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suspiro agotado mientras me dirijo a la parada de autobús arrastrando los pies. por si una jornada laboral completa, con horas extras incluidas, no fuera suficiente, todavía me esperan otros treinta o cuarenta minutos de trayecto hasta llegar a mi apartamento.

como siempre, hay un gran grupo de personas esperando al bus, por lo que me escabullo hasta ponerme de los primeros y poder llegar a mi sitio dentro del transporte.

como debo bajarme casi al final del recorrido, suelo dirigirme hasta el final del vehículo para no impedir la salida de los demás pasajeros que se bajan antes que yo.

se trata de un rinconcito donde puedo estar de pie sin necesidad de agarrarme a ninguna de las cintas que cuelgan del techo -a las que no llego debido a mi baja estatura- y está alejado de las miradas indiscretas del resto de viajeros, pues suelo aprovechar para echar una cabezadita.

no obstante, ese día mi rinconcito está ocupado por alguien más, aunque no me doy cuenta de eso hasta que no estoy enfrente suya pues, como he dicho, hay poca visibilidad en esa zona.

el joven me observa de pies a cabeza al notar mi presencia, pero no hace ademán de apartarse. me doy la vuelta con el propósito de buscar un nuevo lugar, pero me encuentro con un enorme tumulto de gente delante de mí que me ha dejado atrapado en el sitio.

no puedo moverme y no alcanzo a agarrarme ni siquiera a la barra vertical que tengo a la izquierda. por ese motivo trastabillo hacia atrás cuando el autobús arranca con demasiada brusquedad y sé, a ciencia cierta, que voy a caer al suelo. sin embargo, unos brazos me atrapan al instante y un cuerpo fornido se coloca detrás de mí, estabilizándome e impidiendo una situación completamente embarazosa.

me giro para ver de quién se trata y abro los ojos con sorpresa al darme cuenta de que es el mismo chico que me ha “robado” mi sitio.

con la poca luz que entra por la ventana puedo ver con mejor claridad sus facciones, percatándome de cada detalle de su precioso rostro y admirando la intensa tonalidad verdosa de su mirada.

―gracias ―susurro mientras me reincorporo y me aparto de su fuerte pecho, aunque no puedo alejarme demasiado pues alguien ha dejado un carrito de la compra justo donde estaba antes de perder el equilibrio.

el desconocido asiente en mi dirección pero no dice nada más. sus manos tardan dos segundos más en abandonar mi cintura, que era por donde me había agarrado con anterioridad, y todo su cuerpo regresa al apoyo que tenía al inicio contra la pared de mi rinconcito.

abro bien las piernas para ganar equilibrio y trato por todos los medios de no desestabilizarme con el traqueteo del vehículo.

resoplo molesto ante el viaje movidito que me espera, y eso que todavía no hemos llegado ni a la siguiente parada.

trastabillo ligeramente otras tres veces, logrando recomponerme sin ayuda, antes de que el autobús frene en seco y se oiga un pitido estridente en la carretera a modo de queja.

logro evitar salir catapultado hacia delante, pero no puedo controlar el impulso hacia atrás, por lo que termino chocando de nuevo con el chico de ojos miel.

sus brazos se envuelven rápidamente alrededor de mi cintura y me mantiene en esa posición incluso después de haber reanudado la marcha.

me tenso de inmediato al darme cuenta de que no tiene la intención de soltarme, pues no es que sea normal el abrazarse a un completo extraño en el autobús.

no obstante, sus fuertes brazos a mi alrededor impiden que el ajetreo del vehículo me tumbe al suelo, por lo que no me voy a quejar de esa pequeña salvación.

me permito relajarme muy sutilmente, aunque sigo nervioso debido a su proximidad, sobre todo porque soy consciente de cada centímetro de su escultural cuerpo entrando en contacto con el mío.

su respiración acompasada cae sobre mi nuca, meciendo mi cabello y estremeciéndome por completo. bajo mi mirada hasta sus manos entrelazadas sobre mi estómago y me entretengo diferenciando el contorno de varios tatuajes que sobresalen por debajo de las mangas de su sudadera.

lo que más me incomoda de todo este asunto es que mis nalgas están perfectamente alineadas con su bien dotada entrepierna, por lo que trato de no removerme demasiado para no crear fricción entre nuestros centros.

esa tarea es realmente difícil, sobre todo porque el conductor del autobús parece dispuesto a pasar por encima de todos los baches y desniveles de la carretera.

inspiro con fuerza en un intento por calmarme, dándome cuenta al instante de lo mala idea que es al sentir su deliciosa, masculina y exquisita fragancia inundando mis fosas nasales.

madre mía, estoy siendo abrazado por la espalda por un completamente hermoso, fuerte y varonil desconocido mientras regreso a casa en el bus. jamás me hubiera esperado que mi jornada laboral terminara de esa manera.

el trayecto se me pasa relativamente más rápido de lo normal y, antes de que me dé cuenta, ya solo me encuentro a dos paradas de casa. debo empezar a moverme si quiero llegar a la puerta a tiempo, pues todavía queda bastante gente en el transporte público que me impiden avanzar con facilidad.

trato de alejarme del desconocido pero este estrecha más sus brazos en mi cintura, pegándome por completo a él.

me inclino hacia un lado y giro la cabeza lo justo para poder encontrarme con su penetrante e intensa mirada verdosa clavada en mi rostro, casi demandándome por qué me remuevo tanto.

―mi parada es la siguiente ―le informo en un susurro que no creo que haya oído debido al ruido que hacen los demás pasajeros.

sin embargo, me doy cuenta de que me ha entendido a la perfección, ya que, tras varios segundos donde se me queda observando fijamente, va aflojando su agarre en mí.

le dedico una media sonrisa sutil a modo de agradecimiento, que no corresponde, y me voy escabullendo entre la gente para alcanzar la puerta.

305Donde viven las historias. Descúbrelo ahora