Invitados Inesperados

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El protocolo se repitió, abrieron la puerta, gritamos, apuntamos y después saludábamos, pero no había saludo esta vez.

Angron, Fulgrim, Fabius Bilis, La Reina Silente, Perturabo, Konrad Curze, Magnus el Rojo, Szarekh, el Rey Silente, El Señor de la Horda, y un avatar del dios Nurgle se presentaron en Macragge; todos los enemigos de la humanidad habían unido fuerzas y ahora se encontraban en la Capital de Ultramar como si de su casa se tratase.

La situación pasó a una típica entrada a una escena digna de una película de Tarantino, todos apuntando hacia todos. —¿¡Como mierda entraron a Ultramar?— Grito mi padre, pues estaba muy consternado porque sus más acérrimos enemigos se encontraban en su casa. —Me diste inmunidad diplomática porque me acuesto con tu padre, idiota, además, no venimos con intenciones bélicas.— Le responde la Reina Silente, quien tiempo atrás se había comprometido con el Emperador. —Sicarius, te dije que anularas su pasaporte...— Me hablo entre dientes visiblemente enojado. —Mi señor, el Emperador anulo esa orden.— Conteste sin dejar de apuntar con mi pistola de plasma a los traidores, creo que la había cagado.

—Luego hablamos. Entonces, si no están aquí para atacarnos, ¿que es lo que quieren?— Se dirigió ahora a nuestros enemigos, especialmente hacia sus hermanos traidores. —¿No es obvio?, venimos a que nos invites a la boda.— Dijo Fulgrim, el Fénix, quien con la mirada barrería todo el edificio buscando quien había decorado de forma tan espantosa la Sala de Guerra. —Hermano, sé que hemos tenido nuestras diferencias, pero te seguimos queriendo, queremos celebrar contigo, andale, invitanos.— Suplico Magnus, quien extrañamente se encontraba herido. —Lo que dijo Magnus. Hermano, armemos una tregua mientras... ¿Por qué sangras Magnus?— Continuo Angron, quien al ver a su hermano retorciéndose en el suelo paro su charla. —Me cayó de camino una gárgola, rodé por la ciudad y me paso un tren de carga por encima.— Dijo el moribundo Primarca. —No tenemos trenes, Magnus.— Sentencio mi padre.

—Yo solo quiero comer, se ve muy rico el banquete.— Retomo el tema de la boda el Señor de la Horda, quien observaba con deseo las muestras de comida para la boda. —¡Suficiente! No permitiré que ustedes, sucios traidores, pongan un solo pie en mi hogar de nuevo. Así que ¡largo de aquí!— Grito mi padre muy enojado por la clara brecha de seguridad que había en su patria. —Padre, me permite hablar con usted un momento.— Decidí intervenir de manera urgente, si algo salía mal, en cuestión de segundos todo Ultramar estaría infestado de demonios y tiranidos, de nuevo.

Cuando me disponía a retirarme para hablar con mi padre, el avatar de Nurgle se apareció frente a mí se dispuso a secuestrarme, de nuevo. —Vamos pequeño Cato, dejame tener tu alma por más tiempo.— Dijo el viejo verde. Desde que me convertí en un perpetuo no ha parado de molestarme con querer cosechar mi alma. Luche en contra del Dios de la podredumbre, lanzando los mayores insultos que mi yo del pasado tendría para esta situación: —Escuchame maldita bola de sida, como osas a tocar ¡al gran Cato Sicarius, Caballero Campeón de Ultramar y..!— Antes de poder terminar mi monologo fui aventado a un lado de la habitación por la misma masa de enfermedades que me tenía cautivo. —Dios, no te callas nunca, ya largate.— Un santo remedio para el peor de los males.

Recobre la compostura y regrese a donde se encontraban mis allegados, pero de todas las cosas que me esperaba encontrar esta era la que escapaba a mi comprensión. Era oficial, el fin estaba cerca, o eso pensaba al ver a mi padre, el Primarca Roboute Guilliman tomando la mano de Angron, Primarca Traidor y campeón del Dios Khorne; lamentablemente eso no era lo único disparatado, los traidores se empezaron a saludar con mis camaradas leales, como si la familia después de estar separada por años se reencontrara, en cierto modo así era.

Me quedé en shock por unos minutos, mis ojos no daban crédito a todo lo que estaban presenciando, no sabría como describir mis sentimientos en aquel momento, solo dire que no fue algo muy bonito.

Aun con lo bizarra de la situación debía de mantener la compostura; mi padre se iba a casar y toda la familia iba a estar reunida para asistir a la ceremonia, no había cabida para los errores, y ahora con toda la ayuda extra solo cabria esperar la perfección. 

Para que la colaboración fuera efectiva yo, como el Juez del Alto Tribunal Militar de Ultramar y en representación del Lord Comandante Roboute Guilliman, firme una tregua temporal con las fuerzas del Caos, asegurando que estos no nos apuñalarían por la espalda en algún ataque sorpresa. Intente por todos los medios hacer que se llegara a un Armisticio, pero me fue imposible, ambas partes eran orgullosas y testarudas; una vez acabada la boda nos veríamos en el campo de batalla de nuevo.

Los enemigos de la humanidad, para sorpresa de todos, serían unos grandes compañeros de trabajo: Fulgrim estaría encargado de la decoración junto con Yvraine (quien no se tomó muy bien que sirviera a Slanseesh), El Señor de la Horda estaría encargado de la comida (cuando no trataba de comerse a los siervos del capítulo o al propio banquete) y el Tío Magnus me ayudo con lo que iba a decir en la ceremonia (antes de que de forma misteriosa lo persiguiera una manada de lobos).

El ver como todos mis tíos y primos se llevaban bien era... reconfortante; en ese momento no había guerra, no había bandos, no existía el odio o el rencor, solo el amor de una familia reunida de nuevo. Una lástima que esto no durara más de una semana.

Al revisar la lista que tenía en Exel lo confirme, todo iba conforme al plan, la boda sería perfecta, tal y como lo plasme en mis hojas de cálculo.

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⏰ Última actualización: Mar 24, 2023 ⏰

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