Parte única. ♡

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Un amor tan doloroso como pasar la misma prueba del purgatorio, como enamorarte de un ser divino, caer rendido ante los pies de un ángel que ni ahora ni en un millón de años puede corresponder tu puro amor, ni aunque mueras y vuelvas a nacer en una vida completamente distinta, ni aunque provoques la destrucción del mundo. Así se sentía estar enamorado de él, como el mismo infierno en vida, como Jesús cuando estaba en la cruz. Se sentía como si toda su sangre estuviera corriendo por mi cabeza, manos, pies. Pero aún así lo amaba, aún así quería permanecer a su lado por más daño que me hiciera, porque mi amor por él no se comparaba ni con el más fuerte de los terremotos ocurridos en la tierra, mi amor por él era tan inmenso, tan enfermizo, era tan grande que llegaba a ser destructivo y eso a él no le importaba porque el único que se destruía con cada mirada, caricia, beso... era yo mismo.
Cuando mi amor por él terminó de consumirme por completo, cuando todo ese cariño me hizo hundirme en la miseria y me obligó a rezar por misericordia, en ese momento me di cuenta de lo mal que estaba por no acabar con todo, en ese momento deseé con todas mis fuerzas que el mundo se acabara, que Adán y Lilith se fusionaran junto todos sus ángeles y bajaran del cielo a destruir la tierra, deseaba sentir ese dolor de ser destruido por esos seres divinos para castigarme por el indebido romance que tenía con mi amado, indebido porque a veces parecía no ser correspondido.

Y como si mis plegarias hubieran sido escuchadas, sucedió. El suelo comenzó a moverse con fuerza, todos cuidaban sus cabezas mientras rezaban con desesperación que el temblor acabara, pero eso no pasó. En cambio los cielos se abrieron, dejando ver una intensa luz iluminar el país, el continente, la tierra. De esa potente luz bajó un ser nunca antes visto, un ser que hizo aumentar los gritos de horror de todos los ciudadanos. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Por qué no sentía miedo?
El ser divino se acercó lentamente hacía mí y con miedo me habló.

"¿Qué eres?"

El, aparentemente, ángel sólo se dedicó a observarme mientras me extendía su extraña mano y ahí entendí todo, me buscaban a mí, pero... ¿Por qué?

"No... Venti, no lo hagas, ¡no vayas con él! te lo suplico... por favor..."

Los gritos desgarradores de mi amado se escucharon por todo el lugar, pero no le pude tomar importancia, de todos modos iban a morir. Por esta razón comencé a acercar también mi mano a la del ser divino que pacientemente esperaba al joven de ojos tan verdes como dos verdes alejandritas. Pero antes de tomarle la mano, me di vuelta y miré a mi enamorado.

"Perdóname por lo que haré, de todos modos vamos a morir, si le doy la mano o no, si me voy con él o me quedo acá, el mundo será destruido... ¿No te das cuenta? el temblor aún no para, la tierra se abrirá en dos y todos aquí nos convertiremos en un extraño polvo que luego volará por el infinito universo, si me quedo acá... sólo moriré contigo, y no quiero que eso pase. Te amo, te amo como nunca amé a alguien, mi eterno amor siempre será dedicado a ti, mi amado, pero ahora es momento de que me dejes ir. Yo no soy un ser divino y tú tampoco, pero te amé y te amo como si fueras uno, como si fueras el ángel más bonito creado por Adán, por eso ahora tengo que dejarte. No morirás solo, hay gente a tu alrededor, solamente yo no estaré aquí para cuando eso pase, porque no quiero verte morir. Lo siento mucho, mi precioso ángel."

Y con esas palabras corrí hacia el ser divino que conmovido me esperaba, sin saber que ese sería un nuevo comienzo en mi próxima vida.

El ángel desconocido me abrazó, dejándome acurrucarme en sus infinitos brazos. Ambos empezamos a levitar con lentitud hacia el inmenso cielo que nos esperaba para ponerle fin a esta tortuosa realidad en la que me encontraba. Y cuando finalmente estuvimos en el centro del cielo, el ojiverde con el misterioso ángel nos fusionamos, creando una bellísima explosión, la cual recorrió el mundo entero. La gente comenzó a explotar, una por una, sin alcanzar a decir sus últimas palabras a sus seres más queridos, todos esperaban su momento de partir, hasta Xiao, el cual quería que ya ocurriese, pero el universo no lo iba a dejar morir hasta que viera la hermosa escena que protagonizaba en el cielo su lindo novio.

