Parte única

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『 Viernes, 19:30 PM 』

— ¿No te parece lindo? — preguntó con delicadeza la joven peliverde mientras mantenía suspendida la prenda color morada frente al rostro de su mejor amiga, que con un leve desinterés asentía con su cabeza a sus preguntas tan repetitivas. La mayor bufó, continuando en su búsqueda de la prenda perfecta para la joven que se hacía llamar Milk, y que cada vez que intentaba causar algo nuevo en ella, simplemente era un rechazo detrás de otro, sin miedo de demostrar que ese tipo de modas tan plásticas no eran de su gusto.
Era un hecho que a Bulma le fascinaba la moda, gastar el dinero de su padre en ropa, zapatos lujosos y maquillaje de primera marca para siempre mantener una buena apariencia ante el mundo que la rodeaba. O como diría la pelinegra, que "lamentablemente", la rodeaba. Porque a pesar de siempre estar en compañía de la ricachona, se mentía a si misma al negar que su mejor amiga sólo era buscada por las curvas tan notorias y los buenos atributos que la beneficiaban cuando de buscar chicos se trataba.

Pero Milk no era de esas.

Se consideraba perfectamente imperfecta, sabía que era la menos deseada por todos los chicos guapos de la simple preparatoria a la que asistía regularmente, por ese físico que puede ser tomado como "descuidado" por las demás personas que NO la rodean. Porque era así y lo sabía, nadie la miraba.
Por su mente no pasaba el nombre ni el rostro de ningún muchacho, nadie invadía sus pensamientos de repente, no repetía ningún nombre en su cabeza antes de ir a dormir, no tenía a nadie a quién mirar en los pasillos cuando se marchaba, no había nadie que le sacara una sonrisa rebelde cuando este la hacía reír, no había nada ni nadie que pudiera explotar la burbuja en la que estaba encerrada a voluntad propia.

Cuando Bulma decidió rendirse, recogió sus compras que había realizado para ella misma, y se retiró de la tienda del centro comercial junto con su amiga a su lado, que llevaba la cabeza perdida... no en la luna, más bien en Namek.

—¡Tierra a Milk! — el grito de la peliazul exaltó a la menor, abriendo sus ojos como platos unos segundos para volver a su posición normal, y volver a reincorporarse a su antigua mirada perdida.

—Necesito comer algo.

Estaba en esos instantes en los cuales necesitaba ahogarse en un bocado de comida para intentar olvidar por un momento los regaños de su madre que aparecieron en su mente de la nada. Era reprochada por esto mismo, tenía una hija careciente de curvas que un hombre busca en una mujer, posesión de los famosos rollos que podían ser desagradables a la vista de cualquier persona ajena a ella misma, y lo más denigrante, el apetito que no podía controlar.

Bulma conocía esos momentos en los que su amiga debía comer algo para sentirse mejor, así que sin problema se dirigió hasta el restaurante de comida rápida más cercano del Centro Comercial. ¿Y cómo no? Ella sólo se quedaría observando su ropa y zapatos nuevos con suma delicadeza y emoción, mientras que la más joven ahogaría sus penas en un sandwich recién calentado.

Y fue en ese momento en el cual recordó que era viernes en la noche. Soltó su alimento cuando cayó en la cuenta de lo que sucedía esos días, a ese mismo horario.

—¿¡Por qué no me recordaste que ellos pasarían por aquí?!—gritó, ruborizada, o más bien roja debido a la invasión de vergüenza que sintió cuando distinguió a un grupo considerablemente grande de chicos y chicas pasar por su lado, algunos saludando a Bulma con gentileza y otros pasando de ella por estar distraídos riendo frenéticamente sobre cualquier tontería. Bajó la mirada, intentando disimular ser lo más normal posible, y evitando el deseo de seguir masticando el sandwich que tenía a su frente. No podía continuar con toda esa gente mirándola, y menos aún cuando esas personas se creen mejores que todos.

Buscando la perfección | GoChiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora