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una vez en mi apartamento suspiro derrotado mientras me tumbo en mi cama y cierro mis ojos.

al instante una mirada miel y unas facciones bien marcadas aparecen en mi mente, provocando otro suspiro y un atisbo de sonrisa. ha sido el trayecto en autobús más emocionante de mi vida.
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al día siguiente llego jadeante a la parada justo cuando la gente ya está empezando a subir al transporte, por lo que me tengo que quedar el último para entrar.

la ventaja de mi baja estatura es que puedo ir sorteando a los demás transeúntes y alcanzar mi rinconcito con la esperanza de poder esconderme ahí como de costumbre.

vuelve a sorprenderme el encontrarme al mismo chico de ayer, aunque en esa ocasión con una mochila en el suelo ocupando el espacio donde terminé yo.

alza la cabeza al percibir mi presencia y, al ver que soy yo, retira su maleta y la coloca justo detrás de sus piernas, que abre para dejarme sitio.

¿acaso me estaba esperando? me quedo quieto en mi lugar observándole fijamente, sin terminar de creerme lo que estoy presenciando. al ver mi falta de movimiento arquea una ceja y tiende un brazo hacia mí, invitándome a acercarme a él.

todavía un poco reticente doy los dos pasos que me separan de su anatomía y me planto justo enfrente, observándole con algo de confusión en el rostro.

la mano que había alargado en mi dirección se acerca lentamente hasta mi cintura, ambos siguiendo el recorrido con nuestras miradas en completo silencio.

una vez tiene un agarre firme en mí, me da la vuelta, apoyándome de nuevo en su fuerte pecho y cerrando el abrazo con su otra extremidad superior.

suspiro al reconocer la deliciosa fragancia envolviéndome de nuevo y me acomodo mejor contra él, refugiándome en su torso y entre sus brazos.

creo escucharle reír por lo bajo ante mi gesto y aprieta ligeramente su sujeción en mi cintura, haciendo que baje mi atención hasta la zona.

me percato de que ese día se ha arremangado la chaqueta, dejando a la vista los numerosos tatuajes que adornan sus brazos.

paso el resto del trayecto entreteniéndome mientras observo los diferentes dibujos tintando su piel, deseando poder inspeccionarlos con mayor tranquilidad y una mejor iluminación.

en ningún momento hace algo que no sea simplemente estabilizarme contra él, no se mueve, no cambia de posición, no dice nada. si no fuera por su respiración chocando en mi cuello y el latido de su corazón martilleando contra mi espalda diría que se trata de una estatua.

tardo varios minutos en percibirlo, pero me doy cuenta de cómo su pulgar traza suaves y pequeños círculos sobre mi camiseta en un contacto casi inexistente.

no puedo evitar que una sonrisa se extienda por mi cara ante el gesto y, no demasiado seguro de lo que estoy haciendo, coloco mis manos sobre sus antebrazos, sintiendo un choque eléctrico recorrerme de pies a cabeza ante el roce de nuestras pieles.

me quedo quieto durante unos segundos, tanteando su reacción ante el contacto, quizás indeseado.

al ver que no hace el ademán de apartarme o que no se tensa bajo mis manos, decido -en un acto completamente irracional y que no hubiera hecho si no hubiera estado embriagado de su perfume- repasar el contorno de sus tatuajes con la lleva de mis dedos.

le siento suspirar contra mi nuca y me aprieta todavía más contra él, como si eso fuera posible, al notar mis caricias sobre el ancla que adorna su muñeca izquierda y como estas van subiendo hasta encontrar lo que parece el tallo de una flor.

también vislumbro la cola de una sirena y un candado pequeño junto al ancla.

estoy tan ensimismado en la tinta sobre su piel que no me doy cuenta de que ya debo bajar hasta que sus brazos no se separan de mi cintura, haciéndome levantar la mirada con confusión y percatarme de dónde nos encontramos.

me giro un instante en su dirección para encontrarme de nuevo con esa mirada intensa clavada en mí y, con una ligera sonrisa a modo de agradecimiento como el día anterior, me despido de él.

las siguientes semanas ocurre exactamente lo mismo todos los días. el chico de los tatuajes me espera en nuestro rinconcito y me abraza durante todo el trayecto hasta mi casa.

me he dado cuenta de que ahora viste con camisetas de manga corta, permitiéndome observar la elevada cantidad de tatuajes que adornan sus brazos. es como si supiera cuánto me encantan y los expusiera para mí.

resiguiendo el contorno de la rosa en su brazo izquierdo me encuentro cuando una señora mayor que se encuentra frente a nosotros nos habla.

no me había dado cuenta de que nos llevaba observando desde hacía rato, aunque por la expresión en su rostro así lo parece.

―hacen muy buena pareja, jóvenes ―habla la anciana, dibujando una sonrisa tierna en sus arrugadas facciones.

estoy a punto de decirle que no estamos juntos, que ni siquiera nos conocemos, cuando el chico de los ojos verdes se me adelanta.

―gracias, señora ―responde amablemente con una voz ronca y grave que me pone los pelos de punta.

me giro en su dirección con los ojos muy abiertos, pues es la primera vez que le oigo pronunciar palabra alguna casi después de un mes. sonríe de lado ante mi reacción y siento que puedo desmayarme en cualquier momento al ver el hoyuelo que adorna su mejilla.

dios, si ya creía que era apuesto ahora creo que este chico ha sido esculpido por los mismísimos ángeles.

―soy mark ―susurra para que la mujer de antes no nos oiga y su teoría sobre nuestra relación quede desacreditada.

yo sigo intentando asimilar que le he escuchado por primera vez, que tiene la voz más sensual que haya oído jamás y que ha dejado que una completa desconocida crea que somos novios.

a ver, es cierto que cualquiera que nos haya visto más de dos veces en el autobús puede malinterpretar nuestra relación, pues siempre estamos abrazados, pero aún así no hubiera pensado nunca que corroboraría esa historia.

―d-donghyuck ―logro tartamudear al salir de mi impresión.

mi respuesta parece divertirle, pues vuelve a sonreír mostrándome esos surcos en sus mejillas que me cortan la respiración.

desafortunadamente para mí llegamos a la parada donde debo bajarme, impidiéndome seguir deleitándome con su hermosura. esa noche, como llevo haciendo todas las noches desde que le vi por primera vez, vuelvo a soñar con él.

305Donde viven las historias. Descúbrelo ahora