Prólogo.

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Roselle

Mi mundo es tuyo desde el primer instante de consuelo, desde el primer toque, desde el primer abrazo, desde el primer beso, desde lo primero de lo primero.

Era raro pensar en todo nuestro transcurso. En como te he visto progresar, decaer y levantarte varías veces. Hemos estado en una montaña rusa constante.

Mi mundo es tuyo desde antes del inicio y del fin sin fin.

—Roselle —dice Asher—, ¿Dónde estás?
—Estoy en el vestidor  —alcé la voz

Escuché como sus pasos apresurados se iban acercando cada vez más hacia donde estaba.

Y ahí, en cuestión de minutos vi su rostro asomarse con cara de pervertido al pensar que estaba con poca tela

—Pervertido —Lo acusé leyendo su mente
—Tu pervertido, querida. Estamos casados —señaló el anillo con una enorme sonrisa arrogante
—Para mi desgracia —hice puchero en gesto de dramatización

Rodó los ojos con fastidió por romper su momento.

—¿Para donde iremos? —preguntó alegre al verme buscando ropa
—Para donde IRÉ —recalqué eligiendo por fin un vestido
—¿Me dejarás sólo? —preguntó en puchero con ojitos de gato con botas
—Por un rato —me entristecí—, las chicas me amenazaron con publicar mi foto borracha del Instituto
—Uhhh, jugaron sucio —dijo divertido—, ahora entiendo porqué no podré ir
—¿Por qué?
—Porque tengo que cuidar a nuestra Rachel
—Eres adivino aparte de divino, cariño —me acerqué para plantrarle un beso apasionado

Terminé arreglandome muy tarde gracias a mi querido esposo. Insaciable y irresistible como siempre.

Opté por colocarme un lindo vestido azul marino ceñido al cuerpo, a juego con unos tacones no tan altos que hacían que el atuendo resaltara a la perfección.

Al encontrarme con las desastrosas me percaté de que todas iban muy DIVINAS para la ocasión.

Una noche de chicas.

Luego de varias copitas de alcohol, varios pasos sacados en la pista, algunas llamadas con Asher para verificar que todo estuviera bien y unas risas después, nos dirigimos al coche de nuestra amiga, Shadia, quien responsablemente nos llevaría a casa.

Todas íbamos cantando lo que sonaba en la radio, mientras sacudiamos nuestro pobre esqueleto al ritmo de la pegajosa canción, y en cuestión de segundos... todo se volvió en NADA.

Un estruendo abrupto fué lo último que escuché antes de quedar inconciente

Esto es un fin sin fin.

Mi mundo es tuyo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora