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Lionel abrazó a Antonela por la cintura, mientras ésta se acurrucaba en su pecho. Era una escena muy acogedora, y a pesar de eso, no se sentía correcto. Al menos no como solía hacerlo.

El mayor se revolvió incómodo sobre la almohada, intentando conciliar el sueño luego del agotador día que le había tocado vivir. Mas no podía, debido a que una persona bastante problemática venía colándose en sus pensamientos, atormentándolo como era de costumbre.

Emiliano estaba presente hasta en aquellos somnolientos instantes, donde se suponía que debía confirmar lo mucho que amaba a su esposa. Y, en cambio, confirmaba lo mucho que anhelaba ser sostenido por el arquero una vez más. Tan solo una vez más. Sabe que eso fue lo que dijo la última vez, pero siente que ya no puede parar.

─¿Estás bien, amor? ─la voz de Antonela lo interrumpió. ─Te estás moviendo mucho.

Messi asintió apresuradamente, abrazándola más fuerte para evitar conversaciones.

─Estoy cansado nomás ─le dijo a la par que besaba su frente.

Su esposa esbozó una falsa sonrisa y decidió que ya no era necesario seguir cuestionando. Ella sabía a qué se debía insomnio de su marido. Porque incluso durante el momento en que tuvieron relaciones, Lionel se mostró incómodo. ¿Sería posible que el rosarino realmente hubiera dejado de sentirse como antes? Se notaba totalmente desganado respecto a encender nuevamente la llama de su relación.

Y Roccuzzo intentó ser firme en cuanto al tema. Si bien le perdonó la infidelidad, no estaba segura de poder continuar aceptando lo que sabía que sucedía a sus espaldas.

─¿Hablaste algo con Emiliano en el baño que te tenga así de inquieto? ──atacó, provocando que el contrario se sentara sobre la cama, apoyando la espalda contra el respaldar.

─¿Podemos dejar de meter a Emiliano en todo?

─Sí, si fueras capaz de considerarlo como lo que es. Un compañero de equipo, nada más ─insistió. ──Lionel, estoy intentando sacar esto adelante pero si no ponés de tu parte no puedo hacer nada.

El contrario no emitió palabra al respecto. Continuó mirando sus manos, nervioso y con ganas de escapar de aquel costoso hotel solo para abrazarse a su arquero bajo el rocío de la noche parisina. Nunca pensó que llegaría a necesitarlo de tal forma. Y al mismo tiempo se odió por pensar de forma tan inmadura. Su mujer tenía razón, no había justificación. Ojalá pudiera ignorar todo lo que sentía.

Ante el silencio, Antonela se vio obligada a continuar.

─Y, aunque me duela en el alma lo que me estás haciendo, te afecta más a vos que a mí. Ya lo hablamos ─continuaba. ─No te cagués la vida así, Lionel. Si no te intereso yo, por lo menos pensá en tus hijos, pensá en vos. En Emiliano, en su familia. ¿Nada de eso te hace sentir culpable?

─Cortala, Antonela ─se destapó y se levantó, decidido a vestirse. ─Si ya lo hablamos no hace falta volver a hablarlo.

La nombrada le dedicó una mirada incrédula. Ofendida, corrigió su postura y se sentó sobre la cama.

─Yo sigo enojada. Me parece increíble que te chupe tanto un huevo ─le hablaba, observando como se vestía como preparándose para salir. ─Te cagaste en una familia, en un matrimonio y en tu carrera. Todo por un arquerito de mierda que conoces hace dos años. Reaccioná, por favor te lo pido. ─el contrario seguía sin emitir juicio. ─¿A dónde vas?

El capitán terminó de atarse los cordones y se dirigió a la puerta, abriéndola.

─A ningun lado, a tomar aire. ─fue lo último que la mujer escuchó, seguido de la puerta cerrándose.

𝗞𝗜𝗦𝗦𝗘𝗦 𝗔𝗡𝗗 𝗥𝗘𝗚𝗥𝗘𝗧𝗦 messi, dibuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora