DESCARGA DE ADRENALINA

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Se despertaron temprano, con el brillo y la luz del sol en su ventana.

—Umm—dijo Mía desperezándose. —¿Qué horas son?

—Buenos días, amor ¿Cómo amanece la mujer más espectacular de la tierra?

—Un poco cansada, pero con toda la actitud, para que hoy conozcamos el Parque.

Desayunaron en el hotel y salieron en carro, les tomó casi una hora llegar. Pararon en la vía para tomarse algunas fotos, era una pequeña caseta con vista hacia el río Chicamocha. Mas adelante encontraron una valla con el nombre: Parque Nacional del Chicamocha. Compraron las boletas y entraron. El parque estaba ubicado en el filo de una montaña, desde allí se podían observar formaciones geológicas que el río había dejado a su paso. Era un paisaje diferente pero encantador.

—Qué lindo es este lugar, tiene una vista hermosa. Ahora subimos hasta allí, parece que se puede observar todo en trescientos sesenta grados.

—Vamos de una vez, aprovechando que está en el camino. ¡Mira ese monumento!—. Mía tomo su teléfono y grabó la vista de todo el parque.

—Que chévere, no sabía que había buggies —exclamo Martín emocionado.

—Lo había olvidado, vamos allí y luego montamos en el columpio extremo y en el teleférico.

—Okey—dijo Martín un poco nervioso.

Fueron a los buggies, cada uno tomó uno, se puso el cinturón de seguridad, Martín miró a su novia y le dijo:

—¿Qué te parece si apostamos una carrera?

—Bueno. Pero estoy segura que te voy a ganar—dijo, guiñándole el ojo.

Mía arrancó primero dejando atrás a Martín. Él, detectando que le estaban tomando la delantera, arrancó y en una curva la sobrepasó. Ella continuó lo más rápido que pudo, en una curva casi pierde el control del vehículo, este se ladeó y casi pierde el equilibrio, pero lo estabilizó y alcanzó a su contrincante en los últimos metros. Ambos llegaron a la meta al mismo tiempo.

—¡Empate! — gritaron.

Después fueron al columpio. Martín observaba nervioso como una estructura de quince metros de alta, soportaba un columpio que se desplazaba a ochenta grados, con una distancia de trece metros.

—Amor, yo mejor te espero aquí.

—Vamos, por favor. Mira que linda vista y se debe sentir maravilloso el viento con este calor—dijo Mía, atrayéndolo con sus ojos de Mariposa.

—Está bien—. ¡Cómo se iba a negar, si esos eran los ojos, que más le gustaban!

Se montaron al columpio y unieron sus manos. Mía no se había equivocado, la sensación de viento en el rostro era maravillosa, se sentía un vacío cuando estaban en la parte mas alta, pero el paisaje era espectacular y la compañía mejor.

—¿Sabías que amo todo de ti? —preguntó Mía—. Eres un hombre maravilloso y agradezco que estés acá conmigo, venciendo tus miedos a las alturas—comentó sonriendo.

—¿Te estas burlando de mi miedo?

—No, amor, estoy acompañándote a vencerlo. Es todo.

Martín estaba pálido, sus manos estab sudorosas, pero tenerla a ella al lado le daba la seguridad de continuar. Cuando terminó, agradeció haber acabado.

De allí fueron al cable vuelo. Martín no quiso subirse y se quedó esperándola en el borde de la montaña. Mía se colgó en las cuerdas, verificaron que todas las condiciones de seguridad se cumplieran y la soltaron. Mientras recorría a gran velocidad, observó el parque, el cañón y el río y sintió felicidad por poder vivir estos momentos. Soltó sus pensamientos y se dejó llevar, dejó que su mente se pusiera en blanco mientras sus ojos capturaban los momentos como instantes fotográficos. 

Pinceladas de Recuerdos (En proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora