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Minho terminó de preparar los últimos detalles para la velada, el tiempo no era problema, sabía que Jisung tomaría su tiempo aunque tratara de apresurarse. Terminó de calentar las sopas que darían inicio a la comida, sacó una botella de vino que venían reservando para un momento especial, colocó copas y adicionalmente un jugo de arándanos para rebajar un poco el efecto del alcohol, o eso decía Han, no creía que realmente ayudara a bajar sus borracheras, pero por lo menos lo mantenía a raya a la hora de beber.

Sacó un ramo más de rosas de un gabinete, 24 rosas en total de un color rojo intenso y un aroma embriagante, justo como le gustaban a su novio. En el espejo volvió a acomodar su ropa con las manos ligeramente temblorosas, no podía negar que estaba nervioso, sus amigos siempre le mantenían un ojo puesto para que no lastimara a Jisung, alegando que podía ser muy cabeza dura, pero si supieran qué ese hombre serio estaba tan perdidamente enamorado, tanto que sentía su trabajo como una distracción de Jisung, su mundo era él, y no podía vivir sin su mundo, amaba todo de su Ji, cada cualidad de él la adoraba, y las había memorizado a su perfección.

Pestañeó un par de veces terminando de ver su reflejo, colocó un poco de bálsamo y labial, finalmente volteó a ver a Dori, su consejero al ser el más hablador de sus gatos.

— Deseale suerte a tu papá

Se agachó a acariciarlo, recibiendo maullidos y ronroneos contentos, se levantó sintiendo un poco de molestia y volviendo a acomodar su ropa, nada podía salir mal.

Regresó a la cocina y sirvió las copas en el momento justo.

— Min, volteate, no quiero que me veas — gritó Jisung desde la puerta de la habitación antes de salir riendo un poco.

El nombrado hizo caso, volteandose y tapando sus ojos con una sonrisa, esperó lo que le pareció una eternidad hasta que sintió unos brazos rodear su cintura por detrás.

— Abre los ojos

Bajó las manos y giró siguiendo el movimiento que daba su novio sobre su cintura hasta encontrarse con Jisung, quién dió un paso atrás modelando lo que Minho había escogido para él.

Llevaba una camisa lila con un escote tipo V bajo, dejando ver un poco de su pecho, decorado con unos olanes que hacían parecer la tela y la misma camisa fluir con su cuerpo, sus pantalones eran negros y ceñidos a la cintura, un atributo que adoraba presumir, el pantalón caía elegantemente sobre sus piernas, escogió su par de zapatos de vestir favoritos, completando su atuendo con un peinado que dejaba su frente descubierta y enmarcaba a la perfección su bello rostro, el cual, lucía un sutil maquillaje que iluminaba sus ojos.

Minho sólo admiraba al hombre que tenía frente a él, un modelo que ninguna marca tenía, estaba viendo un mismísimo ángel, tocó suavemente su rostro, sintiendo como las mejillas empezaban a tomar color bajo su tacto y las pupilas del contrario se dilataban un poco.

— Vamos di algo amor — alcanzó a decir ante el silencio de Minho, que no había dicho una palabra desde que lo vió, sin embargo fue atacado por un beso, siendo tomado por su cintura con una mano aún deteniendo su mentón.

Rodeó los hombros del mayor con los brazos y se dejó llevar por el beso, era lento pero cargado de amor, admiración y pasión, lo que más habían extrañado desde que empezaron a verse menos.

Se dejaron llevar un rato hasta que se separaron para tomar aire y verse de nuevo.

— Eres el ser humano más hermoso que haya pisado este mundo, soy tan afortunado de tenerte

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