Humeante

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En el callejón menos explorado de la ciudad, se encontraban dos sujetos que, para los funestos ojos de la sociedad, no eran nadie. El primero de ellos, un sujeto con un sobretodo y un sombrero rojo con una línea negra, se encontraba parado, cabizbajo, observando lo que tenía bajos los pies; el segundo, en cambio, una persona con una camisa blanca y cabello moreno, posaba en el suelo. La mirada de este era vacía, no reflejaba otra cosa más que una expresión de tristeza y terror. Los ojos de este eran grises como el polvo y cristalinos como un lago. De su pecho brotaba, desde un agujero lineal, aquel líquido con sabor metálico que todo ser vivo con piel y carne contenía en su interior.

El hombre en pie mantenía un silencio inquietante. Estaba inmóvil frente a ese humano. Pese a no tener una clara visión de los hechos, pudo deducir rápidamente que aquel hombre había sido apuñalado una sola vez. Observó los ojos grises y sintió un leve pensar en su interior.

—Mal actuar llevabas en tu cuerpo. La liberación de tu pobre alma encadenada en ese cascarón vacío fue tu salvación. Agradecido deberías estar, mas no enfurruñado por lo ocurrido —declaró el sujeto cargando la bolsa difunta de vísceras y huesos.

Los dos se introdujeron en lo más profundo del callejón, entrando en la oscuridad.

...

Hervía un estofado humeante en la cocina de un típico departamento de Queens. El sujeto del sobretodo tomó un cucharón, y de ahí un sorbo dio. Una sensación de satisfacción y relajación, combinada con un ligero sentimiento de nostalgia, se apareció en su pálido rostro. Al fin la receta que tanto hacía su madre, y que con mucho amor le preparaba a él y a su hermano, le había salido. Observó el caldo con atención.

—Ojalá estuvieras aquí para probarlo, hermano.

Relatos SobrenaturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora