Capítulo 17

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Nota: por fin completé el capítulo jajajaj

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Un fin de semana antes de Navidad, el gimnasio de la escuela resonaba con los sonidos de zapatillas chirriando contra el suelo. Hinata y Kageyama estaban allí, solos, como era habitual en ellos. Practicaban jugadas rápidas y sus ataques especiales, siempre en busca de nuevas variantes para sorprender a sus oponentes en los partidos.

—¡Kageyama! ¡Más alto! —gritaba Hinata, corriendo hacia el centro de la cancha con la mirada fija en el balón.

—¡Ya lo sé! ¡Es lo que estoy haciendo, idiota! —replicó Kageyama con frustración, mientras lanzaba otro pase rápido hacia su compañero.

El dúo había logrado idear dos nuevas jugadas, pero la ejecución no era perfecta. Aunque acertaban la mitad de las veces, seguían fallando en detalles cruciales: el control de la velocidad y la altura. Después de varios intentos fallidos, Hinata cayó al suelo, jadeando y con las manos sobre las rodillas.

—No estamos mejorando lo suficiente... —dijo, agachando la cabeza.

De repente, una voz suave, pero firme, interrumpió la práctica.

—Están cometiendo errores en la base de la jugada —dijo Kuroko Tetsuya, quien había entrado al gimnasio sin que ellos se dieran cuenta. Su presencia discreta, como siempre, lo hacía pasar desapercibido.

—¿Kuroko? —preguntó Kageyama, algo sorprendido. No esperaba verlo allí, y menos con una evaluación tan precisa.

—Hinata, tu problema es que no controlas la fuerza y velocidad de tus saltos para estos nuevos ataques. Te estás adelantando al balón y eso hace que pierdas precisión. Y Kageyama —dijo, mirando directamente al colocador—, tu colocación necesita más altura. Hinata puede saltar alto, pero no puede alcanzar un balón si lo lanzas tan bajo.

Hinata, todavía jadeando, se levantó de golpe, con los ojos brillando de emoción.

—¡Eso es! ¡Eso es lo que necesitamos! ¡Kageyama, inténtalo de nuevo! —exclamó, revitalizado por las observaciones de Kuroko.

Kageyama asintió, esta vez con una determinación renovada. Hicieron la jugada de nuevo, y aunque no fue perfecta al principio, el cambio era evidente. Los consejos de Kuroko habían sido exactos. El control de Hinata sobre sus saltos mejoraba y Kageyama ajustaba la altura de sus colocaciones con cada intento. Con más práctica, las jugadas fluían mejor.

Después de varios intentos más, el sudor comenzaba a escurrirles por la frente cuando la puerta del gimnasio se abrió de nuevo.

—¿Qué están haciendo, idiotas? —se oyó una voz fuerte y familiar.

Kagami Taiga había llegado, con su uniforme deportivo puesto y una sonrisa desafiante en su rostro.

—¿Te uniste al entrenamiento también? —preguntó Kuroko, volteándose hacia él sin sorpresa.

—Por supuesto. No puedo dejar que Hinata tenga toda la diversión con los saltos —respondió Kagami, estirándose antes de unirse a la cancha.

Kagami se colocó junto a Hinata, ofreciendo su ayuda para trabajar en sus saltos, mientras Kuroko siguió perfeccionando las colocaciones de Kageyama. Durante la siguiente hora, el dúo de Karasuno se esforzó al máximo, intentando mejorar bajo la guía de los dos jugadores de Seirin. Los progresos eran lentos, pero consistentes.

—¡Más alto, Hinata! —gritaba Kagami, saltando junto a él para demostrarle cómo controlar el impulso de sus piernas.

—¡Más despacio, Kageyama! Si lo haces con más calma, podrás controlar mejor el balón —le decía Kuroko a Kageyama mientras este lanzaba sus pases.

Finalmente, cuando el cansancio los venció y los jugadores de Karasuno se desplomaron en el suelo, agotados pero satisfechos, Kuroko y Kagami intercambiaron una mirada.

—Ahora es nuestro turno —dijo Kuroko, con su típico tono apacible.

—¿Turno? —preguntó Hinata, todavía recuperando el aliento, mientras miraba con curiosidad a los jugadores de Seirin.

—Sí, también hemos estado practicando algunas jugadas nuevas por nuestra cuenta. Es hora de que las mostremos —dijo Kagami, sonriendo con confianza.

El dúo de Seirin tomó la cancha, mostrando sus avances. Kagami preparó su famoso tiro de meteorito, mientras Kuroko, para sorpresa de todos, tomó posición con el balón. En lugar de su habitual estilo de paseo sutil, lanzó el balón directo hacia la canasta, encestando sin esfuerzo.

—¡¿Qué?! —exclamó Kagami, boquiabierto—. ¡¿En qué momento empezaste a encestar?!

Kuroko, con su rostro inexpresivo de siempre, respondió con calma:

—Aomine me enseñó. Según él, me debía algunos favores y esta fue su forma de pagarlos.

Kise y Kuroko continuaron mostrándose sus nuevas jugadas, una tras otra. Aunque sus estilos eran completamente distintos, se complementaban a la perfección. Kuroko, con su estilo invisible, había desarrollado técnicas para burlar por completo a los oponentes, mientras que Kagami utilizaba su impresionante físico para dominar la cancha.

Hinata y Kageyama, todavía sentados a un lado, observaban con asombro. Hinata no podía contener su emoción ante el nivel de habilidad que demostraba el dúo de Seirin.

—¡Son increíbles! —gritó Hinata—. ¡Quiero ser como ellos! ¡Quiero mejorar tanto en poco tiempo!

Mientras Hinata se emocionaba con las jugadas, Kageyama observaba en silencio, analizando cada movimiento de Kuroko y Kagami. Fue entonces cuando lo entendió todo. Entendió por qué Kuroko había sido el sexto hombre de la Generación de los Milagros. Su capacidad para leer el juego, para observar incluso los detalles más pequeños y corregirlos, era lo que lo hacía tan valioso. Y entendió por qué Kagami, con su feroz determinación, podía enfrentarse a la Generación de los Milagros sin miedo.

—Ellos dos... son realmente legendarios —murmuró Kageyama, admirando no solo la habilidad física de Kagami, sino también la mente aguda de Kuroko.

A medida que continuaban entrenando, más alumnos se reunían en el gimnasio, observando el inusual pero intrigante entrenamiento conjunto de los equipos de baloncesto y voleibol. Aunque los deportes parecían tan diferentes, la energía, el trabajo en equipo y la dedicación de los jugadores lograban inspirar a todos los que los veían.

Pronto, otros clubes deportivos de la escuela comenzaron a adoptar la idea de entrenar juntos, compartiendo técnicas y métodos para mejorar sus habilidades. No solo los jugadores, sino también los entrenadores comenzaron a ajustar sus programas de entrenamiento, motivados por los éxitos de los equipos de Karasuno y Seirin.

En poco tiempo, la escuela se ganó la reputación de ser una de las mejores en todos los deportes, con equipos que destacaban en cada disciplina. Los entrenadores se sintieron orgullosos al ver cómo sus jugadores no solo mejoraban como atletas, sino también como personas, aprendiendo del compañerismo y la disciplina de sus compañeros de otros deportes.

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