En cuestiones de suerte, él era un asesino
que mataba las cartas por saberse su destino.
Él era un caminante, con sombras por escudo,
que me prometía la Luna y los anillos de Neptuno.
Él me hablaba distante, sin mirarme a los ojos,
para que no descubriera los motivos de su enojo.
Le daba igual el mundo y poco se preocupaba
por las huellas en mis labios que su presencia dejaba.
Él tenía las respuestas a todas mis ecuaciones
y ganaba con ventajas las doscientas discusiones.
Y mordía mis lunares los doce meses de invierno
para controlar mis ganas con su tacto puro infierno.
Él me leía entre líneas y saciaba sus ansias
si su alma entraba en guerra con los traumas de su infancia.
Él se convirtió en mi mantra pa'no cometer errores
aunque fuésemos extremos en la gama de colores.
Le jodían las promesas y las palabras vacías,
yo quise calmar su rabia pero él encendió la mía.
Y nos comimos de a poco entre risas y pecados.
Él sabía a los peligros más dulces que hube probado.
Pero si mi alma gemía, él se ahogaba en las dudas.
Y rompía los espejos, me abandonaba desnuda.
Él era un círculo vicioso de tristeza y frenesí.
Y acepto que estoy perdida desde la última vez que le vi.
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Estalactitas
Romancecanciones tristes, promesas vacías, recuerdo de besos ...la vida mía...