El pueblo de Wilson es tranquilo, regido por sus costumbres y creencias religiosas muy estrictas, donde Aida Carver ha crecido siguiendo cada regla y pauta como se le ha indicado. Pero la tranquilidad del pueblo se verá afectada tras una ola de trag...
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CAPÍTULO UNO: UNA NUEVA FAMILIA
Wilson. Septiembre, 2018.
AIDA.
LA TARDE ERA FRÍA Y SOMBRÍA COMO EN LOS ÚLTIMOS DÍAS EN EL PUEBLO DE WILSON, una ligera capa de neblina cubría gran parte del pavimento de la acera, al igual que un par de nubes grisáceas cubrían el extenso cielo azul, el cual era decorado por aquellas hermosas tonalidades naranjas y violetas del atardecer. El viento soplaba con total intensidad, logrando sacudir las puntiagudas copas de los árboles y con ello, ocasionando un rugido que se extendía a lo largo de todo el pueblo de Wilson.
Unas cuantas hojas anaranjadas y amarillas se desprendían de los árboles, logrando rodar por todo el pavimento, decorando ligeramente los jardines y tejados de las casas del pueblo. Era evidente que la temporada de otoño acababa de iniciar en el pueblo de Wilson, y para aquellas dos adolescentes, era sin duda alguna la estación menos favorita de ambas.
Las faldas de sus uniformes escolares se ceñían con fiereza a sus delgadas piernas, y con ello, sus cabelleras que permanecían atadas en unas perfectas trenzas eran desordenadas gracias a la ferocidad con la que soplaba el viento. Ambas chicas se encontraban volviendo a casa después de un largo y agotador día en el instituto, lo que se había convertido en un hábito para ellas desde que eran pequeñas. Aida Carver y Leigh Fleming eran bastante cercanas, sus familias se conocían desde que ambas eran tan solo unas bebés, así que no era para menos que las dos terminaran siendo buenas amigas.
Además, ambas adolescentes solían tomar clases extracurriculares por las tardes, puntos extras para sus perfectos historiales académicos para la universidad. Así que solían disfrutar de caminar juntas a casa, asimismo ambas chicas vivían en el mismo vecindario, sus casas frente a frente.
—Sin duda alguna el otoño no es mi estación favorita del año —murmuró con disgusto la castaña, abrazándose así misma cuando el viento frío choco contra su delgado cuerpo.
—Lo sé, es difícil sacarte de tu cama en esta temporada, ¿sabes? —la pelinegra a su lado bromeó, una pequeña sonrisa decorando sus labios.
—Es que es demasiado calentita que me es imposible de dejarla —Aida sonrió, mostrando sus hoyuelos al hacerlo, y esta acción no pasó desapercibida por su pelinegra amiga, quién sonrió pellizcando con gentileza sus mejillas.
Aida no dudó en cruzar su brazo con el de Leigh, mientras continuaban su camino a casa en un silencio bastante cómodo. Ninguna de las dos había pronunciado palabra alguna durante un largo tiempo, y era que ambas habían estado absortas en sus pensamientos por unos largos instantes, hasta que la voz de la pelinegra se atrevió a romper el silencio que se había creado.
