Prólogo

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{Aclaración: Esto es una historia corta, sin embargo el prólogo será relativamente largo en comparación al resto de los capítulos}


Ella aún recordaba como había comenzado todo. Las memorias de ese día permanecían intactas en su cabeza como una fotografía recién tomada. Memorias tan valiosas como un trofeo de oro, tan importantes como su brazo izquierdo. Recuerdos que Anna valoraba de una manera indescriptible.


Había sido por un emparedado. De hecho, ella recordaba cómo era el dichoso emparedado. Tenía jamón, lechuga y queso. Todd había llegado a su lado y, sin siquiera dejar de ver el emparedado con notable apetito en su semblante, saludó a Anna. Esta, por otro lado, sabía las intenciones de Todd, y es que se trataba de una niña muy astuta. Sabía que él quería un mordisco de su emparedado, y ella no se lo permitiría. Pero entonces llegaron otro par de niños grandes, mirándola de manera amenazadora y ordenándole que les entregara el emparedado. Anna estaba por obedecer a la orden cuando Todd se paró sobre la silla en la que había estado sentando y, estando a la altura del niño, lo pateó fuertemente en la entrepierna.


La maestra lo envió a dirección y sus padres fueron notificados por agresión en la escuela. Sin embargo, a Todd no le importó, y ese día cuando salió de la oficina del director, ella estaba esperándolo afuera. Todd le sonrió, y Anna le devolvió la sonrisa antes de ofrecerle el emparedado. Todd le dijo que esa era la razón por la que se había acercado a ella aquella mañana, a lo que Anna respondió con un asentimiento. Ella ya lo sabía, aunque eso no le importaba ahora. Sólo quería premiar a su héroe con un sabroso emparedado. Le dijo que tomara el emparedado, Todd lo hizo y le ofreció a ella, pero Anna no quería comer, no tenía hambre en lo absoluto.


—¿Sabes? Acabamos de comenzar un había una vez —dijo él, y aunque ella no comprendió, le sonrió en respuesta.


Y así fue. Así Todd se convirtió en su super mejor amigo héroe, o al menos así es como ella le solía decir.


Después de ese acontecimiento se hicieron tan inseparables como el cereal de la leche, como las letras de las canciones, como la mantequilla del maní. Su había una vez era cada día más intenso. Incluso en su etapa adolescente, eran tan unidos que las personas que los miraban juntos llegaban a creer que se trataba de una pareja formal, pero ellos no eran más que dos almas que encajaban a la perfección por el simple hecho de que no lo sabían. Ellos eran perfectos el uno para el otro por la razón de que no se veían como más que amigos. Pero eso cambió cuando sus hormonas comenzaron a avivarse. Todd comenzó a sentir mariposas por Anna, y el hecho de que ella no lo notase aumentaba su amor hacia ella, pues le encantaba la manera en la que Anna era tan lista e independiente pero aún así no veía los sentimientos de él hacia ella. Le gustaba tanto como le dolía, pues en algunos casos se sentía como si clavasen un cuchillo en su corazón, y es que Anna era muy bonita y la cantidad de pretendientes que tenía era exagerada. Aunque por supuesto, ella no lo notaba, pues le sucedía exactamente igual que con Todd, y es que sus pensamientos iban mucho más allá de la apariencia y la cantidad de pretendientes que tuviese, pues una relación amorosa no era lo que Anna quería, ella quería más que eso. Quería ser exitosa en la vida, quería ser feliz, quería ser ella misma. Y todo eso enamoraba a Todd cada día más.


Sin embargo, hubo un día en el que las cosas cambiaron. Ese día, después de la ceremonia de graduación, Todd arrastró a Anna a su habitación. Se sentaron en el borde acolchado de su cama y él tomo las manos de ella.


—Me iré de aquí.


Todd sabía que la noticia afectaría a su mejor amiga. Lo sabía con certeza, pues Anna deseaba más que nada en el mundo el camino que él tomaría, pero no era algo que pudiese hacer, y no porque no tuviese talento, pues la verdad es que Anna derrochaba talento y perspicacia, pero las condiciones de su familia no se lo permitían. Ella era el ancla de su hogar, lo que mantenía todo en su lugar, y si ella se iba, su familia se hundiría, y eso era algo que Anna jamás permitiría. Ella jamás pondría sus deseos sobre las necesidades de su familia, y es que ella consideraba que ellos eran mucho más importantes que lo que sintiese su corazón.


—Esta bien —Anna asintió con la cabeza, apretando las manos de Todd. Estaba conteniendo las lagrimas, reprimiendo los sollozos. Necesitaba llorar, pero no quería hacerlo, pues si lo hacía haría sentir a Todd mal, y las necesidades de él iban sobre las de ella, justo como con su familia.


—¿Estas segura? Porque no luces como si estuviera bien. —susurró él, acariciando levemente su mejilla. Una lagrima se escapo del ojo izquierdo de Anna, y Todd estuvo allí para detenerla a medio camino en su mejilla.


Anna cerró los ojos.


—Quiero estarlo. Lo estaré —asintió, apretando los labios con fuerza.


—Seguro que lo lograrás —dijo Todd, y entonces abrazó a su mejor amiga. La estrechó con delicadeza entre sus brazos, la sostuvo y acurrucó. Ella lloró y él no dejó de abrazarla, no dejó de hacerlo hasta que ella se separó de él.


Anna miró a Todd. Miró cada centímetro de su rostro, miro como le devolvía la mirada y miró su reflejo en sus ojos. Una chispa se encendió en su corazón, de tristeza y a la vez emoción, pues algo más despertaba dentro de ella, algo en su estomago. Algo que se movía de un lado a otro y la hacía sentir como si hubiese un zoológico entero dentro de ella en lugar de órganos.


Se supone que eran las dichosas mariposas, pero ella las sentía como mucho más que eso.


Todd se iba, Todd la dejaba. Y no es hasta entonces que ella notaba que lo que sentía por él era más que simple amistad.


—¿Vas por tu había una vez?


Una sonrisa apareció en el rostro del chico, una mueca llena de nostalgia y una mezcla entre felicidad y tristeza.


—Voy por mi había una vez.


Y aunque el verdadero origen de su había una vez remonta en el día en el que se conocieron, no fue hasta ese día que su historia realmente comenzó. El día en el que Anna notó que lo que sentía por Todd era más que amistad, el día en el que Todd se fue a sabiendas que dejaba atrás al amor de su vida, o al menos de su adolescencia.


El día en el que ambos, finalmente, sabían con certeza lo que sentían en uno por el otro, sin embargo también fue el día en el que se vieron obligados a tomar distintos caminos. El día en el que se separaron físicamente.


Pero sentimentalmente estaban más unidos que nunca.


▸ Estado: No editado

Había una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora