Capítulo 1

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La música estaba muy alta. Estaba empezando a hacerse difícil respirar. Había demasiada gente. Siempre hay demasiada gente. Las luces de colores dando vueltas por el techo al igual que el humo. El suelo mojado con alcohol y agua de lluvia. ¿Sabías que el 78.1% de los adolescentes de entre 15 y 19 años salen de noche?. Yo aprendí por las malas que no me gustaban las fiestas, aunque la verdad es que siempre pensé que este ambiente sería increíble si en lugar de los mix de siempre, pusieran canciones de Taylor Swift y de 5 seconds of summer. Me convencía de que era una buena idea ir solo por que no tenía nada mejor que hacer, pero a la larga comprendí que llevar una vida de excesos y emociones fuertes rodeada de personas que sudaban no era lo que quería para mi. Al menos no en los próximos 5 años.
¡Crash!. El sonido me sobresaltó, alguien en la parte de atrás de la casa rompió una botella de vidrio.

— ¿Estás bien?—dijo mi amiga.

— Si— asentí con una casi sonrisa.

Ya eran más de la una de la mañana y se suponía que debía de llegar a mi casa antes de las doce. Estábamos en una de las miles de "reuniones" que organizan los niños de nuestro grado cada fin de semana por x o y razón. A mi ni siquiera me invitaron, a mi amiga (Millie) fue a la que agregaron al grupo en el que organizaron todo y me dijo que no habría problema si venía con ella, siempre y cuando pagáramos la entrada. La conocí el año pasado cuando nos pusieron en el mismo equipo de educación física y tuvimos que trabajar juntas para poder ganarle al equipo contrario y no reprobar el semestre. Ella siempre se quedaba conmigo cuando la necesitaba, pero honestamente siempre tuve la idea de que era una persona muy voluble. Era del tipo de persona que me dejaba con la sensación de que en cualquier momento me iba a traicionar irremediablemente, pero mientras nuestra amistad durara, valía la pena pasar tiempo con ella.

—Ya es muy tarde—dije acercándome a ella para que me pudiera oír encima de la música—. Mis papás me van a ahorcar si no llego a mi casa en la próxima media hora.

—Si, hay que ir saliendo—respondió mientras me ponía la mano en el hombro para ir caminando hacia la salida.

Logramos esquivar a toda la gente que estaba bailando en oleadas gigantes y llegamos a la puerta de entrada, la abrí con un movimiento fuerte y... aire fresco, por fin, y mucho silencio. Respiré hondo la brisa fría de la madrugada después de los 40 grados centígrados que hacían ahí adentro y me llenó una sensación de alivio por el hecho de que ya se había terminado.

—Victor me acaba de mandar un mensaje, dice que llega en 5 minutos—dijo Millie.

Lamentablemente para dos mujeres solas en esta ciudad, es muy peligroso salir a estas horas de la noche a cualquier lugar sin tener un trágico final. Y aquí es cuando Victor viene a rescatarnos de posiblemente no regresar a casa. Él es el hermano mayor de mi queridísima amiga y la verdad es que siempre me gustó. La cosa es que él trabaja de mesero en el restaurante de un zoológico en otro país y nunca hemos llegado a entablar una conversación, fuera de una vez en la que me contó en dónde había nacido y yo fracasé intentando sacarle cualquier red social. Resulta que vino de visita por unos días para recoger el título de universidad que no le habían entregado y como Millie le comentó que íbamos a salir en la noche, fué tan amable de ofrecerse a recogernos. Y henos aquí esperando a que llegara.
A lo lejos escuché el sonido de las llantas de un coche en el pavimento y momentos después vimos un carro color negro que se ponía enfrente de nosotras, el de Víctor.

—Hola, gracias por haber venido—pronunció Millie mientras abría la puerta del carro. Yo subí detrás de ella.

—¿Se divirtieron?—inquirió Victor.

—Si, claro—contestó Millie.

—Hola tu—dijo mientras se volteaba para verme—. Hace mucho que no te veía.

Una luz proveniente de afuera, (probablemente de un farol) le iluminó el rostro y puder ver sus ojos color miel y los rizos sueltos que le cubrían parte de la frente. Tanto millie como él tenían el cabello café y la piel ligeramente bronceada. De los nervios no le pude contestar pero le lancé una sonrisa sin despegar los labios a modo de contestación.
Manejó un rato y llegamos a mi casa.

—Gracias por traerme—dije y me bajé del carro—. Nos vemos después.

—Adiós—se despidió Millie.

Cerré la puerta del coche y un segundo después ya habían arrancado. Caminé por el jardín de entrada de mi casa, las luces de adentro aún estaba encendidas, sentí la manija fría de la puerta contra mi mano y después de girarla hacia la derecha, entré a casa.

El Cielo Huele A CloroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora