Capítulo 2

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Antes de que Bunny pudiera responder, estalló un tumulto en dirección al comedor. En el silencio del amplio vestíbulo, la voz de un hombre sonó como una detonación.

-Tú y tu amante podéis esperar a que quede una mesa libre, viejo. De hecho, podéis esperar a que mis amigos y yo terminemos de comer. No quiero que esa mujerzuela se siente en la misma habitación que yo.

Asustadaho Bunny se volvió y miró hacia el comedor. Un instante más tarde se dio cuenta de que Saori y Edwards estaban siendo provocados por cuatro jóvenes armados con pistolas. Un murmullo recorrió el gentío mientras las personas retrocedían para hacer sitio al enfrentamiento. Bunny pudo oír algunas palabras masculladas de la gente, algo acerca de pistoleros y de que Saori había rehusado alojar en su casa de huéspedes al hermano pequeño de Slater.

Armado también oyó los murmullos y supo lo que sucedería a continuación. Lo sabía desde que su nuca se había tensado en una advertencia muy antigua de peligro.

Sereno, se dio la vuelta para evaluar el problema en que se encontraban sus amigos.

Si Edwards no estuviera convaleciente de su caída, Armando se habría limitado únicamente a acercarse para actuar como una especie de árbitro extraoficial, asegurándose de que los amigos del muchacho no interfirieran en lo que ocurriese entre el viejo hombre de la ley y el joven forajido.

Pero Edwards no estaba bien. Estaba herido y Zoisite Slater lo sabía. Edwards también era consciente de ello. Tenía varias opciones: dejar que insultaran a Saori, intentar desenfundar su revólver con la mano derecha herida o hacerlo con la izquierda, aunque esta última decisión representaría una desventaja, ya que la culata del arma estaría del revés. No importaba qué mano utilizara, probablemente moriría antes de que el revólver dejara la pistolera.

-¡No! -dijo Saori con urgencia. Dio un paso delante de Edwards, volviéndole la espalda al pendenciero joven que la había insultado-. ¡Ni siquiera puedes sujetar un tenedor, mucho menos un arma!

Antes de que Saori acabara de hablar, la poderosa mano de Armando se posó en el hombro de Zoisite Slater, obligándole a girar.

-Tienes una boca muy sucia, muchachito. La gente de Denver está cansada de escucharla. Ahora puedes disculparte ante la señora y arrastrar tu trasero fuera de la ciudad, o puedes elegir usar una de esas bonitas armas que llevas.

La sorpresa se convirtió en desaliento cuando Zoisite evaluó la oscura promesa en los ojos de Armando. Una cosa era gritar a una distancia de seis metros en una habitación abarrotada a un hombre herido que apenas podía sacar un arma. Otra, enfrentarse cara a cara a un hombre que no estaba herido ni asustado, un hombre al que no le importaba en absoluto la reputación de Kid Slater como pistolero rápido, ni que tuviera un sanguinario hermano mayor para respaldarlo.

Zoisite Slater comenzó a sudar. Miró rápidamente a sus amigos, sólo para descubrir que lo observaban con los brazos cruzados, esperando claramente que se encargara de la interrupción por sí mismo.

-Toma una decisión, muchachito -dijo Armando.

La fría impaciencia en la voz de Armando hizo a Zoisite sobresaltarse ligeramente.

Su mano se aproximó más al revólver, vaciló, avanzó lentamente otra vez. Miró directamente a los insondables ojos de Armando y se congeló.

Armando emitió un sonido de repugnancia.

-Tu hermano mayor puede que sea un lobo realmente peligroso, pero tú eres tan sólo un pobre coyote. Discúlpate ante la señora, Coyote Kid.

-Maldita sea si me disculpo ante una...

Solo Suya (1• Série Oeste)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora