Aún cuando en todas las noches soñaban con una silueta que los acompañaba de por vida ellos aún no sabían identidad del otro.
Pero sus lobos lo podían sentir cerca... mas de lo que creían.
En aquel palacio y en aquella mansión vivían las dos personas más importantes de la región.
El nuevo rey Kim Seungmin y al otro lado de la nación Hwang Hyunjin el ladrón de joyas.
Lo que las personas nos sabían es que el día de la coronación, aquel ladrón estaba presente viendo su próximo asalto.
El rey
Cualquiera puede pagar el precio de la corona pero no el valor de un monarca.
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Seungmin llegó a sus aposentos cansado fue un día largo con los mandatarios y sus cosas de guerra.
El corazón del omega latía ferozmente, su omega esta intranquilo presintiendo algo.
No era novedad para el rey, él era el único omega en ese enorme palacio, todos sus guardias y sirvientes eran alfas, ¿la razón?
Su padre antes de morir encomendó que su único hijo que resultó para su mala suerte ser omega sea custodiado día y noche por personas fuertes y valientes... así terminó con un lugar lleno de alfas, pero claro nadie se atrevía a tocar al omega, tenía fieles soldados que asecinarían a cualquiera si solo piensan en algo incorrecto con el rey.
Seungmin amaba su corona así que siempre la llevaba con él incluso cuando iba a dormir, la dejaba en un taburete especial para que no sea maltratada.
La oscuridad de la habitación, era horrible, todo el lugar era silencioso como si estuviera encerrado en lo más profundo del mundo.
Cuando cerró los ojos para dormir, el sonido estruendoso de la ventana siendo abierta lo alertó.
Miró a esta... y solo era el viento, estaba llegando el otoño.
- Rey se encuentra bien - preguntó uno soldado que lo custodiaban.
- Sólo es el viento, estoy bien - respondió monosílabo, con pereza se acercó a la ventana y la cerró.
Suspiró y dio media vuelta.
Su cuerpo se paralizó cuando unos ojos azules lo miraron en ese oscuro lugar solo sus ojos reflejaban.
Su lobo aulló ante la mirada asesina del desconocido.
Por otra parte el ladrón también quedó inmerso e los ojos color ámbar del rey, su lobo aruñó cuando el aroma dulces lo invadió, y ahora que lo veía tan cerca aulló eufórico.