Como si Xiao hubiera escuchado las peticiones de los ángeles, miró al cielo, encontrándose la bella imagen de su novio siendo poseído completamente por el nuevo ángel que había nacido en esa horrorosa catástrofe. Me encontraba volando con mis brazos abiertos, mis ojos verdes se habían tornado rojos y observaba con odio a los humanos que sólo morían, resignándose a su terrorífico final. De mi espalda nacían unas perfectas alas de un color puramente blanco manchadas con mi propia sangre. La imagen era hermosamente espeluznante, cualquier humano que la viera quedaría traumado de por vida, así como le estaba pasando en estos momentos al pelinegro.
Pero ahí fue cuando Xiao entendió todo, entendió que yo nunca fui humano, mi destino siempre fue este, morir en manos de un apocalíptico final, poseído por un desconocido ángel que recién había empezado su trabajo en los grandes cielos. Sólo no entendía por qué... ¿Por qué era yo el elegido para comenzar con el fin del mundo? ¿Es por todo el sufrimiento que había vivido en la tierra? ¿Era culpa de mi gran amor?

Antes de poder responder a mis preguntas, el pelinegro fue abrazado por un intenso escalofrío y ahí fue cuando se dio cuenta que había llegado su momento de morir, por lo que sólo se entregó a los brazos de la muerte.

"¿Te vas a rendir tan fácil?"

Una voz retumbó en sus oídos, inmediatamente abrió los ojos, buscando al dueño de esa melódica voz.

"No intentes buscarme, estoy en tu cabeza, si quieres saber quién soy sólo mira al cielo."

Xiao, aterrorizado, miró al cielo, pensando que fue un grave error ya que me vio, a mí, a su amado bajar del cielo ayudándome de mis nuevas y preciosas alas, me vio acercándome a él mirándolo con estos ojos rojizos llenos de odio.
Cuando estuve lo suficientemente cerca de Xiao volví a hablar.

"Estoy haciendo esto por ti, Xiao, quiero que todos volvamos a nacer y volver a conocerte, quiero que esta vez ambos seamos felices y si tengo que matarte a ti y a toda la humanidad para que eso pase, entonces lo haré. Sé que es un deseo egoísta, demasiado para un simple humano como yo, pero así como los ángeles pueden ser pecadores, nosotros también podemos serlo y hoy, en este momento, frente a tus encantadores ojos me declaro un pecador por querer nuestra felicidad en este cruel mundo que tanto daño nos hizo. Espero que en nuestra próxima vida el destino sea bueno con nosotros, tendrá que serlo ahora que soy considerado un ser divino. Por favor no me tengas miedo, sólo vuelve a amarme como lo hiciste en esta inmunda realidad, es lo único que te voy a pedir antes de reencontrarme contigo.
Te amo, Xiao."

Al terminar mi discurso me dediqué a besar los labios de mi querido novio siendo correspondido al instante. Cuando el tierno beso entre ambos terminó, Xiao se convirtió en polvo, al igual que el resto de la humanidad.

Eso era lo único que faltaba para que todos renacieran en un nuevo mundo, una nueva tierra, un nuevo hogar. Una humanidad mejor que la anterior, más empática y sensible. Eso es todo lo que Venti quería y lo que consiguió.
Sintiéndose completamente orgulloso de su victoria, se dejó caer en la oscura muerte que le esperaba, ansioso por comenzar su nueva vida en una completamente diferente realidad, deseando con todas sus fuerzas que ahora su relación con el pelinegro sea diferente. Sin siquiera importarle que ahora su vida sería más difícil al tener contacto directo con Lilith, con los ángeles, con todos esos seres divinos que en vida siempre lo intimidaban. Pero si tenía que lidiar con eso para estar con su bello chico de ojos dorados, entonces lo haría.

Venti haría lo que sea con tal de tener a Xiao a su lado.

angelical amor. [xiaoven]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora