[4] UN MES

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OLIVER EVANS

Son tres paredes, tres paredes y una reja son lo único que me mantienen preso en este cuarto, o mejor dicho son lo único que me encarcela, es igual. Me mantengo sentado en la cama que más bien es como una puta banca de piedra, pero es mejor que estar en el piso.

Estoy cabreado y mucho.

Dos semanas encerrado, no era mi primera vez en los separos pero si estas dos putas semanas ¿En qué pensaba mi padre? Si quería darme una lección, me hubiese dado una condena y no dos putas semanas, aunque nunca he pasado tanto tiempo en prisión, no pasaba de dos a tres días.

El estar encerrado no era el único problema, tenía un Audi R8 con una abolladura trasera y dos luces traseras rotas.

«Maldita sea»

Esto lo pagaría sin duda, ¿cómo se atreve?, la furia que ahora siento no da pie para razonamientos, no solo necesito salir, necesito ponerle límite a los asuntos con mi padre.

Me pongo de pie y empiezo a caminar de un lado a otro como si fuese un león enjaulado tratando de pensar en algo para poder salir del problema del compromiso, si él no sede tendré que hacer las cosas por mi cuenta y las cosas no terminaran bien.

Estoy harto de que quiera decidir sobre mi futuro, el de mi hermana menor y... bueno Axel esta metido en la empresa desde que nació así que no hay mucho que decir al respecto.

—¡Para de dar putas vueltas me estas mareando maldito idiota! —grita uno de mis compañeros de celda.

—¿Porqué no me obligas? —me le acerco desafiante— Me gustaría que lo intentarás.

—Tienes un rostro lindo, niño, no quisieras arruinarlo ¿cierto? —inquiere burlesco.

Doy un paso más y estamos a solo pocos centímetros, nuestros rostros están casi cerca.

—Deberías preguntar porque estoy aquí, —aconsejo— Puede que el que se dañe el rostro sea otro.

Nos desafiamos con la mirada buscando quien dará el primer golpe. Aprieto tanto los puños con ganas de un desquite por lo que, él que se hace llamar mi padre, me hizo pasar estas dos semanas. Era insoportable escuchar las putas quejas de mis compañeros de celda diciendo ser inocentes, ni siquiera lo soy yo, sus ronquidos y las pestes del suelo.

Preparo los puños para propinarle un golpe...

—Oliver Evans. —se escucha la voz del guardia quien irrumpe en la celda— Ya puedes irte.

Abre la celda y se hace a un lado dándome paso para salir, camino hacia la salida de la celda y no puedo evitar voltear para observar a mis compañeros de celda y al imbécil que se atrevió a desafiarme, les doy una sonrisa de medio lado y avanzo saliendo de la celda.

—En la salida firmarás tu pase de salida. —informa el mismo guardia.

—No me digas lo que ya se. —respondo con molestia.

Pone los ojos en blanco y niega con la cabeza, camino hacia la caseta para firmar mi pase de salida, mientras el me sigue detrás, al llegar firmo mi pase, me entregan mi billetera, las llaves de mi auto, mi celular y me dispongo a caminar hacia la salida para salir del lugar.

—¿Cuándo nos veremos de nuevo? —inquiere el mismo guardia— ¿Semanas? ¿Días, tal ves?

—¿Tanto me extrañarás?

—Anda con cuidado, la celda siempre estará a tu disposición.

Una sonrisa con gracia brota de mis labios, me pongo los lentes de sol que guardaba en la chaqueta y sin mirarlo me despido.

El Juego De La Tentación[+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora