de cada cosa buena que había en ella para destruir al hombre que le había hecho daño a él?

...

Habían pasado catorce años desde la última vez que le había visto a él, y seis desde que ella se había ido. No se esperaba volver a verlos a ninguno, y mucho menos ver cómo ella agarraba el cuello de su hermano con una mano de aura violeta y lo estrangulaba.

-¡Sandrine!

Si se esperaba que esa súplica fuese suficiente para hacerla retroceder, no sabía a cuántas cosas había tenido que renunciar esa molesta, estúpida y rebelde chica de la que se había enamorado. Mientras su hermano intentaba tomar aire con todas sus fuerzas, Sandrine miró a Sabellian con unos ojos aun más vacuos que los suyos.

-Cuánto tiempo sin vernos. ¿Qué es lo que quieres?

-Él es cosa mía, no tuya.

-Él utiliza la nigromancia, y ni todo el poder que tú tienes serviría para destruirle... pero yo utilizo la magia del vacío y contra eso no hay nada que ningún mago pueda hacer. Ahora, si me disculpas, estoy ocupada.

Con su mirada horrorizada Sabellian presenció a la chica más dulce e inocente que nunca había conocido, asesinar a su hermano con un hechizo que arrancó su conciencia de su cuerpo y lo dejó como un guiñapo sin vida, antes de que ella terminase de partirle el cuello.

-¿Por qué lo has hecho?

Pero a Sandrine no le importaban sus lágrimas, y por eso dijo la verdad más cruel que nunca esperó decirle a nadie, con su mirada vacía y su expresión sin rostro, arrancó esas crueles palabras que perseguirían a Sabellian para siempre.

-Tú lo querías muerto y ahora lo está, ¿cuál es el problema? Que haya decidido morir simplemente para evitar que el rey descubriese que tú eres el heredero del trueno, que se pusiese una diana en la espalda para evitar que tú la llevases, no lo convierte en un ser bueno. Asesinó a toda tu familia para evitar que el rey se enterase de que tú eres el heredero del trueno. Pero no te preocupes, te prometo que su secreto se quedará únicamente entre tú y yo -le dedicó una sonrisa fría como el hielo-. Ya nos veremos, Sabellian.

Y frente a los ojos llorosos de Sabellian, ella desapareció, dejando tras de sí el cuerpo todavía cálido de su hermano Kaelian. ¿Cómo iba a perdonarla a ella ahora? ¿Cómo iba a lidiar con todo el dolor que sentía, y que era mayor que el que había sentido al volver a la planta de los magos del rayo y ver toda esa destrucción? ¿Cómo iba a poder lidiar con ese amor que todavía sentía por la mujer que había traicionado todo en lo que creía?

TraidoraWhere stories live. Discover now