✧⁠◝ Epílogo

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—Niñas, ¿qué les he dicho?

La pequeña Namra, de siete años, hizo un puchero mientras le agarraba la mano a Chaewon, de tres. Jisung sonrió, poniéndose de cuclillas para quedar a la altura de las pequeñas.

—Que no debemos meternos a tu oficina —dijo Namra, poniendo una expresión triste.

Jisung abrió la boca para decirles algo, pero en ese momento, la puerta fue abierta estrepitosamente.

—¡Aquí están!

El alfa rodó los ojos al ver a Yongbok entrar corriendo, con el cabello despeinado y una mirada de preocupación. El omega miró a Jisung, haciendo un puchero y viéndose igualito a Chaewon.

—Lo siento —se disculpó Yongbok—, me desconcentré un segundo y salieron corriendo a buscarte, Hanji.

Jisung le agarró la mano al menor, dándole un beso en sus dedos, y notó enseguida la forma en la que se relajó. Eso siempre parecía calmarlo.

—Está bien, Bokkie —Jisung le soltó antes de agarrar a Namra, elevándola por los aires y sacándole una risa—, son mis bebés, después de todo.

Notó la expresión de felicidad en el rostro de Yongbok ante sus palabras, aliviado de ver que su alfa quería a las cachorritas que le dio. Contento de ver que Jisung no actuaba como su padre hizo y sí se preocupaba de sus hijas.

Jisung pensó brevemente en eso. Honggi había fallecido de un infarto –quién lo diría– cuando Yongbok estaba esperando a su primera cachorrita, siete años atrás, y un año después de que Jisung y Yongbok se casaran. La muerte del Alfa provocó un breve caos en la manada, todos apuntando a un nuevo líder, y cuyo peso cayó finalmente sobre Jisung, al estar casado con el hijo menor de Honggi.

El muchacho había querido negarse varias veces, especialmente porque tenía sólo veintiún años, ¡no estaba habilitado para dirigir una manada! Pero no existía una persona que quisiera disputar por el poder, ni siquiera algún hombre mayor, porque todos sabían la carga que significaba ser un Alfa de manada. Ni Minho quería asumir ese papel. Así que era Jisung... o el idiota de Youngjo.

Yongbok estuvo muy nervioso esos días, en los que Jisung ya asumió como Alfa, tratando de hacer todo bien, pero fracasando torpemente. El mayor, entonces, decidió hablar con él y mientras conversaban, el omega se puso a llorar y le confesó que tenía miedo de que Jisung se encegueciera por el poder, como pasó con su padre, y le tratara mal. El alfa le prometió por su vida que jamás actuaría de esa manera con él, pero Jisung sabía que a Yongbok todavía le costaba creerle un poco.

No importaba, no realmente, porque Jisung había aprendido a querer a Yongbok con el paso del tiempo. No podía decir firmemente que le amaba, de la misma manera en que sabía que el omega no le amaba, pero los dos se entendían bien, pasaban buenos momentos y se querían. La rutina, a veces, era fastidiosa, sin embargo, podía ser también muy agradable y cómoda.

Además, Yongbok resultó ser un buen compañero en todo sentido. Le apoyaba, le aconsejaba, y era fértil. Ahora estaba en espera de su tercer cachorro.

Con el paso de los años, Yongbok fue amoldando su carácter a uno menos permisivo y más maduro. Jisung recordaba que, luego de la huida de Jeongin, Honggi quiso que Youngjo cortejara a Yongbok, pero el omega enloqueció por completo y se negó a eso. Jisung aún podía ver, como si estuviera ocurriendo frente a sus ojos, a Yongbok gritándole a su padre en medio de una reunión familiar que le dejara en paz, porque él ya tenía un alfa y no quería a nadie más.

Aunque eso no quitaba que de vez en cuando seguía teniendo comportamientos infantiles y mimados.

—Más tarde jugaré con ustedes, niñas —continuó Jisung, dejando en el suelo a Namra—, ahora, vayan con su mamá.

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