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Estaba loco. 

Muy loco.

Pero loco por esas nalgas.

Mirar desde lejos, escondido en los arbustos vigilando a su presa cuidadosamente, analizando su comportamiento y con las patas temblando por atrapar a ese vampirito bicolor.

Tenerlo entre sus dientes filosos y lamer su cuerpo, como adorando y disfrutando de su sabor hasta el rincón más oculto de el perfecto cuerpo.

Sus pupilas dilatadas por el éxtasis y la expectativa, oscureciendo sus rojizos ojos. Pero no podía apartar la mirada de esa elegante figura que anhelaba arruinar.

Recorriendo el camino de esa cintura delicada rodeada por la pretina del pantalón negro, las caderas pequeñas y los muslos rellenos, junto a las largas piernas esbeltas formando la curvatura exquisita de las pompis de ese ser.

Sus garras querían amasar esa trasero, comprobar su suavidad y elasticidad de esa piel pálida. Después seguía sus medianamente hombros anchos, y brazos, las clavículas escondidas en esa larga camisa blanca solo exponiendo algo de ese cuello. Otra curvatura que deseaba morder y chupar.

— Estás babeando, tonto.

Un golpe en su cabeza lo hizo gruñir. Denki le dió un zape protegiendo al vampirito recién llegado a la manada.

— Blasty, todavía no terminas el cortejo. — Regaño seguidamente Enjiro, con los brazos cruzados. — Resiste tus instintos como un hombre.

— No, lo que pasa es que nuestra rubia quiere comerse la torta antes de recreo. — Continuó el rubio amarillo, jalando una oreja como una madre regañando a su cachorro. — Pero por pensar con el pene, se olvida que son especies diferentes. ¡Lo vas a romper perro!

— ¡Te voy a romper el hocico si dices otra estúpida palabra! — Amenazó con los ojos fieros y mostrando los colmillos.

— Se volvió malo. — Denki fingió temor, escondiéndose detrás de Kirishima, mientras le sacaba el dedo medio.

— Bakubro, sabes que es complicado. No puedes simplemente meter la verga, puedes hacerle daño a Todoroki.

— Los lobos tienen nudo, le va a doler.

— ¡Cierren el hocico! Es mi luna, haré lo que quiera. — Gruñó fastidiado.

Se marchó, mientras refunfuñaba por lo bajo. Mas el licántropo también era consciente de esas diferencias, pero no podía hacer nada, estar con bicolor era una droga, besarlo era un deseo y tentación de querer más.

Recuerda que cuando apenas lo vió luchando en una batalla perdida con heridas graves a la vista, lleno de sangre contra otros vampiros que tenían intensiones de aniquilarlo.
Una belleza salvaje y sangrienta.

En cámara lenta lo vió caer y quedar en la inconsciencia contra una piedra, y lo supo. Él era su luna.

Corrió sin miedo hacia esa criatura, con los dientes de una bestia se colocó sobre él reclamando. Al momento que salió de la formación de la manada naturalmente lo siguieron, una batalla que ganó por el número.

Suspiró satisfecho y a pesar de las críticas se lo llevó en su lomo. Moribundo, el primitivo instituto de salvarlo lo invadió.

¡Lo vas a romper! |BKTD|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora